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Romeo y Julieta

Romeo y Julieta

Marcos Miralles

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Benvolio and Mercucio are walking in the streets of Verona and get into an argument with Tybalt. Romeo arrives and is insulted by Tybalt, which angers Mercucio and they start fighting. Benvolio intervenes and stops the fight. Mercucio is injured and asks to be taken home. Mercucio dies and Romeo seeks revenge by killing Tybalt. The prince orders Romeo's immediate exile. Benvolio y Mercucio caminan por las calles de Verona, hasta que se encuentran con Teobaldo, y empiezan a discutir. Más tarde, llega Romeo, al que Teobaldo ofende e insulta. Esto provoca que Mercucio se enfade, y Mercucio y Teobaldo empiezan a pelear. Desembaina Benvolio y desarmalos. ¡Señores, por Dios! ¡Parad la disputa! Teobaldo, Mercucio, el príncipe ha prohibido estas peleas en las calles de Verona. ¡Basta ya, Teobaldo, Mercucio, por favor! ¡Estoy herido! ¡Malditas sean vuestras familias! ¡Se acabó! ¿Se ha ido Teobaldo sin ningún daño? ¿Cómo? ¿Que estás herido? Sí, aunque solo un rasguño. ¿Dónde está mi criado? Anda, corre, ve a por un médico. Venga, tranquilo. Seguro que no es nada serio. No, mi herida no es tan profunda como un pozo, ni tan ancha como la puerta de una iglesia. Pero es suficiente. Buscadme mañana que ya estaré muerto. Yo ya soy un muerto en esta vida, os lo aseguro. ¡Malditas sean vuestras casas! Es increíble que un perro, una rata, un ratón, un gato, arañen a un hombre hasta matarlo. Fanfarrón, granuja, canalla que lucha siguiendo las reglas de la aritmética. ¿Por qué demonios te interpusiste entre nosotros? Me hirió por debajo de tu hombro. Lo hice con la mejor intención. Llévame a casa de alguien, Benvolio, o me desmayaré. ¡Malditas sean vuestras casas! Han hecho de mi carne para los gusanos. Estoy herido, maldita. Este hombre, pariente del príncipe, y mi buen amigo, ha sido herido de muerte por mi culpa. Y mi reputación está manchada por la ofensa de Teobaldo. Teobaldo, que resulta ser mi primo desde hace una hora. Oh, Luis de Julieta, que con tu belleza me has hecho perder mi valor y la fuerza de mi espada. ¡Oh, Romeo, Romeo! Nuestro valiente Mercurcio ha muerto. Su noble espíritu ha subido las nubes tras desdeñar la tierra tan prematuramente. Este oscuro día augura a otros como este. Ahora comienzan los males que otros deben terminar. Mira, por ahí llega el furioso Teobaldo. Vivo, victorioso, y Mercurcio muerto. Que se vuelva al cielo mi bondad y que la furia me guíe ahora. Así que, Teobaldo, te devuelvo lo de villano porque el alma de Mercurcio está por encima de nuestras cabezas. Esperando a que la tuya la acompañe. O tú, o yo, o ambos iremos con él. Desgraciado, tú que ibas con él será quien le acompañe. Eso lo decidirá. Romeo, huye. La gente empieza a venir y Teobaldo ha muerto. No te quedes ahí de pie. El príncipe te condenará a muerte si te cogen. Vamos, corre. Escapa. Ay, soy un juguete del destino. Venga, vete. ¿Por dónde se ha ido el que ha matado a Mercurcio? ¿Por dónde ha huido el asesino de Teobaldo? Ahí ya sé, Teobaldo. Levántate y ven conmigo. En nombre del príncipe, obedece. ¿Dónde están los despreciables causantes de esta pelea? ¡Oh, noble príncipe! Yo puedo explicarles cómo ocurrió esta fatídica pelea. Ahí ya sé, Teobaldo. Asesinado por el joven Romeo. Porque había asesinado a vuestro pariente, el valiente Mercur. Teobaldo, mi sobrino. El hijo de mi hermano. Príncipe, marido. Se ha derramado la sangre de mi familia. Querido príncipe, ¿usted es justo? Haga pagar con la sangre de los Montesco la derramada por nuestra familia. ¡Oh, sobrino mío, sobrino mío! ¡Embolio! ¿Quién ha empezado la pelea? Teobaldo empezó, y Romeo acabó con su vida. Romeo, que le habló con respeto, le pidió que reflexionara sobre la insignificancia de la pelea. Y le recordó vuestro descontento. Todo esto, dicho con respeto, con la mirada serena y las rodillas humildemente dobladas. No consiguió aplatar la ira de Teobaldo, que, sordo ante la paz, arremetió con su hiriente espada contra el pecho de Mercurio. Este, igual de furioso, luchó punta contra punta, con un desprecio marcial. Y mientras con una mano apataba la fría muerte, con la otra devolvía el golpe a Teobaldo, quien con su destreza lo paró. Entonces Romeo gritó, «¡Parad, amigos! ¡Separaos!» Y más rápido que su lengua, su ágil espada aportó sus armas y se interpuso entre ellos. Pero por debajo de su brazo, un golpe ruido de Teobaldo le quitó la vida al brillante Mercurio, y luego huyó. Entonces regresó Romeo con un nuevo sentimiento de venganza. Y se enfrentó en una pelea con Teobaldo. Y antes de que yo pudiera separarlos, el fuerte Teobaldo fue asesinado. Y, mientras caía, Romeo escapó. Esta es toda la verdad, y que yo caiga muerto si miento. Esto es imparible de los Montesco, y su afecto le hace mentir. En realidad, eran veinte los implicados en esta riña, y entre todos acabaron con una sola vida. Ruego que se haga justicia, y que usted, príncipe, se imponga. Romeo mató a Teobaldo, y por eso no debe vivir. Romeo no, príncipe. Ellos eran amigos. Su culpa acaba con lo que la ley habría dictado, la muerte de Teobaldo. Por su ofensa, decreto el inmediato exilio de Romeo. Ahora a mí también me atañen vuestras discordias. Mi sangre corre por culpa de vuestras peleas. Pero os voy a castigar con una sanción tan severa, que os arrepentiréis de la pérdida que yo he sufrido. No escucharé ruegos ni excusas. Ni las lágrimas ni las plegarias podrán atrever nada. De forma que no os molestéis. Dejad que Romeo huya, pues, si lo encuentran, eso será su última hora. Llevaos ese cuerpo, y atacad mi sentencia. Será pecado perdonar al asesino.

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