Muy buenas tardes amigos y seguidores de Proetas del Pueblo, especialmente para todos los amigos de Hispanoamérica y muy muy especial para el pueblo mexicano por la buena acogida que han tenido a mis coches. Les voy a recitar tres poemas del ilustre Octavio Paz. El primero es un soneto, ilustre así. El verdecido júbilo del cielo, luces de cobras de la luna, quiere ir. Al que la luz de su misma recuerde, adelanta los petones en su pelo. El viento bebe, el viento en su revuelo, mueve las hojas de su tibia verde.
Moja sus ánimos, sus espaldas mueve, y su desnuda y quema vuelve de él. Los barcos de velamén desplegados, sus trospechos, sus espaldas en torrentes, sus dientes en jardines precipitados, que se ponen intimidas sobre el bruma, bajo el verde cielo adolescente, su cuerpo ya se mueve. Para encontrar el espacio, algo se necesita. Nombrase el árbol, mi amor, si el árbol crece. Viremos, algo, vuestro movimiento, hasta volvernos algo a la mirada. Nombrase los dientes, mi amor, si las nubes se mueven por el viento, y el espacio se mueve en sus cadenas altas.
Nombrase el árbol, mi amor, si el agua brota. No sé dónde, se hunde en las hojas. Habla entre las piedras, y el mundo es voz bajora sin los dientes. Nombrase el mar, mi amor, si la ola amarilla, la marea del sol en su cresta nos alucina. En los cuartos y puentes de su estrecha, en sus cerebros, en sus gastos, y en el centro de mi vida, apenas acero.