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Los amorosos son personas que buscan el amor pero nunca lo encuentran. Viven solos y se entregan constantemente, pero el amor siempre les escapa. Se preocupan por el amor y viven el día a día sin esperar nada. Son insaciables y siempre están solos. Son locos y salen a cazar fantasmas. Aunque se avergüenzan de conformarse, a veces experimentan momentos de felicidad. Agradecen a todos los que los han acompañado en su viaje. Los amorosos callan. El amor es el silencio más divino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan. Los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, o que no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo siempre hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre, qué bueno, han de estar solos. Los amorosos son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asexiarlos. Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos. En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran a lacranes bajo la sábana, y su cama flota como sobre un lago. Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas, temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad verídicamente, de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite. Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan en largo y triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. Vacíos, pero vacíos de una otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran, hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en exceso con placidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas. Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida, y se van llorando, llorando la hermosa vida. ¡Gracias a todos los que nos acompañaron en este viaje, y a todos los que nos acompañaron en este viaje! ¡Gracias a todos los que nos acompañaron en este viaje, y a todos los que nos acompañaron en este viaje! ¡Gracias a todos los que nos acompañaron en este viaje, y a todos los que nos acompañaron en este viaje! ¡Gracias a todos los que nos acompañaron en este viaje, y a todos los que nos acompañaron en este viaje! Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org