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Aprende, pues, el feliz hábito de reaccionar ante toda tentación de percibirte como débil y afligido con estas palabras: Realmente, soy Tal como Dios Me creó. Su Hijo no puede sufrir. Y Yo soy Su Hijo. Así se invita a la fuerza de Cristo a que prevalezca, reemplazando todas tus debilidades con la fuerza que proviene de Dios, la cual nunca falla. Y así los milagros se vuelven para ti tan naturales como parecían serlo el miedo y la angustia, antes de que te decidas por la santidad.