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Dígase y Cumplase - Lucas 2.1-7 - No. 131

Dígase y Cumplase - Lucas 2.1-7 - No. 131

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The speaker discusses Psalm 6, verses 1-3, where the psalmist prays to God for compassion and healing. The psalmist relates their illness with God's discipline, possibly due to their sin. The speaker emphasizes the importance of the Word of God in preventing and restoring us from sin and urges listeners to pray for restoration and seek forgiveness. The speaker then transitions to discussing the fulfillment of God's will, using the example of the birth of Jesus and how even powerful rulers like Augustus Caesar were used by God to accomplish His purposes. The speaker encourages trust in God's sovereignty and reminds listeners of the peace and security found in Him, especially in uncertain times. They conclude by reading Luke 2:1-7, highlighting the significance of Jesus' birth in relation to the rule of Augustus Caesar. Salmos, capítulo 6, versículos 1 al 3, vale, Salmos, capítulo 6, versículos 1 al 3, dice, Oh Señor, no me reprendas en tu enojo ni me disciplines en tu ira, ten compasión de mí, Señor, porque soy débil, sáname, Señor, porque mis huesos agonizan, mi corazón está angustiado, ¿cuánto falta, oh Señor, para que me restaures? Es lo que dice el salmista. Es una oración bastante sentida del salmista al Señor. ¿Cómo estaba el salmista? ¿Estaba pasando por un buen tiempo? No. ¿Estaba enfermo? Sí, estaba enfermo. Y es interesante que el salmista relaciona la enfermedad ¿con qué? Con la disciplina de Dios. Por eso el salmista le dice, no me reprendas en tu enojo ni me disciplines en tu ira. Y si Dios estaba disciplinando al salmista, es porque seguramente ¿qué había pasado en la vida del salmista? ¿Había pecado o no había pecado? Había pecado. Y uno muchas veces dice, pero Dios, ¿por qué me hace sufrir? Dios, ¿por qué permite el sufrimiento? Muchas veces, no siempre, no siempre es así, pero muchas veces es consecuencia de mi pecado. Y Dios simplemente está disciplinando. Muchas veces, pero no siempre es así. No siempre que yo esté enfermo es porque yo estoy recibiendo disciplina de Dios. Es por mi pecado. No, no, no, no. Hay otras explicaciones, posibles explicaciones, pero en este caso el salmista sí relaciona su enfermedad con una disciplina del Señor. Y el salmista le dice, ten compasión de mí Señor. ¿Por qué? Porque soy débil, soy débil. Si tú quisieras extender con dureza tu mano en contra de mí, me acabarías, me destruirías. En un abrir y cerrar de ojos, yo quedaría muy mal. El salmista le dice, Señor, por favor no me reprendas, no me reprendas. Restáurame, por favor, restáurame. ¿Y qué creen ustedes que es lo que nos salva de, bueno, lo que nos evita ser disciplinados por Dios? La Palabra de Dios. Porque muchas veces hacemos cosas en contra de Dios sin conocer lo que Dios dice, y muchas veces hacemos cosas en contra de Dios aún sabiendo lo que Dios dice, pero la Palabra de Dios nos muestra casos como el salmista y nos advierte de a lo que estamos jugando con el Señor. Pero a la vez también, aunque nos sirve como algo preventivo, también nos sirve y es el instrumento que Dios usa para qué. ¿Qué es lo que termina diciendo el salmista? Restáurame. ¿Qué es lo que puede restaurar nuestro corazón? La Palabra de Dios. Y por eso venimos hoy acá, para escuchar la Palabra de Dios, para estudiar la Palabra de Dios, para guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones. Quiero pedirles que entonces hagamos cada uno de nosotros una oración. Le pidamos al Señor, Señor, restáurame con tu Palabra, enséñame tu Palabra. Y de paso, pongámonos a cuentas con Dios, porque como el salmista, yo soy un pecado, y necesito ponerme a cuentas con el Señor. Necesito poner mi corazón a la luz de su santidad y pedirle perdón por aquello que yo sé que hice en contra de su voluntad. Así que tengamos ese tiempo para hacer esas dos oraciones, en este instante. Gracias por esta mañana y gracias porque nos das la alegría de venir a contemplarte a través de tu Palabra. Y hoy creo que es un mensaje de esperanza, un mensaje de gozo, un mensaje que nos alienta a confiar en ti, a esperar en ti, a estar seguros en ti, en medio de las circunstancias que vivimos. Yo te pido por favor que nos restaures con tu Palabra, que nos des paz, nos des gozo, y también nos adviertas con tu Palabra, porque el temor a ti es sano. No estamos tratando con cualquiera, aunque nos amas, aunque podemos tener libertad para acercarnos a ti, aunque nos sentimos amados por ti, no estamos tratando con cualquiera. Estamos tratando con el Dios, el único Dios, el Dios del Universo, el que nos creó, el que tiene poder, que lo gobierna todo. Y en ese sentido, también es bueno sentirnos advertidos y guardar en nuestro corazón un respeto profundo por ti, en medio de nuestra cercanía, en medio de nuestra intimidad, aún así, guardar un respeto profundo por ti. Ayúdanos con tu Palabra, Señor, de esta mañana. Por favor, que tu Palabra nos bendiga, que seas tu Señor, el exaltado, el honrado, en el corazón de cada uno de nosotros, en el nombre de Jesús. Amén, y Amén. Bueno, muy bien. Pues la mañana de hoy, queremos tener este tiempo de predicación que hemos titulado Dígase y cúmplase. ¿Dónde han ustedes escuchado algo como eso? ¿Como en qué ámbito? ¿Como en qué? En los decretos, eso. ¿Los decretos de qué? ¿Del gobierno? ¿Del gobierno, no? ¿De qué más? ¿De qué? De los juicios. Muy bien, los juicios. Esto suena como por ahí, como a gobierno, como a instituciones, como autoridades. Dígase y cúmplase. ¿Verdad? Y hoy vamos a ver algo que tiene que ver todo con eso. Algo que Dios dijo, y adivinen qué. Se cumplió. La pregunta es, ¿cuándo lo dijo? A ver, echen números, solo como por romper un poquito de hielo. La profecía de hoy, ¿cuándo creen que Dios la dijo? ¿Cuánto tiempo antes de que se cumpliera, Dios la había dicho? Echen números. Echen, cualquiera. Yo sé que es difícil porque no saben ni cuál profecía es la que vamos a considerar, pero echen números. ¿Veinte años? ¿Mil años? ¿Dos mil? ¿Cuatrocientos? ¿Cien años? ¿Doscientos años? Bueno, ok. ¿Quién puede asegurar que lo que dice hoy se va a cumplir mañana? A ver, ¿tú puedes asegurar que lo que dices tú de Daniel se va a cumplir mañana? No, ¿verdad? Vamos a ver, la soberanía de Dios en su palabra, en el cumplimiento de su palabra, ¿ok? Pues bien, eso es lo que vamos a considerar esta mañana, vamos a ir andando por ahí. Y pues esta semana no ha sido una semana, digamos, calmada en Colombia. Esta semana, con todo lo de sanitas, las EPS, qué compensar, qué la nueva PS, qué es lo que dice el gobierno, qué es lo que dicen los otros sectores, se han encargado de ponernos bastante incertidumbre. Con la salud y con todos los temas políticos. Y pues es normal que en medio de semejantes situaciones que hemos estado viviendo, y ahora súmelelo el agua, pues es normal que cosas como esas nos generen incertidumbre. Y, disculpe, ¿a quién se siente seguro en medio de situaciones como estas? Y, disculpe, ¿a quién se siente seguro en medio de situaciones de incertidumbre? ¿Quién se siente seguro? Levante la mano. Nadie, ¿verdad? Nadie. Si hay algo que nos causa la incertidumbre es temor, ansiedad, inseguridad, tristeza, preocupación, ¿verdad? Y creo que el Señor me ha ayudado para que este mensaje se diga justo esta semana. Porque tiene todo que ver, tiene todo que ver. Y espero que esta enseñanza, y creo, estoy convencido que esta enseñanza tiene que darnos mucho aliento, mucho ánimo. Que debería generar en nosotros una paz y una seguridad que debemos recordar en momentos como este, como el que estamos viviendo, o en otros momentos donde haya mucha incertidumbre. Incertidumbre hasta con los gobiernos, incertidumbre con nuestra pareja, incertidumbre con nuestros hijos, incertidumbre con nuestro trabajo. Dios está en control, ¿ok? Dios está en control. Y la idea principal del texto que vamos a considerar hoy es justamente que la voluntad de Dios se cumple. La voluntad de Dios se cumple porque se cumple, ¿ok? Y para cumplirla Él puede usar hasta a los gobernantes, ¿ok? La voluntad de Dios se cumple y para que se cumpla Él puede llegar a usar hasta a los gobernantes, ¿bien? Así que el propósito de este tiempo es que confiemos en la voluntad de Dios, ¿ok? En que sus designios se cumplen y nos convenzamos de que Él lo gobierna todo. Y aunque pareciera que hubiesen grandes presidentes o grandes líderes que tienen todo el poder, su poder es limitado. Su poder está o depende de la voluntad y la soberanía de Dios, ¿ok? Así que vamos a entrar en detalles y vamos a considerar lo que fue el nacimiento de nuestro Señor Jesús, ¿ok? Y para eso quiero invitarlos a que busquen en sus Biblias Lucas capítulo 2 versículos 1 al 7. Lucas capítulo 2 versículos 1 al 7, ¿vale? Y hemos visto ya otras veces que todas estas historias nos ayudan a entender lo que pasó, ¿verdad? Nos ayudan a tener claro qué fue lo que sucedió para que eso nos sirva para afirmar nuestra fe en Dios, en el Señor Jesús. Pero estas historias también deben tener un principio práctico para nosotros hoy, ¿verdad? Y ese es el principio al que me estoy refiriendo o al que ya me he referido hasta aquí, ¿vale? Vamos a ir leyendo y vamos a ir considerando tanto la historia como el principio que esta historia nos deja a mí hoy, dos mil años después del nacimiento de nuestro Señor Jesús, ¿vale? Y empieza, versículo 1, dice... Aconteció en aquellos días que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Que hubiese un gran censo, un censo donde se contara a toda la gente del imperio, donde se pudiese tener una lista de las personas del imperio romano. O que vivían bajo el dominio del imperio romano. Entonces, vuelvo a leer, versículo 1. Aconteció en aquellos días que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Ok, nacimiento del Señor Jesús. ¿Qué tiene que ver el nacimiento del Señor Jesús y la ley del gobernante más poderoso del universo en ese momento? Del mundo, perdón, no del universo, del mundo en ese momento. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Por qué es tan importante? ¿Por qué resulta significativo? Bueno, vamos a considerar. Augusto César era el emperador romano de ese momento. Era un gran gobernante. Y era un gobernante que había extendido su dominio a tierras judías. Dominaba una gran porción de la tierra en ese momento. Y su influencia, su poder militar, había llegado hasta tierras judías, donde nuestro Señor iba a nacer. Augusto César era un hombre poderosísimo en ese momento. Y luego de un periodo de profundo dominio y de una gran influencia militar en toda la zona, Augusto César logró establecer en su imperio un periodo de paz. Pero claro, ese periodo de paz costó, costó algo. Al principio costó un gran peso militar sobre las tierras que estaban siendo dominadas por él. Pero él logró establecer su poder, logró establecer la paz. Y Roma llegó al punto de hacer que tanto Roma como todas las tierras que estaban siendo dominadas por Roma consideraran al César como Dios. Y en ese momento de la historia resulta que el César era el equivalente a Dios. César era un Dios. César debía ser admirado, debía ser respetado, debía ser obedecido, pero no solamente eso, debía ser adorado. Y lo que él dijera se consideraba palabra divina. Y atreverse a no obedecerlo o adorarlo era causal de pena de muerte. Y en medio de ese contexto histórico es que Nuestro Señor nace. Roma se había extralimitado al hacer que los Césares fueran considerados figuras divinas, dioses que debían ser respetados y adorados por todos los que dependían de Roma. Sin embargo, este gran hombre y emperador César, Augusto César, terminó siendo parte del plan del Dios del Universo sin siquiera darse cuenta de que Dios lo estaba usando para cumplir su palabra. ¿Cómo así? ¿Acaso no era Dios? ¿Acaso Augusto César no era Dios como para que otro Dios viniera y lo mandara? ¿Y lo mejor? ¿Lo mandara sin que él se diera cuenta que estaba siendo mandado? Él no era Dios, obviamente, pero nuestro Dios sí es Dios. Y nuestro Dios lo gobierna todo. Y nuestro Dios está por encima de los gobernantes más poderosos del mundo. Él está por encima. ¿Ok? Y el censo que Augusto César ordenó resulta que generó una movilización de personas masiva que hizo que José y María también se movilizaran hacia otra región para cumplir así lo que fue la profecía de Dios con respecto al lugar donde el Salvador nacería. ¿Quién va a ver? ¿Quién va a creer? ¿Cómo es que justo en el momento del nacimiento del Señor, Augusto César ordena este gran censo que genera semejante movilización de personas y termina llevando a José y María al lugar donde Dios había dicho que el Salvador iba a nacer? Muy interesante. El propósito que el César tenía con este censo era que cada persona del imperio fuera registrada. ¿Verdad? Ese es el propósito de los censos. Contabilizar. Contabilizar la gente que vive en un lugar. Contabilizar la gente que estaba siendo dominada por Roma. ¿Ok? Saber su origen familiar. Supongo que poderlos identificar como personas vivas, ¿no? Porque pues un muerto no era un censo, ¿verdad? Entonces, saber quienes estaban vivos. Saber cuál era su estado civil, si ya estaban casados, si seguían solteros, si habían enviudado, qué había pasado. Cómo estaba su familia. Pero este censo era especial. No era como los censos de hoy donde la gente del DANE sale y nos visita puerta a puerta. ¡Buenas! Que ¿cuánta gente vive acá? Que ¿quiénes son los que viven acá? Que si tienen EPS, que si tienen estudios, que no sé qué. Así no era el censo en ese momento. En ese momento se le obligaba a todas las personas a mudarse o trasladarse al lugar de origen familiar para ahí ser contabilizados. Ahí ser registrados. Entonces, si tú eras de algún lugar, pero tu familia era de Nazaret, pues tú no importa dónde estuvieses, tenías que viajar hasta Nazaret, llegar a la oficina de registro de Nazaret y ser tú el que... ¡Buenas! Que me quiero registrar. Y José y María vivían en Nazaret. Estaban radicados en Nazaret, Galilea. Ciento o cien kilómetros de Jerusalén. Y tenían que irse hasta el lugar de la ciudad o hasta la ciudad de su familia natal. Pregunta. Voy a ver quién me ha puesto cuidado estos domingos. ¿De dónde venía José? ¿De qué hombre venía José? ¿Quién dijo David? ¡Ah! Bien, bien, bien. De David. ¿De cuál David? ¿David? ¡Del gran rey David! Muy bien, así que José y María tenían que movilizarse a la ciudad de quién? ¡De David! No va a preguntar cuál es porque lo vais a meter en la sorpresa. Ahorita vamos para allá. El propósito de Dios al permitir el censo que Augusto César promulgó, ¿Cuál era? Era cumplir la profecía acerca del nacimiento de Jesús, que él había comunicado, que él había dicho 700 años atrás. Es decir, como si hoy se cumpliera algo que se dijo en el año 1300. Eso suena muy lejos. Pero 700 años atrás, un profeta de Dios, por orden de Dios, había dicho palabra de Dios de dónde nacería el Salvador del mundo. Y se estaba cumpliendo la profecía. Se estaba cumpliendo la profecía. Así que Lucas dice en el versículo 2 y el versículo 3 lo siguiente, dice, Este primer censo se hizo siendo sirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados cada uno a su ciudad. Iban todos para ser empadronados cada uno a su ciudad. Vamos a leer hasta el 5. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén. Por cuanto era de la casa y familia de David. Para ser empadronado con María, su mujer. Para ser empadronado con María, su mujer. Censado con María, su mujer. Desposada con él. La cual estaba encinta. María estaba embarazada. Ya llevaba algún tiempito. Se promulga este censo. Se ordena este censo. José tiene que alistar todo para salir de viaje. Llegar a Belén. Y yo creo que no fue un viaje fácil. Era un viaje de más o menos 120 kilómetros. A pie. En burrito. Ahí no había aviones. Creo que María estaría feliz con esa idea. Era un viaje incómodo. Era un viaje difícil. Además, significaba para José tener que dejar resueltos todos sus asuntos en Nazaret. Él no podía salir de Nazaret con deudas. Él no podía salir de Nazaret con cosas prestadas. Él tenía que dejar todas las cosas bien organizadas ahí en Nazaret. Si gente dependía de él, él tenía que pagar absolutamente todo. Él tenía que organizar sus bienes y salir. Hacia Belén. Y a eso súmele que María estaba embarazada. Damas. ¿A qué dama le gustaría emprender un viaje con ocho meses? Con ocho meses de embarazo. ¿A qué dama? Y en burrito. A ninguna, ¿verdad? Ninguna. Pero el censo era obligatorio. Debía hacerse. Y debían cumplirlo. Tenían que cumplir la orden del gran César. El gran emperador romano. ¿Ok? Y efectivamente salieron en camino hacia allá. Y llegaron a Belén. Para ser censados. Para ser registrados. Y resulta interesante que Roma haya pedido esto. ¿Por qué? Porque tú y yo en la Biblia sabemos que Jesús tenía derecho al trono. ¿Por qué lo sabemos? Porque la Biblia nos dice que Dios le había prometido el trono, el reino, sobre el pueblo de Israel, ¿a quién? A David. Y que de David vendría un rey que sería eterno, que gobernaría eternamente, que sería Jesús. Para los judíos eso era algo muy claro. Para ti y para mí que tenemos una instrucción cristiana es muy claro. Pero resulta que hasta con este censo quedó registrado en Roma que Jesús tendría derecho al reino del pueblo de Dios. Y bueno, así fue. Y bueno, así fue. Y entonces, versículo 6 dice, versículo 6 y 7. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. ¿Qué sucedió mientras estaban en Belén? Que María dio a luz al Señor Jesús. ¿Y qué fue lo que dijo Dios a través del profeta Miqueas 700 años antes? ¿Qué fue lo que dijo? Ahí está, Miqueas. Miqueas es un profeta del Antiguo Testamento, 700 años antes, contemporáneo a Isaías, que recibió palabra de Dios. Y como era palabra de Dios, él tenía que comunicar esa palabra al pueblo. ¿Y qué dijo? Pero tú, oh Belén Efrata, refiriéndose a Belén, eres sólo una pequeña aldea entre todo el pueblo de Judá. No obstante, de ti saldrá un gobernante para Israel, cuyos orígenes vienen desde la eternidad. Ahí quedó claro, ¿de dónde iba a nacer el Salvador? De Belén. Es más, los grandes eruditos de Israel, que conocían las Escrituras, que conocían la profecía, ellos sabían de dónde iba a salir el gran Salvador. Y lo estaban esperando en Belén. Claro, sólo lo sabían ellos, porque la gente común estaba apanada en ser liberados de Roma, pero ellos no se ponían a estudiar la palabra de Dios en detalle. Además, en esa época no era tan fácil, no había celulares, no había celulares con aplicaciones, no había Google, no había nada de esas cosas para averiguar dónde iba a nacer el Salvador. Ellos sí sabían. Y por eso es que Herodes, cuando se entera por los magos de que había nacido el rey de los judíos, él manda a llamar a quién? A los eruditos, a los grandes sabios de la ley, de la palabra del Señor. Y les pregunta, ¿dónde dice su ley, su palabra, que va a nacer ese gran rey? Y ellos le dijeron, en Belén. ¿Y qué pasó después? Más adelante Herodes manda a matar todos los niños de Belén. Pues ahí, en esa ciudad, es que nació nuestro Señor. Si no se hubiese promulgado, si no se hubiese decretado el censo, ¿dónde habría nacido? ¿En Nazaret? ¿Dónde estaba? Pero, no señor. La palabra de Dios estaba en juego. La voluntad de Dios estaba en juego. Y no hay nada que pueda transgredir la palabra de Dios. Y tenía que cumplirse. ¿Dónde nació Jesús? En Belén. Así que, el hecho de que Jesús naciera en Belén, y no en Nazaret, cumpliendo José y María la orden del censo del gran César, lo único que demuestra es la gran soberanía de nuestro Dios. Es que nuestro Dios lo gobierna todo. Que para Él el corazón de un hombre rencoroso, de un hombre orgulloso, de un hombre necio, de un hombre pecador, no es un obstáculo para que su voluntad se cumpla. Y ese simple César, con ímpulas de Dios, no es más que una pequeña pieza en el gran plan de Dios para la humanidad y la vida de cada persona. ¿No te parece hermoso eso? Si tú y yo hubiésemos vivido en la época del César, estaríamos diciendo ¿Cómo hizo Dios esto? Si es que este no era cualquier hombre, este era un gran gobernante. Es que no tenía dominio sobre Colombia nada más, tenía un dominio impresionante sobre una extensión de tierra amplísima. Pero para Dios, eso no era ningún problema. ¿Por qué? Porque solamente hay un Dios que gobierna todo desde el cielo. Nuestro Dios. Nuestro Dios. Nuestro Dios gobierna. Por eso el Salmo 22.28 que dice, leenlo por favor. Porque del Señor es que del reino. Del reino. ¿Y él gobierna qué? Las naciones. Pregunta. ¿A Dios se le está saliendo de las manos lo que está pasando en Colombia? ¿A Dios se le ha salido de las manos lo que ha pasado en Colombia durante los últimos 100 años? ¿Se le va a salir de las manos lo que va a pasar en los próximos años? ¿A Dios se le salió de las manos lo que pasó en Venezuela? No. No. Él gobierna. Él es soberano. Él está por encima de las autoridades. Él está por encima de los gobiernos. Él está por encima de lo que hombres quieran hacer. Nuestro Dios lo gobierna todo. Y los gobernantes, sabiéndolo o sin saber, están a su servicio. Como el gran Augusto César. Muy bien. No hay gobernante que se pueda oponer a los planes de Dios. No hay uno. Y sí o sí la voluntad del único y verdadero Dios se va a cumplir. Y el plan de reconciliación de Dios se estaba cumpliendo cuando nuestro Salvador nació en Belén. ¿Por qué? Porque era necesario que naciera allí. Era necesario que naciera en ese momento. ¿Para qué? Para liberarnos del dominio del pecado, del dominio de la muerte. Para liberarnos. Para darnos vida. Para que los que hemos creído en Jesús como nuestro Salvador, seamos reconciliados con Dios. Miren, hay un poder que es más poderoso que el de los gobiernos, que el de los presidentes, que el de los CEOs de las empresas. Que el de los generales de los ejércitos. ¿Saben cuál es ese poder? El poder del pecado. El poder del pecado. El poder del pecado. El poder de la muerte. ¿Quién ha podido vencer la muerte? ¿Quién de nosotros terrenales ha podido vencer la muerte? ¿Alguno? ¿Ninguno? ¿Quién? ¿Quién se puede liberar del dominio del pecado? ¿Es fácil hacerlo? No, tú y yo cada segundo estamos pensando el mal, estamos deseando el mal, estamos haciendo el mal. Eso es lo que verdaderamente nos tiene dominados. ¿Y qué era lo que el Señor venía a romper? A acabar la muerte y el pecado. Porque tú y yo creemos que estamos siendo dominados por un rey. Creemos que estamos siendo dominados por un gobernante. Creemos que estamos siendo dominados por los narcotraficantes. Por el internet, por las redes sociales, por la publicidad. Hombre, eso es lo de menos. Eso no es nada. Eso no es nada. Lo verdaderamente poderoso es el pecado, es la muerte. Y a eso fue que vino el Señor, a liberarnos de eso. Pero, nuestro Señor vino en unas condiciones muy particulares. ¿Cómo vino nuestro Señor? Dio a luz, dice el vertículo 7, hablando de María, dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales. ¿Y lo acostó en dónde? En un pesebre. ¿Pero cómo así? ¿Acaso Él no era el Hijo de Dios? ¿Acaso Él no es el Hijo de Dios? ¿Él no merece una clínica de tercer nivel con todos los especialistas? ¿Él no merece el mejor trato? ¿Él no merece la mejor habitación? ¿Él no merece el mejor doctor del mundo? ¿Él no merece el mejor doctor del mundo? ¿Él no merecía siquiera un lugar en un mesón, en una casa, en un hotel? ¿No merecía eso? Claro que no. ¿Pero y por qué entonces Jesús termina naciendo de manera tan humilde? ¿Y termina siendo acostado esa primera noche en un pesebre? ¿En un establo? ¿Junto a animales o muy cerca de animales? ¿Por qué? ¿Por qué creen ustedes? Díganme. Bueno, ahí está. ¿Por qué? ¿Por qué? Jesús quería venir identificándose con los rechazados, con los humildes, con los necesitados. ¿Y quería ser rechazado? No por masoquista, sino para que tú y yo, si hemos sido rechazados un día, nos podamos identificar con el Señor Jesús. ¿Quién de aquí se cree de familia muy influyente? ¿Hay alguno aquí de familia muy influyente? Permítame saberlo para coger su teléfono porque necesito de pronto... No mentiras, por molestar. ¿Hay alguno así? El apellido es niño y dicen que viene de Boyacá. González es el apellido más común de acá de Colombia, de Latinoamérica. Pero nuestro Señor nació así, y fue humilde, fue sencillo, aceptó el rechazo. ¿Para qué? Para que tú y yo sintamos una cercanía especial con Él. Para que tú y yo nos sintamos que estamos delante de alguien imposible de alcanzar. Para que sintamos su cercanía, su ternura, su sensibilidad, su amor por ti y por mí. ¿Te han rechazado en empresas? ¿Te han rechazado en empresas? ¿Te han rechazado para darte negocios? Hombres, damas, hombres, ¿Las han rechazado hombres? Padres, ¿Padres los han rechazado ustedes? ¿Hijos los han rechazado? Jesús no nos rechaza. ¿Por qué? Porque Él fue rechazado. Y Él nos ama. Y Él no nos rechaza. Porque Él fue rechazado. Y Él nos ama. Y Él no nos rechaza. A ti y a mí. Es nuestra secta, somos suyos. Y Él quiso identificarse con nosotros, los rechazados, los sencillos, los que no tienen nada, los que no pueden ofrecerle nada, los que son unos necesitados. Porque Él quería identificarse con nosotros, los humildes, los sencillos, los necesitados. A Jesús lo rechazaron hasta del mesón, donde José y María pidieron posada. No, para ustedes no hay. Le dijeron a José y a María. Pero, ¿cómo es posible que un ángel no haya sido enviado con anterioridad a haber hecho una reserva en el mesón? Porque el plan de Dios es diferente. Porque el plan de Dios es diferente. Y Pablo, 1 Corintios 1.26 a 29 dice, Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos somos poderosos, ni muchos somos nobles, sino que lo necio del mundo escogió Dios. ¿Para qué? Para avergonzar a los sabios. Y lo débil del mundo escogió Dios. ¿Para qué? Para avergonzar a lo fuerte. Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios. Y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se pueda actar en la presencia de Dios. Mientras el nacimiento humilde de Jesús es la gran gloria de Jesús, ese mismo nacimiento humilde es la gran vergüenza de quién? De los gobernantes, de los reyes, del César. ¿Por qué? Porque Dios lo usó, sin darse cuenta, para cumplir su voluntad. Y mientras el César, el emperador, creía que podía mandar, ordenar y hacer que lo que él se dijera se cumpliera, mientras tanto, un humilde salvador, que es el verdadero rey, estaba naciendo para establecer su reino eterno. Su reino eterno. ¿Y eso es hermoso? Eso es hermoso. Nadie está por encima de nuestro Dios. Nadie lo puede resistir. Nadie se puede oponer a sus planes majestuosos. Nadie. Y mientras él rechaza los soberbios, él está aceptando a los humildes, a los que humildemente reconocen su necesidad de un salvador. ¿Pero por qué pasa lo que pasa? ¿Pero por qué mientras tanto las EPS están cayendo? ¿Por qué mientras tanto en mi país hay tanta incertidumbre? ¿Por qué mientras tanto hay tanta violencia en mi país? Frank, me estás diciendo que Dios gobierna, que Dios es soberano, que Dios es poderoso. ¿Por qué le está permitiendo que por ejemplo la salud esté afectándose como se está afectando hoy? La voluntad de Dios se cumple aún por encima de los gobernantes de la tierra. Y amigos, Dios a ti y a mí nos promete justicia, plena libertad, plena justicia, nos promete gran bendición, nos promete estabilidad completa, seguridad completa, ¿acá en la tierra o en dónde? ¿En dónde? En la vida eterna en el Cielo. Mientras tanto, ¿qué nos dice el Señor? ¿En este mundo sufriréis qué? ¡Pero ánimo! ¿Por qué? Porque yo he vencido a mi mundo. Miren, si Jesús fumiste, si Jesús fumiste, miren, si Jesús fumiste, si Jesús sufrió, ¡fumilla! ¿Podemos nosotros vivir esperando que se nos garantice el derecho a no ser humillados, el derecho a no sufrir? No, no, no podemos. Pero sí podemos reclamar un derecho, y es el derecho a que mientras sufrimos las injusticias de este mundo, tú y yo, atravesemos esos momentos, ¿de mano de quién? ¡Del Señor! Amigos, no importa lo que pase, no importa qué tan grave se ponga la situación, no importa qué tan duras sean las circunstancias que tú y yo vivimos, tú y yo podemos esperar, atravesar esas circunstancias, ¿los que somos hijos de Dios con quién? ¡Con nuestro Señor! ¡Con nuestro Rey! Y Su Palabra se va a cumplir, y se va a cumplir a nuestro favor, y se va a cumplir en nuestra nación, y se va a cumplir en el mundo entero. Y tú y yo, aunque tengamos que sufrir un poco, ¡nunca ese sufrimiento se va a comparar con la gloria que nos espera! Y ese sufrimiento, no se compara con la compañía de la persona que tenemos a nuestro lado. Jesús. Por eso queremos cantar esta canción. Esta canción habla justamente de eso, de confiar en el Señor. La voluntad de Dios era que Él naciera de manera humilde, la voluntad de Dios era que Él fuera rechazado, pero era una buena voluntad. ¿Y Jesús qué hizo toda su vida? Confió en el Señor. ¿Y hoy dónde está? En el cielo, siendo Rey. Y toda rodilla se va a doblar delante de Él, aún las rodillas de los gobernantes más poderosos del mundo entero. ¿Qué tenemos que hacer tú y yo? Confiar. Confiar. Confiar. Así como tú te levantas todos los días y te metes a bañar, espero que lo hagan, así mismo, tú y yo tenemos que tomar la decisión todos los días de confiar, confiar, confiar. Confiar, confiar, confiar. Por más de que la situación esté en la peor, o sea, la peor situación posible, yo estoy con el Señor, el Señor está conmigo, Él gobierna y Él me cuida. Y vamos a cantar esta canción. Cada sueño que tanto anhelé lo entrego hoy ante tus pies. Esos momentos que me decíe si quiero cambiar lo que ni ve. Que dejan de ser lo que ni ve. Que descansada de tanto luchar en tu presencia quiero descansar. Poderoso rey vencedor no importa lo que enfrente aquí estarás. Y aunque el dolor se mueve no te enfrentes a mí. Aunque el dolor te grave hasta el agua estoy aquí. Aunque el dolor me esfuerce te invito amor a mí. Confiaré, confiaré, confiaré en ti. En ti se encuentra mi principio y fin. Sería frente a mí que tú lo veas. Otro se me incida y respirar. Quiero tu voluntad y nada más. Y aunque el dolor se mueve no te enfrentes a mí. Aunque el dolor te grave hasta el agua estoy aquí. Aunque el dolor me esfuerce te invito amor a mí. Confiaré, confiaré, confiaré en ti. Confiaré en ti. Mi fuerza, mi repulso, el bien es contentar. Eres mi fundamento, mi lugar de empezar. Tu sensación alcanza, tus planes son de pie. Sé que a donde me llegue atentarás también. Aunque el dolor se mueve no te enfrentes a mí. Aunque el dolor te grave hasta el agua estoy aquí. Aunque el dolor me esfuerce te invito amor a mí. Confiaré, confiaré, confiaré en ti. Confiaré en ti. Confiaré en ti. Confiaré en ti. Primero, todo lo que los reyes o gobernantes o personas que tienen influencia sobre nosotros hagan lo que hagan no debe desanimarlos. ¿Nos puede asustar un poco? Sí. ¿Podemos sentir algo de temor? Sí. ¿Pero perder mi corazón? ¿Desanimarme? No. No. ¿Por qué? Porque nuestro señor está por encima de todo. Nuestro señor está por encima de todo. ¿Qué? Su plan soberano se está cumpliendo aún a través de lo que esta gente haga. Su plan soberano se está cumpliendo. ¿Cuántos rechazaron la orden del gran César? ¿Cuántos se quejaron por la orden del César? ¿A cuántos le costó un montón de dinero, incomodidades, la orden del gran César? Pero con todo y todo se estaba cumpliendo la voluntad de Dios. La voluntad de Dios era buena. Segundo. Los gobernantes, queridos amigos, entendamos esto. Los gobernantes no definen nuestra vida. Definirán nuestro día a día, definirán un mes, definirán un año, definirán de pronto dos años en algún sentido. Pero los gobernantes, las personas que están por encima de nosotros, las autoridades, son solamente instrumentos de Dios instrumentos en sus manos y nada más que eso. Ellos no son Dios. Ellos no lo determinan todo. Ellos son instrumentos. Ahora. Los gobernantes, las personas que están por encima de nosotros pueden ser un instrumento para nuestro bien. Hay gobernantes justos que Dios ha puesto para el bien de su pueblo. Y tal vez nosotros hemos disfrutado de muchas cosas buenas que hombres que gobiernan o que definen o están por encima de nosotros han hecho cosas buenas y hemos disfrutado de ellas. Pero. Así como los gobernantes, las personas que están por encima de nosotros pueden ser usados para nuestro bien, también lo pueden ser para nuestro bien. Amigos. Tenemos que ver esto desde el punto de vista bíblico, espiritual. Colombia viene mal. Y de mal en peor. Y yo no me estoy refiriendo a gobernantes. Yo no me estoy refiriendo a líderes. Yo me estoy refiriendo a lo que pasa en el interior de nuestros hogares. Yo me estoy refiriendo al hecho de que Dios ya no existe en las escuelas públicas, en las escuelas de gobierno. Yo me estoy refiriendo al hecho de que en las universidades no se habla de Dios. Yo me estoy refiriendo al hecho de que Colombia ha preferido rechazar a Dios para sus propios placeres pecaminosos. Colombia lleva años aceptando el aborto. Colombia lleva años ya aceptando uniones entre personas del mismo sexo. Colombia lleva años aceptando la corrupción. Colombia lleva años aceptando que nos matemos unos a otros. ¿En serio? ¿Y qué? Sí. También hay instrumentos de juicio para que la Iglesia haga lo que tiene que hacer. Para que hombres de Dios digan lo que tienen que decir no asumiendo una posición política ni una posición política ni una posición política ni una posición política ni una posición política porque obviamente no. Pero sí diciéndole a los líderes y a los gobernantes lo que están haciendo mal. Diciéndole a los líderes y a los gobernantes lo que Dios dice con respecto a lo que están haciendo. Y puede ser que estos sean tiempos de juicio. No sabemos. Hombre visto desde esa perspectiva que la gasolina valga tres mil pesos más cinco mil pesos más ocho mil pesos más no es nada comparado con el verdadero problema. Mis hijos están siendo adoctrinados con enseñanzas que van en contra de la voluntad de Dios. Las redes sociales están inundadas con cosas que van en contra de la voluntad de Dios. Nuestro país está en peligro. Y tú y yo necesitamos atravesar este momento de tempestad agarrados por el Señor Jesús amparados por el Señor Jesús sabiendo que nuestro Señor gobierna sabiendo que nuestro Señor nos protege nos cuida nos libra del mal y nos va a librar pero tú y yo tenemos que asumir una responsabilidad y esa responsabilidad amigos es no quedarnos callados es que cuando tengamos oportunidad de hablar de Dios con una persona ¿qué vamos a hacer? vamos a hablar de Dios es que cuando tengamos que señalar el pecado de una persona y Dios ponga la situación para que yo tenga que señalar el pecado de la persona ¿qué tengo que hacer? señalar el pecado mientras tanto confiando en el Señor confiando en el Señor ¿por qué? porque tú y yo somos la luz de Colombia Señor ¿ustedes son qué? luz del mundo ¿ustedes son qué? la sal ¿de qué? de la tierra ¿y la sal para qué sirve? en tiempos antiguos ¿para qué servía la sal? ¿saben cuál era el ritual de envolver en pañales a un niño? antes de envolver en pañales a un niño a Jesús antes de envolverlo en pañales ¿saben qué le hicieron? le rociaron le pusieron le fregaron sal ¿qué propósito tenía la sal? preservar preservar ¿para qué estamos llamados tú y yo? para preservar esta nación para hacer luz en esta nación ¿cómo somos luz? orando por nuestra nación orando no saliendo no saliendo a protestar no saliendo a llagar ¡no! orando por nuestro país pero además hablando hablando de Dios cuando Dios mismo se encarga de ponernos el momento tú y yo no tenemos que obligar ningún momento Dios nos lo va a poner Dios nos lo va a poner y cuando nos lo ponga tú y yo tenemos que hacer caso mientras tanto orar hacer luz y confiar en el Señor confiar en el Señor confiar en el Señor que Él está con nosotros que Él está con nosotros que Él gobierna absolutamente y por eso esta última canción tú eres Dios y no importa donde estés yo voy a declarar que tú eres Dios no importa lo que yo esté pasando tú eres Dios y confía en Ti ok vamos a cantar esta canción desde mi corazón fuerte o débil esté cada instante de mi vida con vos por Dios diré que tú eres Dios y no importa donde estés yo voy a declarar que tú eres Dios y confía en Ti con Dios por Dios diré que tú eres Dios y confía en Ti con Dios por Dios diré que tú eres Dios y confía en Ti con Dios por Dios diré que tú eres Dios y confía en Ti con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios con Dios

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