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In the summer of 1995, in a small town in León, four friends, Ana, Luis, Marta, and Javier, were excited for the summer festivities. However, their joy turned into a nightmare when Marta went missing during the busiest night of the celebrations. As they searched for her, secrets and dark pasts were revealed, including abuse, drugs, and a history of violence. Marta's body was eventually found, and suspicion fell on the group of friends. Months later, the culprit confessed to the brutal crime, but his release from prison was met with anger and rejection from his own brother. Era el verano de 1995, concretamente en Oteruelo, un pequeño pueblo de León. Las fiestas del verano eran el momento más esperado del año, donde los vecinos se reunían para celebrar con música, comida y juegos. Cuatro jóvenes, Ana, Luis, Marta y Javier, estaban ansiosos por sumergirse en aquella atmósfera festiva, pero lo que comenzó como días de alegría llenos de diversión pronto se convirtió en una pesadilla de la que no podrían escapar. Ana era la típica chica extrovertida y alegre del grupo. Era conocida por ser la que ayudaba siempre que había algún problema, y por su espíritu libre. Marta, la chica más tímida y reservada, la que guardaba secretos oscuros en su interior. Luis, novio de Marta desde el instituto, siempre estaba dispuesto a apoyarla mientras que Javier, el chico popular del pueblo, escondía su propio pasado detrás de una simple sonrisa. Todo comenzó con la desaparición de Marta, en la noche más concurrida de las fiestas, a la que la gente de otros pueblos asistía. La última vez que la vieron fue cuando salió sola a la plaza del pueblo, aparentemente angustiada por algo. Al principio, sus amigos pensaron que se había ido por su cuenta para despejarse, pero cuando no regresó al día siguiente, comenzaron a preocuparse de verdad. Luis, desesperado por encontrar a su novia, lideró la búsqueda en el pueblo y sus alrededores, mientras Ana y Javier entrevistaban a testigos y recopilaban información sobre la última vez que habían visto a Marta. Sin embargo, cada pista que seguían parecían llevarlos a un callejón sin salida, y la angustia de no saber qué le había pasado a su amiga se hacía cada vez más insoportable. En medio de la desesperación, una noticia impactaría sobre todo el pueblo. Marta había sido encontrada muerta en un escampado cercano, víctima de un brutal asesinato. La tristeza y la conmoción se apoderó del pueblo, mientras que la noticia se extendía rápidamente por la ciudad. Las sospechas recayeron rápidamente en los cuatro jóvenes, cada uno de los cuales guardaba secretos oscuros que podían haberlos llevado a cometer un crimen tan atroz. Luis, consumido por la culpa, confesó haber discutido con Marta la noche de su desaparición, pero aseguró que nunca le haría daño a su novia. Ana, devastada por la muerte de su amiga, guardaba un secreto vergonzoso que temía que saliera a la luz. Resulta que Ana había sido víctima de abuso sexual en el pasado, cometido por un familiar cercano cuando ella era tan solo una niña. Javier, con su encanto irresistible, ocultaba un lado oscuro que solo pocos conocían. Estaba involucrado en el tráfico de drogas y el juego ilegal, y la investigación sobre la muerte de su amiga podría poner en peligro ese secreto. Y Marta, con su aparente timidez, guardaba secretos como que antes de salir con Luis, había sido víctima de una relación abusiva de la que trató de escapar. Debido a esto, podría convertirla en un blanco fácil para alguien con malas impresiones. A medida que la investigación avanzaba, se reveló que Marta había sido agredida sexualmente antes de ser asesinada, lo que añadió más horror y tragedia a lo sucedido. Meses después, la policía encontró al culpable de ese horrible crimen. Juan, un antiguo amigo de Marta, él confesó lo ocurrido aquella terrible noche a un par de agentes antes de llevárselo a la cárcel. Él relató que en la oscuridad de la noche vio a Marta a lo lejos, sola en un callejón, tratando de huir de la multitud y de sus propios pensamientos. Entonces apareció él, alguien que ya conocía, alguien en el que había confiado en el pasado. Regresó al pueblo después de años de ausencia. Se acercó a ella con una sonrisa un tanto amigable y un encanto irresistible. Convenció a Marta para que lo engañara a dar un paseo por el pueblo, prometiéndole hablar con ella y un momento de paz y tranquilidad lejos de la fiesta. Marta, en un principio, accedió confiando en su antiguo amigo. Sin embargo, él la condujo hacia un descampado y ahí fue cuando su actitud cambió drásticamente. Cuenta que se volvió agresivo e, ignorando los intentos de resistencia por parte de Marta, la agredió sexualmente, robándole no solo su inocencia, también su sensación de seguridad y confianza. Esto dejó a Marta en shock. Incapaz de comprender cómo alguien que había conocido desde la infancia podía ser capaz de cometer un acto tan terrible y de una forma tan frívola. —¡Déjame, por favor! ¡No me hagas nada! —dijo Marta gritando. —¡No te muevas! ¡De esta no te vas a liberar! —dijo Juan con un tono agresivo. Después de cometer este terrible acto, Marta intentó huir con las pocas fuerzas que le quedaban, pero al ser de noche tropezó y se dio un fuerte golpe en la cabeza con una ropa. Juan decidió dejarla ahí pensando que ella estaba inconsciente, pero murió allí sin nadie que la pudiera ayudar con el frío de aquella espantosa noche a la luz de la luna. Después de tres meses, hubo un juicio en el Tribunal de Justicia de León. La policía presentó las pruebas del caso y a Juan no le quedó otro remedio que volver a confesar lo que les había dicho a los agentes. El jurado popular tomó una decisión con el juez y le declararon culpable otorgándole una condena de nueve años en la prisión ubicada en Mansilla de las Mulas. Enar García Casado, directora del Centro Penitenciario de León, citó a Juan a un juicio rápido para cambiar su condena por buena conducta, ya que no había tenido ningún problema con ningún peso. Además, había estado estudiando un módulo de cocina y le asignaron ayudante de cocina en la cárcel. La jueza decidió que le rebajaría la condena a dos años. A Juan solo le quedaba un año en prisión. Pasado el año, a Juan le concedieron la libertad y lo primero que hizo fue acudir a casa de su hermano David. Juan llamó a la puerta y abrió una pequeña niña. —Hola, pequeña. ¿Está David? —dijo Juan. —Sí, espera un momento. —¡Papá! —dijo ella gritando. —Dime, hija, ¿por qué gritas? —dijo bajando las escaleras. —Hay un señor preguntando por ti en la puerta —dijo la niña. David se asoma a la puerta. —¿No te he dicho que no le abres la puerta a desconocidos? —dijo él sin saber de quién se trataba aquel misterioso hombre. —¿Quién eres? —preguntó él. —Macho, ¿no reconoces a tu propio hermano o qué? —dijo Juan feliz de ver a su hermano. A David le cambió la cara, se puso blanco y le dijo a su hija que se fuera a su habitación. —¿Juan? ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en prisión? —preguntó David con un tono desagradable. —Me quitaron dos años de condena y ahora estoy libre —dijo Juan. —Si buscas ayuda, lo siento, pero aquí no te podrás quedar. Me enteré de lo que le hiciste a esa pobre joven —dijo David. Juan se marchó cabreado y en un tono desagradable le dijo... —Esta no la vas a pagar.