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A group of friends decide to explore an old abandoned factory called Varsati. They encounter strange occurrences, including the appearance of shadowy figures and haunted dolls. One of their friends, Roberto, goes missing and is later found dead. The parents and the police investigate but are unable to explain what happened. The legend of the haunted factory continues to this day. Seriosa historia de Varsati Aquel fabuloso día de verano, en Santa Elena de Calzada, Ángel y sus amigos, como cualquier otro día de verano, fueron por la tarde a la piscina. Después de ir a dejar sus cosas, Ángel quedó con sus amigos en el centro del pueblo. Sus amigos, sin ninguna idea para pasar la tarde, Ángel propusiera la vieja y abandonada fábrica de Varsati. Sus amigos, con un poco de intriga, aceptaron. Tras estar un rato caminando hacia la fábrica, bajó la luna llena. Ángel y sus amigos, hasta el llegar, ya empezaron a ponerse nerviosos por las historias que contaban en el pueblo sobre la fábrica. Pero no es de igual. Ya, viendo el cartel de Varsati, la gran fábrica, decidieron entrar. El primero fue el pequeño Ángel, al que nada más saltar la valla, un escalofrío recorriendo su cuerpo. El último amigo que saltó la valla fue Albert. Y ya, todo el grupo de amigos juntos, con mucho miedo en el cuerpo, decidieron entrar al interior de la fábrica. Cuando entraban por la puerta, vieron un gato negro, cosa que les asustó mucho. Pasados unos segundos desde que entraron al interior, escucharon de repente un fuerte ruido detrás de ellos. La puerta se había cerrado sola. Se empezaron a aterrorizar. A pesar de todo, siguieron explotando la fábrica de pieles. Al momento escucharon otro ruido, pero esta vez no venía de detrás. Se trataba de un eco que retumbó toda la fábrica. Parecían voces gritando. Sintieron como sus cuerpos se congelaban. Y paralizados, se denegaron a creer lo que estaba pasando. Querían seguir explotando la fábrica, pero enfrente suyo aparecieron varias figuras cantadas magóricas. Eran sombras de los antiguos trabajadores de la fábrica. El ruido de las máquinas, mezclado con las risas infantiles y con los gritos de los trabajadores, se oían por toda la fábrica. Ángel y sus amigos, atónitos, contemplaron cómo las sombras de los niños parecían jugar con juguetes que les eran invisibles. Basanti parecía haber tomado vida, pero ahora esa vida daba miedo. Era un recordatorio de los días felices que se desvanecieron cuando la fábrica se llenó de llamas. Se quedaron buscando por la fábrica y se encontraron con una habitación cerrada. Decidieron abrir la puerta para ver qué había en su interior. La puerta chirriaba al abrirse, revelando un cuarto lleno de muñecas rotas y juguetes abandonados. Entre una de las muñecas percibieron una risa aguda que erizó la piel de un grupo de jóvenes. La risa de una niña, pero no como las demás risas antes escuchadas. Era inquietante. La muñeca de repente se puso en pie. Con la mirada aterradora, sin un brazo y un agujero en la tripa, empezaron a andar hacia ellos. Aterrorizados, buscaban un lugar para esconderse, ya que la puerta de salida estaba cerrada. El grupo de jóvenes decidieron entonces esconderse en algún lugar de aquella fábrica. Pero recorrieron otras salas y como no había dónde, decidieron correr hacia una de las salas que ya habían visitado. Al ir a esa sala se escondieron, donde pudieron. Cada uno en un lugar diferente, pero cada vez que se escuchaba más fuerte la risa. Ahora no era solo de una niña, sino que eran muchas risas, horribles y cada vez se escuchaban más cerca. Desesperados por salir de allí, empezaron a correr hacia un pequeño agujero en la pared. Pero había un problema, no cambian todos a la vez. Se tranquilizaron y empezaron todos uno a uno con mucha rapidez, y ayudándose entre ellos. A salir por el hueco. Cada vez los muñecos y muñecas se acercaban, cada vez más y más. Cuando salieron uno a uno, se fueron muy rápido de la vieja fábrica sin mirar atrás. Y al estar ya un rato corriendo, se dieron cuenta de que faltaba uno del grupo. Roberto, no se atrevían a volver y comprobar si estaba allí. Le llamaron al móvil y no cogía. Decidieron regresar a la pasatía, para ver si lo encontraban allí. Al regresar a la fábrica, tenían mucho más miedo que por primera vez. Empezaron a temblar, y nada más entrar en la fábrica, ven a Roberto colgado en el techo con una cuerda y vacado. El grupo de amigos se quedó de piedra. No sabían qué hacer. Nadie dijo ni una palabra y volvieron a escuchar la risa de los muñecos. Muertos de miedo, decidieron irse y juraron que no le dirían nada a nadie de lo sucedido. A Ángel, al llegar a su casa, se le veía diferente al resto de días. No estaba igual que siempre. No estaba feliz. Estaba muy nervioso. Sus padres le preguntaron qué le pasaba, pero él decía que nada, aunque sus padres sabían que mentía. Ángel no pudo dormir nada en toda la noche. No pudo parar de pensar en lo que había sucedido en la dichosa fábrica. Al día siguiente tenía mucho sueño y se veía nervioso cada vez que hablaba con sus padres. No estaba feliz con lo que sucedió, así que decidió salir por sus amigos a pasar la tarde, aunque no lo pasaron muy bien porque estaban bastante angustiados por todo lo que había pasado en la fábrica con los muñecos y, sobre todo, por su amigo Roberto. Entre todos, decidieron ir a contarlo a sus padres. Tras ir cada uno a sus casas y contarles lo que sucedió, los muñecos se quedaron en casa. Tras ir cada uno a sus casas y contar lo sucedido en la fábrica, los padres de Ángel pensaban que todo era mentira y que era una broma. Los padres de los otros, en cambio, se despeyeron y fueron a contar lo sucedido a los padres de Roberto, porque estarían preocupados porque no sabían dónde estaba su hijo. Los padres de Roberto, al contárselo, no se lo podían creer. Se quedaron anonadados, sin saber cómo reaccionar. Los padres de Roberto decidieron ir a la comisaría del pueblo y contar lo que les había contado el grupo de niños, pero esas gentes no les hicieron ni caso. Pensaban que estaban locos y que lo que les estaban contando era mentira. Así que, por su propia cuenta, los padres de Roberto decidieron ir a la fábrica abandonada. Tuvieron que saltar la valla para entrar a la fábrica. Se darían todo lo posible por ver si realmente sus hijos se encontraban los aquí. Nada más entrar por la puerta, vieron la misma imagen que vieron los amigos de su hijo Roberto. Al igual que los pequeños amigos de Roberto, se quedaron de pie al ver a su hijo colocándolo de una cuerda. No sabían cómo unos simples médicos habían atrapado a su hijo. Llamaron a la policía para que ofrezca la vieja fábrica. Y ahora los policías, al ver que no era la primera vez que contaban lo mismo, fueron a bastante ansiosamente. Al llegar, los policías no saltaron las vallas, sino que las rompieron. Al igual que los padres y los amigos de Roberto, vieron colocando al pequeño Roberto. Pero esta vez había una diferencia como lo vieron los niños. Las risas malvadas de las pequeñas médicas no resonaban por toda la fábrica. Los policías abordaron la zona y empezaron la investigación. Nadie nunca supo qué pasó. Ni que fue de las médicas, ni de sus risas, ni de las sombras de los trabajadores. Cuarenta años más tarde, Ángel todavía se acordaba aquella noche. Y la leyenda viva de la fábrica de los asís sigue existiendo hasta estos días. Nadie sabe si volverá a entrar desde aquella noche veraniega en la que aquellos jóvenes entraron. Pero no todo ha salido.