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Abuelito carlos

Abuelito carlos

marco Soto

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En este 15 de septiembre, y para ello les voy a dejar como recuerdos para que se acuerden de su abuela, una canción. Cántala. ¿Cómo empieza Carmela, tú? Cántala, bonita. Espérate, espérate, no me acuerdo. ¿Cómo, cómo? ¿Cómo es? No me acuerdo, ¿cómo comienza? Por tu amor que tanto quiero y tanto extraño, que me sirvan unas copas y otras más, que me sirvan otra copa y... ¿qué? Quiero... No. Si esta noche yo me quiero emborrachar, si te dicen que me vieron muy borracho, orgullosamente es que es por ti. ¿Qué dices? Porque yo tendré el amor de no negarlo y diré que por tus besos estoy... que por tu amor me estoy muriendo. ¡Ay, Dios! Pero... ¡Qué tristeza! Para mí voy a ir adelante y a tu amor no me interesa. Gritaré por todo el mundo. ¿Qué? Mi dolor y mi tristeza. Porque sé que de este año ya no voy a libertarme. Gritaré por todo el mundo. ¡Quiero morirme de amor! Porque estoy con mis hijos y estoy muy contenta y muy feliz. ¡Y que viva México! ¡Viva! Sellado por el destino, tú serás mi compañero y que iremos por un camino hasta que alguno de los dos se muera. Iremos juntos siempre por la vida hasta que el mundo otra cosa no decida. Lo nuestro nunca tendrá fronteras, tampoco el mar tiene barreras. Dime entonces si hay quien impida que yo te quiera y que también tú me quieras. Discos Musar tiene el honor de grabar la voz incomparable de aquí nomás, de la Claconete. Te pregunto que cómo, dónde y cuándo tú siempre me respondes quizá, quizá, quizá. Siempre que te pregunto que cómo, dónde y cuándo tú siempre me respondes quizá, quizá, quizá. Estás perdiendo el tiempo pensando, pensando por lo que tú más quieras hasta cuándo, hasta cuándo. Y así pasan los días y yo desesperada y tú, tú contestando quizá, quizá, quizá. Este canchón, este canchón es uno vestido neguita con rumbumé. Dejó el amañán, el hijo de papá cabrón, el hijo de mi hija, aquí está mi mamá neguita con rumbumé. No sé, chicle. ¿Es cierto? El chalito y mi mamá. Esta canción, esta es el himno nacional, se lo dedico a mi abuelita. Mexicano salito de guerra, que la acera presta del bidón y repiemble su centro a la tierra, al sonoro rugirá el cañón. Silo patria tus sierres de oliva, de la paz, de la paz del divino, que en el cielo de eterno destino un soldado cada hijo de Dios, un soldado cada hijo de Dios. Un soldado cada hijo de Dios. Salento, en cual estoy conforme con todos mis hijos y a la vez gozando de un día de festividad en mi patria, a hoy 15 de septiembre de 1970, quiero dejar un recuerdo, como lo dijo hace rato la abuelita, aunque sea una de sus humildes palabras para mis hijos. Y que digan, ay que estoy dormido, y ay que me traigan aquí, México lindo, ay querido, si muero lejos de ti. Y así cantaba con todo el sentimiento, y así cantaba con todo el corazón, México lindo, ay querido, si muero lejos de ti. Esta abuelita con mucho cariño, esta canción, que es muy chiquitita, Marita del árbol, como los dejé. Esta canción con todo cariño, para mi abuelita y toda mi familia, que espero que siempre nos encuentremos reunidos en cualquier momento. Dedico esta canción, Capullito de Rosa. Capullito de Rosa, que guardo para ti. Esta canción para mi abuelita, para toda la familia, que espero que nos encuentremos el próximo año. Te he prometido que te he de olvidar, cuanto has querido yo te supe dar. Dedico esta canción a mi mamá, y a mis hijos. Yo tengo unos ojos negros, ¿Quién me los quiere comprar? Los vendo por hechiceros, porque me han pagado mal. A ver, digan. Tengo a desear, de parte de la familia Cruz, un feliz 15, a la familia Soto. Esta canción para mi abuelita y para toda mi familia, y para mis hijos principalmente. La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque le falta, marihuana para ella. Esta canción a toda la familia Soto, principalmente a mi abuelita. Estoy pura mexicana, nacida en esta tierra, que nació mi México querido, que nunca, ya se me olvidó. Dedico este pedacito a toda la familia, y de preferencia a mi abuelita. Te he prometido que te he de querer, cuanto he querido, te supe dar. Cuanto he querido, no, ya no. Esta carga se la dedico a la señora, a su mamá de Nico, a su abuelita, y a mi hermana que está aquí presente, y a la familia Soto. Gracias. Buenas noches, como quien digamos, quien va camino a la hacienda, ¿no? Es como quien está presente aquí con su abuelita, ¿no? Aquí está mi prima Tereza, no, no, no, hermanita. Es no hacer insolvitamente, es como quien va camino a la hacienda, ¿no? Hay que estudiar, estudiar, hermano, el alma. Es como que, ay, aquí viene mi amigo, mira nomás. Pásala aquí, Agustín Lara, pásala en el manito del alma, ándale. Buenas noches, hermano, y alabastrino. Me siento fugaz y alabastrino. Aquí ahorita me encuentro con mi abuelita, arriba de una palmera. Les voy a cantar una canción, hermano, del alma. Arranca mi alma. ¿Qué te pasa, Agustín? Es como quien, digamos, que estás cantando como si te estuvieras muriendo, ¿no? No hay derecho al manito del alma. Insolvitamente estás cantando una porquería. Hay que estudiar, estudiar. El padre que lo represente está enamorado de una chica y decide ir a pedirle su mano. Y va acompañado de un guapito, de un amigo. Dice, sal, ayúdame en este trance, hermano. Y nada más verle la cara de mi suegro y siento que se me va el aire, hermano. Ayúdame. No te desanimes, dice el amigo, yo voy contigo. Llega y el suegro, pues era de cierta posición económica, así, ¿no? Muy predicho por hablar y con cierta importancia. Entonces llega y se anuncia y lo reciben en la sala. Y al rato la muchacha aparece por ahí y se levantó a colorar, colorar y se va. Y el amigo nomás le da codazos al, anímate, anímate. Entonces, este... Dígame, jovencito, ¿cuál, qué propósito tiene usted al venir a esta casa? El otro todo asustadito. Con usted, señor, es que se le iba los pensamientos y sudaba, estaba el pobrecito tremendo. Entonces, es que me gusta su hija y usted y yo quisiera casarme. Ah, de modo que es el asunto con Josefinita, ¿no? Pues sí. Bueno, muy bien, yo no me opongo. Yo quiero saber cuáles son sus recursos económicos. Mi hija está acostumbrada a darse buena vida y de ninguna manera yo quisiera que mi hija fuera a sufrir, ¿verdad? Como un pelagato. Y el otro nomás... A ver, dígame, jovencito, ¿cuánto gana usted al mes? Pues el otro de tripas, corazón, dice, pues... Este... Setecientos pesos. La acción del rey. Luego, luego se le puso la cara de cemento armada, así, retón. Jovencito, hágale el favor de retirarse. Pero, ¿por qué, señor? ¡Retírense! Con lo que usted gana no le alcanza a mi hija ni para comprar papel de baño. Bueno, pues entonces sale. Y muy triste se va a su casa a llorar su desventura. Como a los tres días llega el amigo, pero feliz. Corriendo. ¡Hermano, hermano, hermano! ¿Qué pasa? ¡Qué bruto valor! Así ya te puedes casar con Josefina. ¡Seguro! Ya te puedes casar con Josefina. ¿Entonces lo que es que ya se murió mi suegro? ¡No, no, no! El papel de baño está en oferta. Había un matrimonio que vivía en un pueblecito de esos donde las costumbres antiguas están todavía muy arraigadas. Este matrimonio tenía varias muchachas, por cierto, muy bonitas. Y una de ellas la enamoraba un muchacho ahí del pueblo. Un muchacho medio arrancheradón. Entonces, pues ya él tenía muchas ganas de casarse con la chamaca. Pero realmente no podía hablar con el papá. Porque el papá, repito, era de aquellos individuos que hablar con el padre respecto a las hijas pues era jugarse el pellejo. Y aquel dijo, no, pues francamente yo mejor me voy a colar por el lado de la futura suegra. Y habló con la señora y dice, pues yo, ¿sabe usted que yo quiero hacer compromiso matrimonial con Paula? Pero pues este, pues yo no quiero hablar con don Nemesio porque ya sabe usted que nomás le hablo de eso y hasta los bigotes se le engrifan a Encina. Dice, yo no, dice yo no. Pues entonces la señora no supo resolver nada porque de dicho compromiso tendría que hacer partícipe al papá de aquello. Y entonces el pobre muchacho andaba desesperado, rondaba la casita todas las tardes y en la nochecita y andaba y andaba el muchacho que no le calentaba ni el sol. Y pues la muchacha también quería casarse. Y entonces dijo, bueno, pues vamos casándonos, hombre. Dice la muchacha, dice, no, pues yo, ¿cómo le digo a mi papá? Y pues pasaban los días y pasaban los días y no la podía ver. Entonces le manda un recadito. Le mandó un recadito que se lo metió así por la hendidura de la puerta y le hizo la seña que allí se lo iba a dejar y entonces le puso nomás, Paulita, naranjas y limas. ¿Qué dices? ¿Te animas? Pero donde la muchacha no recogió el recado aquel y vio el papá el papelito y lo levanta y ve, naranjas y limas, ¿qué dices? ¿Te animas? Uy, el viejo se puso, pero si como coyote en yerbao. Y entonces dice, no, pues inmediatamente, inmediatamente supo de quién era. Y entonces el viejo lo estuvo espiando y cuando andaba el muchacho rondando allí, inmediatamente se va. Lo que apenas del pescuezo le dice, con que naranjas y limas, ¿qué dices? ¿Te animas? Y acá todo así, pela semejante pistolón y se lo pone y dice, naranjas y peras, ¿qué dices? ¿Te esperas? Que va a pedir la mano de su novia y va, pues se pone su mejor trajecito. Por cierto que el traje se lo ponía nomás cada año, ya le quedaba de brincacharcos, ¿verdad? El pantalón todo pegado, parecía pantalón de esos de charro. Hasta tenía una verruga aquí, se le notaba muy bien la verruga de pegadito, pegadito.

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