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¿Venir a estos lugares? ¿Venir a estos lugares? ¿Venir a estos lugares? Es necesario, decíamos, lugares, es necesario, decíamos, lugares, es necesario, decíamos, que se implique nuestro querer que se implique nuestro querer que se implique nuestro querer todas las personas, todas las todas las personas, todas las todas las personas, todas las personas que están en este personas que están en este personas que están en este auditorio luchan con algo. Los auditorio luchan con algo. Los auditorio luchan con algo. Los jóvenes con su juventud, con la vamos a entrar en detalle, los vamos a entrar en detalle, los vamos a entrar en detalle, los papás con sus preocupaciones. papás con sus preocupaciones. papás con sus preocupaciones. Las esposas con sus esposos Las esposas con sus esposos. Las esposas con sus esposos. Y cuando venimos a estos lugares Y cuando venimos a estos lugares Y cuando venimos a estos lugares somos conscientes de que cada somos conscientes de que cada somos conscientes de que cada una de las personas que está en una de las personas que está en una de las personas que está en este lugar. Necesita oír la este lugar. Necesita oír la este lugar. Necesita oír la palabra de Dios. Cuántos, cuántos palabra de Dios. Cuántos, cuántos necesitan oír al señor. Qué necesitan oír al señor. Qué necesitan oír al señor. Qué hermoso, ¿Verdad? Cuando uno hermoso, ¿Verdad? Cuando uno hermoso, ¿Verdad? Cuando uno dice, levante su mano y diga, dice, levante su mano y diga, dice, levante su mano y diga, papá, necesito oírte. No quiero papá, necesito oírte. No quiero papá, necesito oírte. No quiero oírme a mí mismo. Quiero que tú oírme a mí mismo. Quiero que tú oírme a mí mismo. Quiero que tú me hables. Es hermoso. Ah, eso me hables. Es hermoso. Ah, eso nos recuerda que pongamos los nos recuerda que pongamos los nos recuerda que pongamos los teléfonos en silencio. Todo está teléfonos en silencio. Todo está teléfonos en silencio. Todo está coordinado. Entonces, les coordinado. Entonces, les coordinado. Entonces, les decía que cada uno de nosotros decía que cada uno de nosotros decía que cada uno de nosotros necesitamos oír al señor, necesitamos oír al señor, necesitamos oír al señor, necesitamos oír la palabra. Y necesitamos oír la palabra. Y necesitamos oír la palabra. Y creo que estás en el lugar creo que estás en el lugar creo que estás en el lugar correcto para oír la palabra. Y correcto para oír la palabra. Y hoy la pastora Ana Calviño nos hoy la pastora Ana Calviño nos hoy la pastora Ana Calviño nos va a estar del depósito de todo va a estar del depósito de todo va a estar del depósito de todo lo que Dios le ha dado, nos va lo que Dios le ha dado, nos va lo que Dios le ha dado, nos va a estar impartiendo esa riqueza. a estar impartiendo esa riqueza. a estar impartiendo esa riqueza. Pero quiero decirle a ustedes, Pero quiero decirle a ustedes, Pero quiero decirle a ustedes, siempre, para oír la palabra de siempre, para oír la palabra de siempre, para oír la palabra de Dios, póngale cuidado a esto, Dios, póngale cuidado a esto, Dios, póngale cuidado a esto, para oír la palabra de Dios, tiene que implicarse mi corazón tiene que implicarse mi corazón tiene que implicarse mi corazón porque ¿qué puede estorbar lo porque ¿qué puede estorbar lo porque ¿qué puede estorbar lo que yo oigo? Una preocupación que yo oigo? Una preocupación que yo oigo? Una preocupación cansancio, una mala noticia, un cansancio, una mala noticia, un cansancio, una mala noticia, un estado de ánimo afectado estado de ánimo afectado estado de ánimo afectado cualquier cosa puede ser un cualquier cosa puede ser un cualquier cosa puede ser un estorbo perjudicial para la estorbo perjudicial para la estorbo perjudicial para la palabra. Por eso, oramos, oramos palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede palabra. Por eso, oramos, oramos, que tu corazón puede también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Por esta embajadora del reino, que tú la uses para tu también. Y que todo Señor, lo que nos vaya a ministrar, nos también. Y que todo Señor, lo que nos vaya a ministrar, nos también. Y que todo Señor, lo que nos vaya a ministrar, nos fortalezca, nos afirme, nos fortalezca, nos afirme, nos fortalezca, nos establezca, nos perfecciones. Queremos oírte perfecciones. Queremos oírte perfecciones. Queremos oírte Señor. Queremos oírte. A veces Señor. Queremos oírte. A veces Señor. Queremos oírte. A veces escuchamos nuestro propio escuchamos nuestro propio escuchamos nuestro propio corazón. El mundo nos enseñó a corazón. El mundo nos enseñó a corazón. El mundo nos enseñó a oír. Pero tú dices que nuestro oír. Pero tú dices que nuestro perverso Señor, no queremos perverso. Señor, no queremos perverso. Señor, no queremos escuchar nuestro corazón, escuchar nuestro corazón, escuchar nuestro corazón, queremos oírte a ti. Tú queremos oírte a ti. Tú dijiste que viviríamos por la dijiste que viviríamos por la dijiste que viviríamos por la palabra que sale de tu boca. palabra que sale de tu boca. palabra que sale de tu boca. Háblanos. Iglesia diga conmigo Háblanos. Iglesia diga conmigo Háblanos. Iglesia diga conmigo Señor, háblanos. Queremos Señor, háblanos. Queremos Señor, háblanos. Queremos oírte en el nombre de Cristo oírte en el nombre de Cristo oírte en el nombre de Cristo Jesús y todos decimos Señor, déle un aplauso al Señor, déle un aplauso al Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. 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Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. 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Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Señor, déle un aplauso al Señor. Gracias, gracias. Y el fruto se manifiesta en personas que van a venir y van a desear. Algunas que van a ser nuevas y van a entrar y van a entender esta verdad. Otras que habrá que evangelizarlas, pero van a venir. Porque siempre que se predica la verdad, hay fruto. Yo lo creo y lo declaro en esta casa. Claro que el fruto viene y en abundancia. Y bueno, un poquito para cerrar este tiempo. Desde que supimos la palabra trasciende, hizo mucho ruido en mi cabeza. Y encontrara que la definición que da el diccionario, tiene algo muy importante para enseñarnos y decirnos. Nos habla justamente que trascender es la fuerza que nos impulsa para generar cambios que por el impacto positivo que tienen, permiten dejar una huella que siente un precedente. Se la voy a volver a leer. Trascender es la fuerza que nos impulsa para generar cambios. Cuando nosotros hablamos de trasciende, ¿qué queremos? Impulsar cambios que tienen un gran impacto positivo en los oyentes y que van a permitir dejar huella. ¿Para qué? Para que otros la sigan. Una huella para que otros la continúen. Y si hay algo que a nosotros como iglesia nos tiene que preocupar, es cómo esta verdad trasciende a las futuras generaciones. Es cómo estas verdades espirituales puedan llegar a ser transferidas y que trasciendan. No queden en nosotros, sino que lleguen. Ahora, ¿qué debe trascender? La verdad presente que nos gobierna. Porque podemos cometer el error que solamente trasciendan costumbres, hábitos, formas, estructuras. Pero Dios nos está llamando a que la verdad presente que nos gobierna hoy, lo que el Espíritu Santo está hablando en la iglesia, sea lo que nosotros podamos hacer trascender para que llegue a otras generaciones. Y no solamente a mis hijos, a los hijos de mis hijos y a todos aquellos que vendrán después. O sea, ¿qué debe trascender? La verdad presente que nos gobierna. ¿A quiénes? Justamente a esas futuras personas, hombres y mujeres. Recién veía bailando a la hija de los pastores aquí, adelante. Y ella con toda su inocencia haciéndolo. Ella es la futura generación que va a enarbolar la bandera de la verdad. Una de las tantas, como cada uno de los hijos de ustedes. Por eso la responsabilidad que tenemos nosotros es que de esta verdad no queden nosotros, sino que trascienda a esas generaciones. Pero también preguntarnos cuáles son esas verdades o realidades eternas que debemos procurar que trasciendan. Y creo que en este tiempo Dios nos está hablando muchísimas cosas como escuchábamos estos días, pero solamente para enumerar qué verdades o qué realidades eternas tienen que trascender. Las generaciones futuras tienen que entender la importancia del sacerdocio universal de todos los creyentes. Y ayer escuchábamos algo, algunos detalles de eso, no fue directamente la prédica. El reino inconmovible operando entre nosotros hoy, no esperando el reino, hoy está operando ese reino inconmovible en nuestras vidas. La revelación del nuevo pacto, como bien escuchábamos ayer, saber dónde estamos posicionados, porque nuestra posición va a determinar nuestra condición espiritual. Donde estemos parados va a determinar la condición en la que estamos. El alcance de la infinita gracia, que no es poca cosa, es una de las tantas realidades eternas que se nos ha revelado en este tiempo. La infinita gracia, que tristemente para algunos se ha transformado en libertinaje, cuando no se entiende o se malinterpreta lo que significa la gracia. Una de las verdades esenciales o realidad esencial y eterna también para recuperar y para trascender a las futuras generaciones es el entendimiento de lo que es la iglesia gloriosa. Yo el año pasado cuando vine hablé sobre eso, sobre la iglesia gloriosa basada en la Mujer de Proverbios, no sé si algunos recuerdan, y de este entendimiento de la iglesia gloriosa, cuando nosotros entendemos a qué iglesia pertenecemos, a dónde hemos sido puestos, cambia nuestra forma de actuar, nuestra manera de pensar, cambia, ya no hay más chisme, no hay más comentarios, porque estamos hablando de la iglesia gloriosa. Empezamos todos a trabajar por ella. Y hay otra verdad sobre la cual yo me quiero enfocar en esta mañana, que es la comprensión sublime de la supremacía de Cristo sobre la iglesia. Iglesia, nosotros somos responsables que las futuras generaciones entiendan que Cristo es el todo. Ese todo incluye muchas cosas, pero que Cristo es lo mejor que nos pudo pasar. No hay nada mejor que pueda venir después de Cristo. ¿Cuántos dicen amén? En Cristo vino lo mejor. Y ya no hay más de Dios para darnos porque nos dio todo que es Cristo. Pero lo podemos entender, pero debemos nosotros hacerlo trascender a otros, para que nuestros jóvenes, nuestros niños, nuestros adolescentes vivan una vida enfocada en ese Cristo que es todo, que todo lo suple, que en Él tienen toda la plenitud de Dios, que en Él están completos, que en Él tienen la vida plena. Y nosotros somos responsables de esto. Por eso creo que vivimos tiempos únicos. Este Caíros de Dios es un tiempo de renuevo por un lado en la verdad, también es un tiempo de reforma, de reforma en la forma de conducirnos, de volver a la horma, de volver a la forma original y de volver al diseño planeado por Dios para nosotros y para trascender a los que vienen. Somos responsables de los que nos siguen, ¿sabía usted? Somos responsables no solo de nuestra familia, de los hermanos, de los jóvenes, de todos aquellos que se congregan con nosotros. Somos responsables de hacerles ver y vivir este tiempo único. No esperamos lo porvenir. Lo porvenir ya vino en Cristo. Es el tiempo de oír todos la misma voz del Espíritu que es lo que está diciendo la Iglesia. El Espíritu Santo está hablando, Iglesia, en todo el mundo. Y la voz del Espíritu es una. Entonces la Iglesia tiene que capacitarse, prepararse, entrenarse para afinar el oído y para que todos oigamos esa misma voz armoniosa que nos va a conducir a entender con mayor claridad las realidades eternas. Pero necesitamos hacerlo. Y esto se trata de la capacitación de la que hablamos tanto. Yo creo que hay una urgencia y una necesidad de la Iglesia de enfocarse no solo en creer, porque muchos creemos lo que decimos, sino en vivirlo y en trascenderlo. Porque hay una gran diferencia entre el dicho y el hecho. Es algo muy común lo que decimos. Y nosotros muchas veces entendemos todos acá. Pero tenemos una dicotomía. Y ayer, como bien escuchamos, vivimos una realidad acá, pero otra realidad en el hogar, otra realidad en la sociedad, otra realidad en la universidad, otra realidad en el trabajo. Y entendimos que somos sal. Y la sal es sal en todo lugar. Entonces nosotros tenemos que entender la urgencia de creer, pero de vivir. Y creo que es el gran desafío para trascender. Lo que no vivamos no va a trascender. Porque las personas que nos siguen, especialmente la familia, siguen los pasos nuestros. Alguien dijo una vez que una persona alcohólica se salió de su casa y se fue al bar en su pueblo. Pero era un día de invierno y estaba todo nevado. Entonces dejó muchas huesas. Y se da vuelta en el bar mientras estaba tomando y ve a su niña de tres años. ¿Qué haces acá? Dice, papi, solo seguí tus huesos. Ella vio que él salió y ella caminó. Es una alegoría para explicar que nosotros dejamos huesas. Y nuestras huesas tienen que ser tan certeras, tan auténticas, que los conduzcan a Cristo. Que los que vienen detrás digan, yo te sigo porque sé que vas a Cristo. Pablo lo decía, imítenme a mí, porque yo imito a Cristo. Y a veces decimos, no, solo al Señor hay que imitar. Pero Pablo se animaba a decir que él dejaba huesas que trascendían a otros, que otros podían llegar a caminar por ellas. Creo que hay esa urgencia de trascender en el entendimiento del verdadero Evangelio de Cristo, que Cristo nos trajo a partir de la cruz. Porque hubo un antes y un después y ustedes lo saben a esto. Lo que yo voy a compartirles es solamente confirmar las verdades que ustedes atienen. ¿Y saben qué es confirmar? Es clavar tantas veces como sea necesario para que esa verdad sea firme. Cuando uno tiene una mesa medio así y necesita un clavito, ¿qué hace? Va con el martillo y le da. ¿Para qué? Para que quede firme. Bueno, eso se trata en las enseñanzas que podemos impartirles. Es volver a confirmar, a consolidar esa enseñanza para que quede firme, para que se pueda transferir o transformar en verdades que otros puedan seguir. La cruz, justamente, es, como decía recién, el entendimiento del verdadero Evangelio que comienza en la cruz. Por eso la cruz no solamente marca el inicio de una nueva vida. Mire, iglesia, si nosotros nos quedamos con ese concepto, nos perdemos la mitad de la historia. Para muchos la cruz es el principio así, Cristo me salvó, Él murió por mí en la cruz, yo fui salvo, me voy al cielo. Pero la cruz es más que eso, más que ese conocimiento de ir al cielo. La cruz es una puerta que nos introduce a un ámbito espiritual. La cruz es sólo el comienzo a un mayor entendimiento y revelación del ministerio glorioso y superior que Él vino a traernos, de lo glorioso de la supremacía de Cristo sobre todas las cruzas. La cruz nos revela sus riquezas incomparables, por eso no las podemos conocer desde la puerta. Si yo le invito a mi casa y le digo vení, conoce mi casa, pero te abro sólo la puerta, vos podés mirar así. ¡Ay, qué lindo, el Ibera! ¿Y dónde está la cocina? Por allá. ¿Y en la habitación? Por allá. ¿Y el otro? Por allá. Pero está todo lejos, ¿pero te hice ver? No, porque sólo lo dejé en la puerta. Pero eso justamente, la cruz es la puerta que nos introduce a un mayor conocimiento de Él. Necesitamos atravesarla. Necesitamos seguir avanzando en el entendimiento. Necesitamos vibrar desde que soy salvo y me voy al cielo. Ah, Señor, ¿qué es lo que hay más allá? ¿Qué quieres que siga entendiendo? ¡Qué verdades hay escondidas que todavía no las ve mi mente pequeña! Pero están allí guardadas. La cruz no revela su persona y su grandeza incomparable. Y esa verdad está reflejada en ese Cristo que es la verdad. Cristo es la verdad que se reveló en el Nuevo Pacto, superando ampliamente todas las sombras y figuras que nos trajo el Antiguo. Ayer escuchábamos un poquito sobre esto. En el Antiguo Pacto fueron figuras y sombras que prefiguraban a Cristo. Y todos lo sabemos a esto. Juan, hablando por medio de, mejor dicho, Jesús, hablando en Juan 6, 58, dijo, los antepasados de ustedes comieron el maná y murieron, pero el que come de este pan vivirá para siempre. Hablando de él, él era el pan de vida. Él era el maná. Lo que se prefiguraba era maná estaba en el Antiguo Pacto. Pero acá vemos la realidad que él mismo se dice, yo soy el pan de vida. Pablo, escribiéndole a los corintios, les dice, no quiero, 10.1, no quiero, 1 Corintios 10.1, no quiero que desconozcan, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube y que todos atravesaron el mar. Todos ellos fueron bautizados en la nube en el mar para unirse a Moisés. Todos también comieron del mismo alimento espiritual y tomaron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que las acompañaba, y la roca era Cristo. Y acá vemos cómo la misma interpretación apostólica le da sustento y sustancia a eso que prefiguraba el Antiguo Pacto. El maná, la roca, el mar rojo, la pascua, todo era prefiguración de Cristo. Y lo sabemos a eso. Pero también escuchábamos ayer cómo nos cuesta entender que no podemos seguir viviendo en ese Antiguo Pacto. Y siempre me viene el ejemplo, y hablamos de este ejemplo. ¿Quién quiere una imagen si tiene al verdadero? Si hace un tiempo ustedes habían puesto en el Facebook una foto nuestra, ¿no?, anunciando este encuentro. Y estábamos en la foto los dos. Ahora, qué triste hubiera sido que nosotros llegamos el viernes y ustedes hubieran seguido mirando la foto. Porque la foto prefiguraba lo verdadero que éramos nosotros. Pero cuando estamos nosotros ya no estuvo más la foto. ¿O no? Así pasa muchas veces en este aspecto. Nadie necesita una imagen si tiene al verdadero, si tiene la realidad que es Cristo, si tiene al original. Entonces podemos decir que a partir de Cristo hay un enfoque central en el Nuevo Pacto. Y Cristo nos introdujo, a través de su sacrificio perfecto en la cruz, a la realidad gloriosa de las cosas mejores. Y este es el título de mi mensaje. El Cristo de las cosas mejores. El Cristo. Y quiero que vayamos ahora a Hebreos 8, 6 y 7. Lo voy a leer de la reina valera contemporánea. Pero nuestro sumo sacerdote ha recibido un ministerio mucho mejor. Diga mucho mejor. Hebreos 8, 6 y 7. Pero nuestro sumo sacerdote ha recibido un ministerio mucho mejor. Pues es mediador de un pacto mejor. Diga pacto mejor. Establecido sobre mejores promesas. Diga mejores promesas. Si el primer pacto hubiera sido perfecto, no habría sido necesario un segundo. Y anoche escuchamos claramente en la palabra cómo ese antiguo pacto caducó, fue llamado obsoleto, que no servía porque daba lugar al ministerio del Espíritu. Ahora sabemos que Hebreos, el libro de Hebreos, es un libro que habla totalmente de la supremacía de Cristo. Esto lo sabemos, ¿verdad? Todo hebreo habla de que Cristo es superior a los ángeles, Cristo es superior a Moisés, Cristo es superior a Aarón, Cristo es superior al sacerdocio, Cristo es superior a todas las cosas. El énfasis del libro de Hebreos está asignado en la superioridad, en la supremacía. Por eso la palabra clave que resalta es superioridad, supremacía, excelso. Hay algo más grande que lo que tuvieron hasta ahora, le estaba diciendo el autor. Por eso no retrocedan, no se vuelvan atrás, porque lo que encontraron superó las sombras, superó todo lo que ustedes vivieron. Y estaba escribiendo Hebreos, estaba escribiendo al pueblo de Dios. Todo Hebreos habla de esa supremacía. Y estos versículos que leía resumen las tres cosas mejores que yo encuentro que Cristo vino a traernos. Por eso hablo justamente del Cristo de las cosas mejores. Y quiero que veamos en detalle estas cosas mejores que nos trajo el ministerio glorioso de Cristo en el Nuevo Pacto. La primera dice, y ustedes leyeron conmigo, ¿cuál es lo primero? ¿Qué es lo mejor que trajo? Lo primero mejor que trajo, a ver, antes de eso, ha recibido un ministerio mucho mejor. Mejor ministerio sacerdotal. Justamente, ministerio. Mejor ministerio. ¿Por qué? Porque ese ministerio hablaba de Cristo como el único y superior sumo sacerdote de los bienes venideros. Y si nosotros hacemos la comparación, y también la sabemos con el sacerdocio del Antiguo Pacto, entendemos cómo era la liturgia hace poco de una materia encontrando a Cristo en el Antiguo Pacto y hablando especialmente de Pentateuco, y es sorprendente encontrar a Cristo en el Tabernáculo, encontrarlo a Cristo como el sumo sacerdote, en todas esas detalles que la Palabra nos va hablando, nos va mostrando, que a una vez se parece aburrido leerlo en el Antiguo Testamento, pero si te pones los anteojos del Nuevo Pacto, lo podés encontrar a Cristo allí. Cristo estaba presente. El sumo sacerdote sabemos que entraba al Lugar Santísimo una vez al año para ofrecer sacrificios por todo el pueblo. Y dice así Hebreos 9, 6. Así dispuestas todas las cosas, los sacerdotes entraban continuamente en la primera parte del Tabernáculo para celebrar el culto, pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote y solo una vez al año para ofrecer sacrificios. Esto sigue diciendo el versículo 7. Y solo una vez al año, hablándonos de la limitación de este sumo sacerdote, que no tenía injerencia más allá de lo que se le había mandado, que estaba limitado por una ley humana, divina, pero impuesta por ellos mismos, donde le decía esto es lo que tienes que hacer de esta manera y de esta otra. Pero encontramos en Hebreos 9, siguiendo los versículos más adelante, 11, Cristo por el contrario. Diga Cristo por el contrario, por favor. Porque esa frase es reveladora al entenderla. Cristo por el contrario. Entendimos que había uno que entraba una vez al año. Cristo por el contrario. Al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos, todos los bienes definitivos, todo lo que trajo la cruz, todo lo que se consiguió la cruz, en el tabernáculo más excelente y perfecto, las palabras que resaltan, no hecho por manos humanas, es decir, no de esta creación, entró una vez y para siempre en el lugar santísimo. Y esto nos habla de una supremacía y de una superioridad de un ministerio mucho mejor. La necesidad que se nos revele este nuevo ministerio, este mejor ministerio, ¿saben para qué? Para no quedar estancado en el antiguo pacto. Para decir, me mudé. Creo que cuando nos mudamos, ¿alguno se mudó alguna vez de casa? Seguramente todos, los que vinieron de afuera, todos. Pregunto, ¿alguno cuando se muda, vuelve a la antigua casa a bañarse? Ah, bueno, voy a volver a cocinar y después vuelvo a mi nueva casa. Porque te mudaste. ¿Qué quiere decir? Que sacaste todo lo que era tuyo y te instalaste en esta casa. Nosotros también necesitamos entender que nos mudamos de pacto, que no estamos estancados en el antiguo, que avanzamos y que ya no tenemos que volver allá. No tenemos nada, nada en ese antiguo pacto. Todo lo bueno está en este mejor ministerio. ¿Para qué la necesidad que se nos revele para llevar a la Iglesia a esta nueva posición adquirida por Cristo? Muchas veces no se entiende la supremacía de Cristo porque no se entiende el nuevo pacto donde hemos ido, perdón, este nuevo ministerio que hemos recibido. Y la Iglesia tiene una posición en Cristo a partir de este mejor ministerio, este ministerio que fue sellado por su sangre preciosa. ¿Para qué necesitamos revelación y entender? Para crecer en armonía. Porque cuando nos mudamos hay cambios, ¿verdad? Cambiamos las cortinas, cambiamos las cosas, esterras temporales. Pero aplíquelo al espiritual para empezar a crecer, para que haya mayores cambios. Porque en este nuevo pacto Dios comienza y sigue revelándose a nosotros. No nos revela cosas nuevas. Para nosotros son nuevas. Son cosas que estaban veladas. Tenía el velo, ayer lo escuchábamos, y se cayó el velo. Pero solamente el velo se cae cuando hemos sido mudados de pacto. Por eso necesitamos enfocarnos en la revelación de un mejor ministerio de Cristo en el nuevo pacto. Todo cambia cuando entendemos dónde estamos parados. Por eso nuestra posición determina nuestra condición. Dónde estamos parados. También porque Cristo y es la única ofrenda perfecta. Cristo es el sumo sacerdote y Cristo es la ofrenda. Antiguamente se necesitaba una ofrenda y un sumo sacerdote. Hebreo 10.11 nos dice todos sacerdotes celebran el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios. Fíjense esa palabra, repetidas. Habla de un hastío. Al punto que el pueblo de Dios, Malaquía nos dice que le llevaba lo peor. Porque estaban hartos de hacer eso. La oveja coja, la ciega, la manchada, la que no servía, lo llevaban a Dios. Repetir a veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados. Pero este sacerdote, diga pero este. Por eso es supremo. Después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios. Él es la ofrenda perfecta y nosotros esa ofrenda perfecta fue justamente dada para que nosotros podamos entender como les decía recién el mejor ministerio que él nos trajo. Ya no necesitamos, miren la religiosidad nos ha confundido y ha desvirtuado todo esto. Al punto que todavía creemos que tenemos que hacer algo para agradar a Dios. Y cuando pecamos nos sentimos tan mal que hasta nos autocensuramos o nos castigamos nosotros. Por la falta de entendimiento de la gracia, por un lado, pero por no entender el ministerio de él que dice justamente que con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que ha santificado o a los que está santificando. Cristo es el sacrificio perfecto y la religiosidad nos ha llevado a eso. Todavía tenemos que creer que como dije tenemos que hacer algo. Para muchos la vida cristiana comienza y esto lo hablamos estos días y yo escuchaba, digo, me están espoleando el mensaje. Para muchos la vida cristiana comienza siendo. Entonces, bueno, ahora que soy cristiano tenés que, y le dan la listita, ¿no? Tenés que portarte bien, no tenés que pecar, tenés que orar, tenés que, tenés, tenés, tenés, tenés. Pero la vida cristiana comienza siendo. Es una gran diferencia. Disfrutando para después hacer. Miren lo que nos dice Pablo en Efesios 2, 3. En ese tiempo también nosotros, todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propios deseos, nuestros propósitos. ¿Cuántos se identifican con esto? Que en otro tiempo éramos eso. Como los demás, éramos por naturaleza merecedores de la ira de Dios. Pero Dios, digan pero Dios, pero Dios, que rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida. Aún cuando estábamos muertos, nuestros delitos y pecados, y en unión con Cristo, por gracia ustedes han sido salvos, y en unión con Cristo, Jesús nos resucitó y nos hizo sentar con Él en las regiones celestiales. ¿Qué está diciendo así? Que éramos pecadores y que la cruz nos transformó en hombres y mujeres sentados en los lugares celestiales. No dijo, bueno, ahora que sos pecador, pagá una penitencia y haces esto y lo otro. No. Cristo nos perdonó el poder de la cruz tan grande que Él nos sentó. Él nos premió. Él se agradó. Él nos llevó a los lugares celestiales. No dijo, hace algo. En otras palabras, nos puso en el reposo. Nos llevó al reposo espiritual. Nos sentó. Nos sentó dando idea de descansen, porque hay mucho para hacer, pero descansen. No tenemos que hacer ningún sacrificio para ser perdonados. Y a veces decimos, esos son los católicos y a veces los evangélicos. A veces los evangélicos. Todo fue hecho. Ese sentarnos nos da la certeza. ¿Por qué leí los versículos anteriores? Porque éramos todo eso nosotros. Pero Dios no se fijó en lo que éramos. El poder de la cruz y el poder de Su sangre es tan grande que bastó para sentarnos. Fue suficiente. Fue suficiente. Y eso se nos tiene que revelar. Iglesia, cristianos que viven agobiados, agobiados, que como que siempre tienen que hacer algo. Hay un dicho en Argentina que dice, siempre le falta 20 para el peso. Siempre le falta un poquito. Le falta un detalle para llegar y como que si no llegan, como que creen que hay una medida que Dios está esperando. Y Dios dice, no llegaste, no llegaste. Yo tengo una noticia. Todo lo que nos falta, la gracia lo suplió. Todo lo que a nosotros nos falta, la gracia de Dios lo suplió. Hace poco, hace mucho, la gracia lo suplió. Y eso es magnífico. No tenemos que hacer nada. Ahora, la diferencia con el antiguo pacto, que era necesario hacer para ser aceptado. Si obedeces, todas estas bendiciones de verdad. Si desobedeces, todas estas maldiciones te vendrán. Pero en el nuevo pacto, podemos decir como Pablo, somos lo que somos por la gracia de Dios. Somos lo que somos y su gracia es suficiente. ¿Cuántos dicen amén? Y porque somos, hacemos. Y porque somos, hacemos. Y el hacer va a ser consecuencia de la nueva naturaleza. Por eso cuando alguien entiende el mejor ministerio, sirve con gozo. No hay pesar. Si todavía tenés pesar porque tenés que congregarte, porque tenés que salir, porque tenés que visitar, porque tenés que llevar la palabra, hay algo que hay que arreglar allí. Pero la vida que ha sido, ha pasado por la cruz y ha entendido que vive en el nuevo pacto, en el mejor ministerio, disfruta servir a Dios. Porque es una consecuencia de lo que fue hecho en su vida. El hacer va a ser resultado y siempre va a dar gozo y alegría. Por eso la palabra de Dios nos exhorta a servir con gozo, a servir con alegría, a vivir en ese gozo permanente a pesar de las circunstancias. Y muchas veces la iglesia se pierde eso. Y hay alguien que decía, podemos tener cara de tetera o cara de cafetera. La tetera vieron que es redondita y siempre así, pero la cafetera es larga y la espadita así. Entonces a veces en la iglesia nos encontramos con cara de cafetera. Todos agobiados, pero tienen que servir. Pero Dios nos quiere con cara de tetera. Contentos, gozosos, hay que hacer, tenemos que servir, tengo que salir, tengo que ir a predicar a otros lugares, tengo que ser sal en otro lugar. No es pesar. Uy, tengo que ser sal. Soy sal. Tengo que ir a hablar con alegría y porque somos, hacemos. Efesios 2.10, famoso pasaje. Porque por gracia somos salvos, por medio de la fe y no por obras. Creados y fuimos creados por Cristo Jesús. ¿Para qué? Para buenas obras. Y esas obras son el resultado de la vida nueva. Esas obras creadas para buenas obras. No por obras, pero sí para dar fruto en las buenas obras que Dios nos ha mandado. Que Él preparó de antemano para que nosotros andemos en ellas. Preparadas de antemano para que andemos en ellas. Y esas obras van a ser el resultado de entender en qué pacto estamos parados de la superioridad del ministerio de Cristo que superó ampliamente el antiguo pacto y que no necesitamos hacer nada, solamente sentarnos y después, como consecuencia, fluir en el Espíritu. ¿Quieres saber qué es fluir en el Espíritu? Siéntese en Cristo, en los lugares celestiales con Cristo. Y desde allí comienza a fluir y solamente eso va a hacer que usted viva la vida cristiana en el hogar, en la familia, entre los matrimonios, los hijos, los parientes, los hermanos, el colegio, la universidad, el trabajo, el área donde usted se mueva. Se fluye en el Espíritu. A veces pensamos fluir en el Espíritu algo etéreo. No es algo, es alguien. Fluir en el Espíritu de Él. Cristo también es el único medio de salvación. Hebreos 9 nos dice de nuevo, entró una sola vez y para siempre en el lugar santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y de cerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno. Cristo, el único medio de salvación. No hay otro. Y nosotros lo sabemos, pero como evangélicos, muchas veces queremos buscar una vuelta. Bueno, pues si hago esto, capaz que gano el favor de Dios. El favor de Dios ha sido derramado a través de Cristo. Y ese favor está operando en la iglesia. Y nosotros tenemos que disfrutarlo. Y el único medio de salvación que tenemos, Cristo. Si hemos pecado, ¿qué tenemos que hacer? ¿Curir al Padre? Abogado tenemos. ¿Y saben qué es lo más tremendo? Y ahora lo vamos a hablar. Esto, el alcance del poder de su sangre. Nos dice el mismo autor de Hebreos 9, Cuanto más la sangre de Cristo, que por medio del Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará de obras muertas nuestra conciencia para que sirvamos al Dios vivo. Y este mejor ministerio nos libra de culpa y condenación. Por años la iglesia ha vivido en culpa y condenación. Tristemente, ¿qué significa eso? Que pecábamos, pero nosotros seguíamos condenándonos. Por eso necesitábamos encuentros, reencuentros y recontraencuentros para que alguien nos liberara de esas cargas y volvíamos a la vida y volvíamos a lo mismo. ¿No le pasó? Todos volvíamos a un mismo estado. Pero entender que la quitada fue la culpa. Cristo se hizo maldición por nosotros. ¿Para qué? Para hacer gracias. Para ser librados de la culpa y la condenación. Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. No permitas que nadie te condene. No permitas que nadie te culpe si has sido lavado por la sangre de Cristo, si te has arrepentido de tus pecados. No hay culpa ni condenación. Ningún diablo te puede condenar. Ningún demonio te puede hacer sentir condenado. Pero en nuestra naturaleza, en esta carne, lo vivimos. ¿Y saben qué es eso? El gobierno del alma sobre el espíritu. Cuando el alma gobierna el espíritu, el alma te va a decir, culpable, culpable, culpable. Mirá qué mal que estás. Mirá qué mal estás. Pero cuando el gobierno del espíritu domina, subyuga al alma, nosotros le creemos a la palabra. Nosotros nos sujetamos a lo que dice la voz de Dios. Nosotros nos sujetamos al poder que tuvo Cristo en la cruz. Y es el mejor antídoto para vencer toda culpa y condenación. El alma es perversa. Siempre nos va a querer llevar a la culpa, a la condenación, a la depresión. Que ayer también hablábamos un poco de esto. ¿Por qué se llegan a tales estados? Porque le damos lugar al alma. Y el alma nos va a hacer acordar lo que hicimos. Y es verdad que lo hicimos. Pero también es poderosa la verdad que Cristo nos libertó de todo eso y que si pedimos perdón, ese pecado desapareció a los ojos de Dios. Vivir en esa realidad es la lucha constante de cristianos. ¿Quién gobierna nuestras vidas? ¿El alma o el espíritu? ¿Saben cómo se arregla eso? Depende de quién alimentemos. ¿A quién alimentemos más? Es quien va a prevalecer y va a gobernar. Si alimentamos el alma, cuando vienen esos pensamientos y nos sentimos, ¡Ay, sí, tenés razón! ¡Ay, qué mal que estoy! Empezamos deprimidos. ¡Ay, no, no es cierto lo que hice! Y ya no quiero hacer nada, no quiero servir, no quiero ser sal, no quiero salir del salero, todo lo demás, el alma gana una batalla. Pero si nosotros alimentamos el espíritu con la verdad de Cristo, nosotros podemos entender y salir victoriosos cada vez que vienen esos ataques. El alma es perversa, lo vuelvo a decir, y el alma siempre te va a llevar hacia atrás. Por eso es tan importante someter las emociones que vienen de depresión, de tristeza, de angustia, cuando nos acordamos de situaciones pasadas y someterlas a la cruz. Es decir, eso fue resuelto en la cruz. Yo no necesito un encuentro para que me sane. Solamente presentarme ante Dios y saber que he sido liberada. Pero esta es una tragedia que vive la Iglesia e impide que avancemos. Entonces caminamos en círculos, como el pueblo de Israel, y vivimos en un círculo vicioso porque queremos, sabemos qué tenemos que hacer, entendimos que estamos en un nuevo pacto, pero todavía seguimos en ese círculo. El alma, no la matamos, el alma tiene que someterse, tiene que reeducarse, tiene que convertirse, tiene que subyugarse ante el poder del Espíritu Santo. ¿Cuántos dicen amén? Y esto justamente, este mejor ministerio, nos libra de esa culpa y de esa condenación. Este mejor ministerio nos hace caminar en esa nueva vida. Porque cuando el alma está sujeta, nosotros podemos avanzar y caminar en el propósito eterno de Dios y hacia lo que Dios quiere. ¿Saben que la tragedia más grande de vivir en culpa y condenación es consecuencia de no haber entendido la supremacía de Cristo sobre nuestras vidas? Lo que Él logró en la cruz, lo supremo, lo exenso que Él logró en la cruz. Cuando no entendimos el valor de esa cruz, podemos ya caer en esta tragedia. Pero nosotros, como ustedes lo dicen, siempre somos los entendidos, ¿verdad? Y con mente entendida recibimos esta verdad. No vivamos más haciéndole caso al alma. Porque solamente vamos a llegar a este. Este mejor ministerio nos libra de toda esta culpa y condenación. Y la segunda cosa mejor que encuentro en este versículo es un mejor pacto. Él dice que la palabra que leíamos al principio, ¿se acuerdan? Hebreos 8, nos hablaba justamente pues es mediador de un mejor pacto. Mejor ministerio, mejor pacto. Sabemos que el antiguo pacto estaba basado en leyes y reglamentos. Y Dios siempre, no fue el deseo de Dios, Dios siempre quiso tener un reino de sacerdotes. Desde el comienzo. Pero el pueblo de Israel no lo quiso. Dice que se espantaron tanto cuando Dios habló entre el trueno y la nube que le dijeron a Moisés que hable con vos, y después nos decía nosotros. Pero no fue la idea original de Dios. La idea original de Dios era formar un reino de sacerdotes a su servicio. Que toda Israelita tuviera esa relación con él. Ellos eligieron otra cosa, como dije, oírlo a través de Moisés. Y ellos también, cada vez que pecaban, se ponían sus propias leyes. Cada vez que había un error, se iban poniendo leyes. Ellos eligieron una relación con Dios. Que es muy diferente. Pero el nuevo pacto, sabemos que está basado en el sacerdocio universal de cada hijo que debemos recuperar. Y que ayer hablábamos un poco, también escuchábamos de esto, de ese sacerdocio universal donde no necesitamos un intermediario porque tenemos plena libertad para tener comunión y intimidad con Dios, ¿verdad? Nosotros hemos salido de ese estado de relación para entrar en este. El nuevo pacto está basado en la vida indestructible del hijo. El nuevo pacto está basado en la vida de libertad y de plenitud. Por eso cuando el libro de Hebreos 10, 15, perdón, 16, dice este es el pacto que haré con ellos. Después de aquel tiempo, dice el Señor, ¿qué dice? Pondré mis leyes, ¿dónde? En su corazón y la escribiré en su mente. Y después añade y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones que recién les leía yo y les decía. Y acá encontramos cómo Dios ya estaba prejurando y diciéndoles es un pacto filial el que voy a hacer con esto. Se lo había dicho Jeremías hace mucho tiempo atrás. Y lo corrobora el autor de los Hebreos. Donde ese pacto les hablaba de un libre acceso a su trono. Donde él iba a vivir en ellos. Todo lo que simboliza y simbolizaba lo que hoy vivimos, la realidad del nuevo patro. Donde nosotros nos encontramos hoy y donde hay abundante gracia derramada. Eso es lo que Dios quería para ellos. Dios quería que vivieran en esa realidad pero ellos no la recibieron. Pero encontramos, como dije ellos, entonces eligieron una relación. Pero en el nuevo pacto encontramos algo diferente que es comunión e intimidad. 1 Corintios 1.9 dice Fiel es Dios quien nos ha llamado a la comunión con su Hijo. Y comunión no es lo mismo que relación. Y lo sabemos. Adán y la mujer, porque ustedes saben también que Eva se llamó Eva después de Génesis 3. Pero no fue creado Adán y Eva. Fue creado Adán y la mujer. ¿Quién le pone nombre a Eva? Adán. En capítulo 3 de Génesis. Después léalo, búsquelo. Adán recibe el nombre de... Perdón, Eva recibe el nombre de Eva de parte de Adán. Pero Adán recibe el nombre de Adán de Dios. Dios creó varón y hembra, los creó. Y ellos, en ese estado, como hombre y mujer, como varón y hembra, en el huerto, tenían la comunión y la intimidad perfecta con Dios. Al punto dice que se paseaban, ¿no? Que conocían la voz de Dios porque cuando pecaron, oyeron la voz de Dios y salieron a esconderse. O sea que lo conocían muy bien. Era una relación perfecta. Vamos a cambiar, no era una relación, era la intimidad y la comunión perfecta. ¿Y saben que Dios nos está llamando a recobrar ese diseño original? A dejar de estar en una relación como muchas veces nos enseñaron. Porque el pecado rompió la intimidad esa, esa comunión entre ellos y a partir de Génesis 3 empezó una relación de Dios con el pueblo y con el hombre, con los pactos que hubo hasta que llegó Cristo. Y la relación con Dios habla de algo externo que viene de afuera, producto de la desobediencia, como les decía. Y por años a la iglesia nos enseñaron que debemos tener una relación con Dios. ¿O cuántas veces? Vos tenés que tener una relación con Dios. Y lo decíamos, pero porque todavía estamos posicionados pero cuando entramos en esta verdad presente entendemos que Dios no quiere relación, quiere comunión e intimidad. Quiere volvernos al diseño original de Adán y la mujer. Quiere volvernos a ese estado pleno donde ellos estaban desnudos, sentido figurado, no ocultaban nada, eran íntegros y que hablaban cara a cara con Dios. Un pueblo de Israel se lo perdió eso por haber elegido no ser el reino de sacerdotes. Se lo perdieron. Y algunos esporádicamente lo disfrutaron, como un David o como otros hombres que tuvieron vislumbres de esa realidad. Pero nosotros hoy debemos migrar y de nuevo múdese de relación a comunión. Hay una gran diferencia. La relación quedó en el antiguo pacto. La comunión y la intimidad fue recuperada en la cruz. Cristo mismo cuando llegó a este mundo habló del Padre, cambiando todos los estándares conocidos. ¿Cómo le va a decir Padre al Shabéal innombrable? Mi Padre y yo. ¡Pablo! ¡Papito! ¡Qué audaz! ¡Qué atrevido! ¡Papito querido! Haba Padre. Hasta lo cantamos. Papito querido. En una comunión e intimidad única. Y la Iglesia que trasciende tiene que volver a eso. Tiene que volver a entender que este mejor pacto nos trajo esa intimidad y esa comunión que no es pasarnos 12 horas cantando, sino que vivir las 24, 7, 365 en comunión constante con Él. ¿Cuántos lo viven a eso? ¿Verdad que sí? No necesitamos hoy un lugar físico como ellos. Que ellos necesitaban un lugar, una hora y una posición para orar y tener una relación más que era una relación fría. Nosotros tenemos toda nuestra vida, nos levantamos, hablamos, nos despertamos, andamos en el auto, cocinamos, estamos en la escuela, en donde sea, como digo, en el trabajo, en la fábrica, donde cada uno se mueve, puede tener esa comunión ininterrumpida. Ese orar sin cesar, esa intimidad con el Amado. Que no anula el otro momento. Que también lo podemos tener. Porque a veces dicen, ah, ahora no se ora. Sí, se ora. Se ora más. Porque oramos 24 horas. ¿No le ha pasado a veces despertar y estar orando? O llorando porque ha tenido una experiencia fuerte. Son preciosas esas cosas. Experimentar eso. Y hoy migramos de una relación a una comunión, a una intimidad, que fue recuperada en la cruz. Por eso es tan valioso ese pacto. Por eso la cruz es más que Dios me salvó. En esa cruz recuperé lo que el diseño roto lo había dejado. Y recupero el diseño original. Nosotros fuimos llamados a la comunión con el Hijo. Y la tercer cosa mejor que Cristo impartió a través de la cruz es mejores promesas. Establecido un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Hebreos 10, 19. Dice así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús tenemos plena libertad para entrar al lugar santísimo. Por el camino nuevo y vivo que nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo. Y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios. Acerquémonos pues a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Fíjense que tenemos mejores promesas. Mejores promesas. Una de las más gloriosas promesas que tenemos es que Él vuelve, que Cristo viene. Eso es glorioso. La iglesia no tiene que salirse de ese eje. Porque hay muchos que ya piensan que Cristo llegó, ya vino. Pero creemos a la palabra, ¿verdad? Cristo viene y lo esperamos, su segunda venida. Él viene, Él viene. Tenemos una promesa que Él la va a cumplir. La creemos. 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