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Baltasar Zaragoza discusses the sin of idolatry and how it affects humanity. He emphasizes the need for repentance and turning to Jesus Christ for salvation. He warns of the consequences of trusting in man and idols instead of God. He encourages listeners to trust in Christ and promises blessings for those who do. Buenos días, buenos días, les saluda a su hermano y servidor Baltasar Zaragoza, el hermano Balta. Saludándolo, saludándolo, esperando que la paz de Cristo esté con cada uno de ustedes. Vamos a iniciar, vamos a iniciar predicando la palabra de Dios, vamos a iniciar con el Evangelio del Señor Jesucristo y dice la palabra de Dios en Jeremías 17. El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante, esculpido está en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares. Tan así, tan así, tan fuerte, pero tan fuerte, lo que vivían en aquel entonces todas aquellas gentes, el pueblo escogido de Dios después de haber sido trasladado a Babilonia en el cautiverio, en el cautiverio se llenaron de más idolatría todavía, venían de un estado cautivo en Egipto en siglos anteriores, y por el pecado que ellos traían, por el pecado que ellos traían fueron metidos otra vez en cautiverio, otra vez el cautiverio porque el pecado no se borra, no se borra así de la noche a la mañana. Y fíjese lo que dice la Escritura, el pecado, yo se lo pongo de esta manera, el pecado de la humanidad está escrito con cincel de hierro y con punta de diamante, está esculpido en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares. En aquel entonces, y se está refiriendo a los judíos, pero hoy en día, hoy en día, esto es para toda la humanidad. Claro que sí, la humanidad está llena de pecado, la humanidad está perdida, la humanidad está fuera de la voluntad de Dios, la humanidad está dominada por el demonio, dominada por el pecado, está dominada, está dominada por el pecado que nos asedia a todos y cada uno de nosotros. Dice el verso dos, mientras sus hijos se acuerdan de sus altares y de sus imágenes de acera, que están junto a los árboles frondosos y en los collados altos, están sobre las montañas, están sobre el campo, todos tus tesoros se entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio. ¿En dónde está el pecado? El pecado, ahí lo traemos, lo traemos tallado en nuestro corazón. Fíjese, ni siquiera necesitamos un diagrama en nuestro cuerpo, no necesitamos tatuarlo en nuestro cuerpo, no necesitamos meterle más pecado, ahí está esculpido, y ¿dónde está esculpido? Está esculpido en el fondo de nuestro corazón. Ahí lo traemos. Por sí solo es imposible sacarlo, necesitamos de la presencia del Señor Jesucristo para poder ser libres de este pecado. Y sigue diciendo, y sigue diciendo la Escritura, el verso cuatro, el verso cuatro dice, y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste porque fuego habéis encendido en mi furor que para siempre arderá. Así ha dicho el Señor, maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de él. Nosotros caminamos por vista, en el mundo caminamos por vista. Ponemos nuestra mirada en un hombre, ponemos nuestra mirada en una figura, ponemos nuestra mirada en una escultura, y no nada más nuestra mirada, ponemos nuestra confianza, ponemos nuestra fe, ponemos todo, todo estamos vaciando ahí en aquella talla que fue hecha por las manos de los hombres, por todos los lugares que caminamos existen, están por el campo, están en los cerros, están en el camino, están en cualquier calle que nosotros caminemos, ahí están todas esas esculturas a las cuales nosotros ponemos toda nuestra confianza, ponemos toda nuestra fe, entregamos todo a ellas, entregamos todo a todas esas figuras, a toda esa idolatría. Todo damos, todo les damos. Y mire lo que dice el Señor, maldito el hombre que confía en el hombre. ¿Por qué? Porque volteamos la mirada a ver a alguien, a algún ser humano, volteamos la mirada a ver a esas tallas de bronce, de fierro, de madera, de barro, y nuestro corazón se aparta de Cristo. Ponemos nuestra mirada en otro lugar que no sea al Señor Jesucristo. ¿Y cuál es el resultado de desviar nuestra mirada? ¿Cuál es el resultado de poner nuestros ojos, y no nada más nuestros ojos, poner toda nuestra vida ahí en esa idolatría horrible que nos asedia día con día? ¿Cuál es? Vamos a ser como arbustos en el desierto, y no vamos a ver cuando viene el bien, sino que viviremos en sequedales, en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Una soledad tremenda que nos agobia, una soledad tremenda que nos asedia, una soledad tremenda que nos asecha, y no podemos quitárnosla de encima mientras no volteemos nuestra mirada hacia el Señor Jesucristo. Mi amigo que me está escuchando, mi amiga que me está oyendo esta mañana, dice la Biblia que el que creyera y fuere bautizado será salvo, y el que no será condenado. Y esta es la condenación, que Cristo vino al mundo, que Cristo vino al mundo, y los hombres, los hombres no le hicieron caso, no creyeron en Él. ¿Qué fue lo que hicieron con Él? Lo mataron, lo crucificaron, lo colgaron, lo colgaron. Cristo vino al mundo para salvar a todo aquel que cree en Él, a todo aquel que se acerca a Él, a todo aquel que lo ve, a todo aquel que tiene una necesidad y ocurre directamente a Él. Esto es cuestión de fe, esto es cuestión de creer, de creer en Aquel que vino a morir en una cruz por usted, en Aquel que vino a dar Su vida por toda la humanidad, porque de tal manera amó Dios al mundo, amó Dios al mundo, que dio a Su único Hijo para que todo aquel que en Él cree tenga vida eterna, para que todo aquel que no en Él cree tenga la vida eterna. De esto se trata el Evangelio, mi amigo, de esto se trata. Todos los males, todos los males nos vienen mientras, mientras estamos adorando otros dioses. Aun usted, aun usted que ya recibió a Cristo en su corazón, aun usted que ya fue bautizado y que anda perdido, anda como la oveja perdida, aun usted, aun usted que se desvió porque se le hace fácil el mundo, aun usted porque se le hace difícil servir al Señor Jesucristo, aunque ya ha estado en las aguas bautismales, aunque ya ha hecho esa confesión de fe, aunque ya se ha arrepentido de sus pecados y sus pecados le han sido perdonados, y no se ha alineado correctamente, escúchelo muy bien, no se ha alineado correctamente, sigue en el chisme, sigue en la murmuración, aunque ya dejó esos, esos ídolos físicos, pero sigue en, sigue con la lujuria, sigue viviendo en el adulterio, en la fornicación, sigue viviendo en ese mugroso pecado que nos asedia a todos y cada uno de nosotros. Arrepiéntase, arrepiéntase, no vaya a ser que haga enojar a Cristo y le dé un buen castigo, le dé un buen castigo por burlarse de la Palabra de Dios, porque es una burla la que usted hace al haber entregado, al haber entregado su vida, al haber estado en una iglesia, al haber estado compartiendo la Palabra de Dios, inclusive compartir la Palabra de Dios, y alejarse, alejarse del rezago o del regazo de nuestro Señor Jesucristo, vienen calamidades a su vida. Puede venirle un cáncer, puede venirle la diabetes, puede venirle la muerte repentina, puede venirle problemas si usted no se arrepiente de todo lo que está haciendo. Se lo, se lo repito, arrepiéntase de todos sus pecados. Para eso murió Cristo, amigo, para eso murió Cristo, para perdonarlo. No ninguníe la sangre de Cristo, no ninguníe ese sacrificio que Él hizo por usted, que Él hizo por mí, no ninguníe, no lo deje a un lado. Dele el valor que merece, dele el valor que tiene, dele el valor que le tenemos que dar para poder vivir una vida en paz, para vivir una vida santa, para poder vivir una vida tranquila y poder ayudar al prójimo, poder llevarle la Palabra de Dios, poder llevarle esto que nosotros tenemos, esto que estamos comiendo, esta vida en paz que estamos viviendo, sólo Cristo la da. No lo da en la calle, no lo da en la cantina, no lo da en las ferias, no la vamos a encontrar en ningún otro lugar más que en Cristo, inclusive no lo vamos a encontrar en ninguna denominación, no lo vamos a encontrar en ninguna religión. Esto que Cristo nos ofrece, las religiones, las denominaciones, no lo tienen, no lo tienen, sólo lo tiene Cristo, y tenemos que ir a la fuente, a la fuente de agua viva, así como la mujer samaritana, así como Cristo fue al pozo de Jacob a ofrecerle a la mujer samaritana la fuente, la fuente que salte para vida eterna, y guardarla, y vivirla, y compartirla, y llevarla al necesitado. Todo, todo mundo está necesitado. Todo mundo necesitamos de Cristo. No somos autosuficientes. La humanidad es creación de Dios. La humanidad es la creación de Cristo, porque fuimos hechos por Él, y por medio de Él, y para Él, dice la Escritura en Colosenses 1.16, todo lo creó Él, y como Su Creador, como Su Creador, Cristo lo está, Cristo lo está sacando, Cristo lo está sacando a través del Evangelio. De ahí donde usted se encuentra postrado, se encuentra enfermo, se encuentra perdido, de ahí Cristo lo quiere rescatar. Préstese, préstese a que Él lo haga. Entréguele su vida a Cristo. Mire lo que dice el verso siete, "'Bendito el varón, o la varona, cuya confianza está en Cristo." Bendito el varón, o la varona, cuya confianza está en Cristo. ¿Por qué? Porque será como árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echa sus raíces, y no ve cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde por siempre. En el año de la sequía no se fatigará, ni dejará de dar su fruto. Ese es el resultado de confiar en Cristo. Él es el resultado, ese es el resultado de entregarle nuestra vida a la ribera del río, cuando usted va por ahí en un viaje en carretera, o acostumbra cuando descansa de su trabajo ir a la ribera de un río, y ve siempre el verdor hermoso que existe, ahí donde está el cauce del río, siempre verde, siempre verde. Esto es exactamente lo que el hombre necesita si está siempre conectado a la vida en Cristo. Florecerá su vida, florecerá su familia, se multiplicará su trabajo, se multiplicará su mentera. Siempre habrá, siempre habrá alegría, siempre habrá paz, siempre habrá la misericordia de Dios estará ahí en esa casa, en ese hogar, con este varón, con esta varona. Siempre habrá la bendición de Dios. ¿Por qué? Porque usted confía plenamente en Cristo. Usted confía plenamente en Cristo. Luego nos dice el verso nueve, luego nos dice el verso nueve, engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso. ¿Quién lo conocerá? Yo, dice el verso diez, yo, el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. ¿Cuáles son tus obras? ¿Cuáles son tus obras? ¿Son malas? ¿Son buenas? ¿Tus obras son pecaminosas? ¿Tus obras son negativas? ¿Traes envidia hacia tus parientes, con tus hermanos? ¿Traes problemas familiares? ¿Traes problemas con tu esposo? Todo lo que tú haces, todo lo que tú haces, Cristo lo conoce, pero tienes libre albedrío, tienes un poder de decisión, qué hacer y qué no hacer. ¿Qué hago o qué dejo de hacer? El corazón, no dejes que el corazón te engañe, engañoso es el corazón, dice, más que todas las cosas, y aparte agrega, y perverso, y perverso. La perversidad, en la perversidad, en el engaño. Hablemos de un matrimonio y de una pareja, ya no hay tanta concordancia entre los dos, y empieza el hombre o la mujer a voltear hacia los lados, o también voltear hacia atrás, ¿cuál va a ser el resultado? Se está autoengañando uno mismo. En lugar de hacernos un examen minucioso de lo que está sucediendo conmigo, de lo que está pasando, ¿qué estoy, qué estoy pensando? ¿Qué está pasando en mi vida? ¿Qué es lo que necesito? Necesito, necesito los consejos de Dios. Necesito los consejos de Dios, porque mire lo que dice, mire lo que dice el Salmo, el Salmo uno, Bienaventurado el varón que no anduvo en consejos de malos, ni en silla de escarnecedores se ha sentado. Bienaventurado el varón que no anduvo en consejos de malos, ni en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que en la ley de Jesucristo está Su delicia, y en Su ley medita de día y de noche. Un varón o una varona, como estas, necesitamos en cada hogar, en cada familia. Y se será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará. Ya lo sé, usted está diciendo en su corazón, yo soy bueno, yo no le hago daño a nadie, yo me dedico a mi trabajo, yo me dedico a mantener a mi familia, a mantener mi casa, yo me dedico, yo soy buena persona, yo no tengo necesidad de Dios. Hay muchos dichos de esos, mi amigo. Yo no tengo necesidad de Dios. Está muy equivocado, está muy equivocado, así decía yo antes de venir a Cristo. Yo no tengo necesidad de Dios. A todos los evangelistas no los corría. No tenía necesidad, era autosuficiente. Era autosuficiente en lo material, pero en lo espiritual ni sabía que existía la vida espiritual. No sabía que yo tenía un alma y que tenía un espíritu, y que esto que veo aquí es un estuche que los envuelve. ¿Qué, pues, haremos, o qué, pues, diremos? Ajante, que es el Salmo, el Salmo uno, que es un contexto de Jeremías, lo que estábamos describiendo. Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni en silla de escarnecedores, se ha sentado. ¿Cómo será esa persona? ¿Cómo será esa persona? Tendrá la bendición de Cristo. Tendrá la bendición de Cristo. Tendrá la bendición de Cristo. Su hoja no va a caer. Siempre va a haber una sonrisa en su boca, su corazón siempre va a estar alegre y contento, ¿por qué? Porque Cristo es el que manda en su vida. Cristo es el que gobierna en su vida. Cristo es el que gobierna en su casa, en su familia. Cristo es el todo en su vida, en la vida de ese varón, que su hoja no cae, ni sea sentado en silla de escarnecedores. Es decir, que no ha sido acusado de nadie, ni por nadie. Sí, mi amigo, son más las bendiciones de Dios que las maldiciones. Deje todo lo que está haciendo, deje todo lo que está haciendo, y venga Cristo. Todos los días, por las mañanas, busque la misericordia de Dios. Todos los días, por las mañanas, busque el rostro de Dios en oración. Todos los días, una lectura de diez, quince minutos de su Biblia, todos los días, y poco a poco su vida va a ser transformada, su vida se transforma por medio de la Palabra de Dios. No lo deje para mañana. No lo deje para mañana. Hoy es el día, hoy es el día de salvación. Hoy es el día que usted ha estado esperando. Ya no aguanta con todo el peso que trae, con todos los problemas que trae. No tiene paz en su vida. Su vida parece un remolino horrible, tremendo, peor que los que se levantan en el Océano Pacífico, o en el Océano Atlántico, o en el Golfo de México. Ya no aguanta todo lo que está viviendo, todo lo que está pasando. Cambie su estilo de vida. Voltee. Arrepiéntase de sus pecados. Arrepiéntase de todo. El arrepentimiento es lo mejor que podemos hacer. Es el paso número uno para vivir este tipo de vida, este estilo de vida, la vida en Cristo. El arrepentimiento, acompañado de fe. El arrepentimiento, acompañado de contentamiento. Así es la vida en Cristo. El tiempo se nos ha terminado. El Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer su rostro sobre usted, y tenga de usted misericordia. El Señor alce a usted su rostro, y ponga en su vida paz. Bendiciones.