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Hasta que el dia sea perfecto - El paastor y el agotamiento emocional y pastoral  2

Hasta que el dia sea perfecto - El paastor y el agotamiento emocional y pastoral 2

HASTA QUE EL DIA SEA PERFECTOHASTA QUE EL DIA SEA PERFECTO

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Debería escuchar y compartir hoy y ahora nuestro ministerio radial y pódcast: Hasta que el día sea perfecto sé que te lo agradecerán. ¿Eres un apasionado del tema de liderazgo cristiano o quieres ayudar a tu pastor o aún más, estás tu agotado en tu orden pastoral? Entonces debe escuchar esta segunda entrega: El pastor navegando por los mares del agotamiento emocional y espiritual Escuche el testimonio que quien fuera el pastor Óscar Guzmán, quien cae en depresión y mente suicida.

PodcastÓscar GuzmánSanta GonzalezHASTA Que EL DIA SEA PERFECTO

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Esta crisis ministerial, ¿me habrá Dios llamado o no?, ¿habré equivocado en todo lo que he hecho? Comienzo una serie de dudas, de cuestionamientos, de cuestionar sobre todo el ministerio. No te pierdas la programación hasta que el día sea perfecto, hasta que el día sea perfecto. Para ayudarle en su entorno familiar, espiritual y emocional frente a la demanda de un liderazgo cristiano. Yo fui un pastor, que me llené de trabajo pastoral, pero que si algo descuide fue pastorear mi propia casa. Desarrollando un liderazgo saludable. Crisis en el entorno espiritual y liderazgo enfermo, liderazgo enfermo. Necesitas asumir responsabilidad acerca de tu condición emocional, de tu salud mental y tu vida ministerial. El fracaso no es el final, es una oportunidad para comenzar de nuevo con más inteligencia. El ministerio radial hipotasta hasta que el día sea perfecto presenta la segunda entrega de la serie que te dejará altamente anonadado. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual y emocional. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual y emocional. En este episodio, conocerás el testimonio veraz y convincente de quien fuera el pastor Oscar Guzmán, quien debido a problemas de salud mental como lo es la depresión y algunos conflictos interpersonales y ministeriales cae en una espiral de vicios, violencia doméstica, pensamientos suicidas entre otras calamidades. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual y emocional. A través de esta serie, nuestro objetivo es motivar a pastores, líderes y congregación en general a poder enfrentar y superar los altercados ministeriales, doctrinales y teológico de la manera más bíblica, pero también incitamos a todos, pero con especialidad a los ministros a cuidar de su salud emocional y familiar. Esta magna entrega atrae la participación de la hermana Santa González, quien es psicóloga, nos traerá una breve, pero interesante disertación acerca de la salud mental en el liderazgo cristiano. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual y emocional. Oigamos un testimonio desde un rincón del mundo. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual. Señor Dios Todopoderoso, en el nombre precioso de Cristo Jesús, unánimes en el Espíritu Santo, unánimes en el nombre de Cristo Jesús, te pedimos, poderoso Rey de Gloria, que bendigas a cada uno de los pastores, sus esposas y los distintos ministerios de sus diferentes congregaciones. Sana tu iglesia, Padre, porque cada iglesia es como un miembro de tu cuerpo, un miembro local, en la ciudad, en el lugar donde se encuentre, del cuerpo del Señor Jesucristo. Sana esas iglesias. Sana los corazones heridos de los distintos ministros y ministerios de tu cuerpo. La iglesia la compraste con tu sangre y con tu vida, Señor. No es la iglesia de los pastores, no es la iglesia de las denominaciones, es la iglesia de nuestro Dios vivo, creador y salvador, Jesucristo. Por eso te levantamos y te entregamos en tus manos todos los siervos y siervas que predican tu sana doctrina, tu santa palabra viva y eficaz. Presentamos delante de ti los miembros de cada congregación y pedimos al cielo, al Padre de la gloria, en el nombre de Cristo Jesús, que abra los cielos y derrame sobre cada iglesia, sobre cada pastor, sobre cada pastora, derrame una bendición de sanidad en su espíritu, su alma, su cuerpo, su sentido, su corazón, sus sentimientos. Trae sanidad a tu iglesia alrededor de la tierra. En Cristo Jesús lo pedimos del Padre y por fe lo recibimos. Para gloria de él, sanidad, armonía y unión de la iglesia y para bendición nuestra. Amén, amén y amén. Quiero hacer una introducción, quiero tener una participación muy mínima, muy minúscula. Por favor, permítame presentarme, hacer un paréntesis. Yo soy el hermano Reinaldo Nisbet Jr., quien por gracia de Dios está conduciendo este ministerio hasta que el día sea perfecto. Cierro el paréntesis, entonces continuamos, diciéndole a usted que la serie de hoy es una serie interesantísima, una serie que empezó el sábado, la semana pasada, ¿no? Y que hemos querido continuar, no sé, todavía nos quedan unas cuantas entregas más de hermanos, de ministros, de pastores, que nos van a estar ayudando a cómo identificar el agotamiento pastoral, ese agotamiento emocional, ese agotamiento espiritual. Nos van a estar enseñando por qué nos estamos agotando, cuáles son algunas de las razones que ese pastor, que esa pastora, que ese líder se siente agotado emocional y espiritualmente. Así que le invitamos, sí, a esto, para que usted se una, para que usted invite a otros, para que usted sepa que usted no es el primero, no es el único, y por el momento no es el último tampoco, que va a estar pasando por ese agotamiento. Pero no vamos nosotros a estar proclamando, vociferando, aclamando el agotamiento y no darle una solución. Esta serie también busca trabajar con lo que pudiera ser la solución a su caso. A su caso particularmente porque es posible que lo que le esté agotando a usted no sea necesariamente lo que me esté agotando a mí dentro de lo que es el liderazgo cristiano. Tenemos ciertas precariedades y a la vez queremos hacer un programa altamente profesional y para esto necesitamos la gracia de Dios, el favor de Dios, el auxilio de Dios, para que dentro de nuestra falta, bueno, pues sobreabunde la gracia. Queremos servirle a Dios en primer lugar y luego ser de utilidad para usted. Yo guardo silencio y dejo que el programa entonces inicie ya de esta manera, con este testimonio que yo sé que usted está esperando. ¿Cuál es su pasión? Siempre de niño tuve esta seguridad de que yo sería un día un pastor, un siervo de Dios, un ministro, era mi pasión. A los 18 años yo me acerco a Dios solo, llego a la iglesia, estaba muy drogado, recuerdo, un miércoles, miércoles 9.30 de la noche, un 2 de septiembre del 92, recuerdo claro, lo tengo en mi mente porque llegué en condiciones inadecuadas a la iglesia, sentía una profunda tristeza, porque cuando hablamos de tristeza hermano, hay dos tipos de tristeza, la tristeza que es natural, la tristeza que acompaña al ser humano desde que nace, como dijo un hombre, apenas nacemos cuando nacemos apenas, la tristeza normal. Pero hay otra tristeza que es provocada por las consecuencias del pecado que te lleva, dijo Pablo, que te lleva al arrepentimiento. Hay tristeza de arrepentimiento, hay una tristeza que te vuelve a Dios. Yo recuerdo ese día, miércoles 12 de septiembre, que yo sentía una gran tristeza, una profunda tristeza por la conciencia del pecado, por la conciencia de la mala vida que estaba llevando yo, entonces yo llego a un estado de comprensión, de lucidez en mi mente, en mi espíritu, a los 18 años digo, ¿qué estoy haciendo? Yo soy de Dios, desde niño me sabía de Dios, entonces tengo ese despertar por esa profunda tristeza, llego con mucha profunda tristeza, que ahora entiendo que es la tristeza que te produce arrepentimiento. Cuando llegué a los pies del Señor a los 18, a los 19 inmediatamente comencé a estudiar el ministerio, en instituto bíblico, yo me preparé en un instituto bíblico aquí en Monterrey, Instituto Bíblico Alba, una reputación maravillosa, una preparación de primer nivel. Yo me enfoco en mi ministerio, me enfoco en estudiar. A los 20, 21 años tuve mi primer pastorado en una región rural de Zacatecas, del estado de Zacatecas, González Ortega, Zacatecas. Tuve mi primer contacto con ya el trabajo pastoral siendo muy joven. Yo comienzo a cumplir mi sueño, mi llamado, mi vocación, mi anhelo y mi pasión por predicar. Entonces comienzo a pastorear, tengo una carrera pastoral hasta que me casé, me casé a los 29 años, entonces todo ese tiempo pastoreé algún tiempo en González Ortega, en otras ocasiones en algunas misiones, pequeñas obras, hasta que ya casado, pastoreo en la sierra de Nuevo León, en la Ascensión, en Arranverde, un tiempo maravilloso también, un tiempo de crecimiento ministerial, un tiempo de bendición en mi familia, tengo tres hijos, tengo tres hijos con los cuales Dios me bendijo, Caleb, Dante, Jiré. Continuaremos con la programación regular de hoy después de la siguiente intervención. ¿Qué es el agotamiento pastoral? ¿Qué produce el agotamiento ministerial? ¿Quieres abandonar tu liderazgo ministerial? ¿Ya sabes la razón? Hagamos un análisis a tu quebrantamiento pastoral. La luna de miel y el divorcio, pastor y congregación. ¿Algún clavito en tus zapatos? Si tu almohada hablara, ¿qué dirías? Gracias por quedarse con nosotros. En este episodio, conocerás el testimonio veraz y convincente de quien fuera el pastor Oscar Guzmán, quien debido a problemas de salud mental como lo es la depresión y algunos conflictos interpersonales y ministeriales cae en una espiral de vicios, violencia doméstica, pensamientos suicidas entre otras calamidades. Tengo una carrera ministerial, tengo aproximadamente 18 o 20 años pastoreando, predicando, sirviendo al Señor. Y luego pasa algo que me mueve la vida, cambia el rumbo de mi vida, mi familia da un vuelco de 360 grados, todo lo contrario, porque sufro en mi vida ministerial un revés, vamos a llamarle un fracaso, una crisis ministerial para los amigos que nos escuchan y son ministros, son pastores o aman el ministerio. Yo soy la experiencia de un ministro que experimentó el fracaso ministerial, porque es una línea muy delgada, una línea muy delgada. Tengo una experiencia dolorosa con mi carrera ministerial, me deprimo, llego a un estado emocional muy crítico por algunas pérdidas, alguna pérdida de mi pastorado, pérdidas eclesiásticas, pérdida de reputación. Pierde la iglesia en la que pastorea. Pierdo la iglesia en la que pastoreo, no voy a decir culpa mía, culpa de otro, simplemente pierdo la iglesia. En mi experiencia pastoral yo le llamo, es como si te metieran un gol, o sea, fallaste, no fuiste capaz de detener ese ataque y porque luego la gente nos pregunta, hermano, ¿cómo siendo pastor está testificando de una caída? Y la gente a veces nos ha preguntado y quiere saber al detalle, ¿pero qué le pasó? Es muy difícil explicarlo, de hecho para mí decir que fui pastor y tuve un tropiezo acompañado de adicción, no es fácil, y hablar de sentimientos de suicidio, de pérdida de la vida, de desprecio a la vida, de una amargura profunda, no es un tema que lo pudiéramos tocar en otro programa, a veces son situaciones de vida complicadas, entonces mi vida da un vuelco terrible porque al final de cuentas no se estuvo preparado espiritualmente, o el diablo encontró una abertura y por ahí atacó, pierdo yo una iglesia y dentro de esta crisis emocional de fe, esta crisis ministerial, ¿me habrá Dios llamado? ¿me habré equivocado en todo lo que he hecho? Comienza una serie de cuestionamientos en su mente. Comienza una serie de dudas, de cuestionamientos, de cuestionar sobre todo el ministerio, de sentirme muy frágil, porque en la vida ministerial, la vida ministerial es muy generosa hermano, la gente te ama, la gente te sirve, la gente te honra, y siempre he dicho que yo, mis pastorados, incluso en lugares remotos, suburbanas o rurales, siempre fui muy bendecido, ya Dios nunca me dejó, siempre tuve la asistencia de parte de Dios, la correspondencia de Dios, el apoyo de Dios, el amor de los hermanos, la calidez de tu iglesia, entonces el ministerio trae muchas bondades, pero también trae muchos problemas emocionales, la vida pastoral para los hermanos que nos escuchan, es muy fácil en este tiempo tener un pensamiento para un pastor, a la gente le preguntan, ¿qué es un pastor? ¡Ah, un pastor es de todo, menos un siervo de Dios! El pastor a veces es llevado, traído, con una muy buena reputación, no estamos en la escala de los más populares para mucha gente, que no conoce a Dios, no somos así como que muy populares, entonces imagínense un pastor y de pronto tener una crisis profunda de fe, y ya no estar al servicio de la iglesia, sentir un vacío, ¿a qué me dedico si lo único que sé hacer es predicar? Y cada vez venían más fuertes los pensamientos. Cada vez se fue acentuando, yo le llamé una sombra negra, un orgullo oscuro, porque había esta lucha de la autosuficiencia, de yo voy a salir adelante, yo soy un pastor, igual no le voy a pedir nada a nadie, yo me voy a poner a trabajar, Pablo trabajaba haciendo tiendas, yo trabajo haciendo muebles, entonces había ese sentimiento oscuro de yo no necesito ahorita el apoyo de nadie, y yo esperaba o estuve esperando, es que a veces la gente siempre espera que alguien se acerque, que te ayude cuando la solución está, ¿en cómo procesas tú las pruebas? Tengas fe, o eres a Dios, te levantes, porque no siempre va a venir la persona. Y saber encaminarla, o sea, como dice la palabra de Dios, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe. Encaminar para bien aquellas pruebas de la vida, la mía fue una prueba de vida que no pude manejar bien, porque al final no podemos culpar, hermano, no podemos culpar a gente, no podemos culpar a organizaciones, no podemos culpar a la iglesia, no podemos culpar a terceras personas, al final un ministro que se descuido, o sea, un ministro que como Abraham le faltó la fe, como Jeremías que maldijo su día de su nacimiento, como Elías que deseó morir, yo tuve un fracaso ministerial en el que yo dije, tengo una duda de mi vocación, y cada vez se fue agravando más, se fue asentando con sentimientos de culpa todavía más, porque no solamente pierdo la iglesia, yo a mí mismo comienzo a exigirme demasiado, a culparme demasiado, a llenarme de una autoconmiseración, de una lástima propia mezclada con orgullo, sentía la necesidad de la calidez de un apoyo y a la vez la rechazaba, no sé si me explica, hermano, sentía el deseo de que alguien viniera a consolarme y a la vez sentía un desprecio si alguien venía a consolarme, o sea, había por ahí un conflicto en su interior, un conflicto en mi interior que no me permitía reconocer, que había perdido, había tenido un mal pastorado, que tenía que reencaminar mi ministerio, que debía reenfocar mi visión, enfocarme a mi familia, sin perder la pisada de quien era, de la identidad de quien soy, pero comencé a perder, desgraciadamente comencé a perder el sentido, la valía, el amor propio y esto fue aumentándose con sentimientos de culpa. Fuiste pastor, de repente encontraba amigos que me veían triste, o veían mi desarrollo en las redes sociales, porque ahora sí, como dicen, como dicen por ahí la frase acomodada de, dime, de la abundancia del corazón habla el fe. Entonces, las redes sociales fueron convirtiendo como en un escaparate, un desahogo de mis amarguras y en ella reflejaba tristezas, dolencias, carencias emocionales, comenzaron a resurgir en mí incluso fantasmas de mi niñez, de aquella adolescencia, de aquella adolescencia con mi primer contacto con las drogas, volvieron a relucir esa familia disfuncional, esas violencias pasadas, esos fantasmas que ya habían sido enterrados. O sea, aquello que ya no estaba, como que comenzó a revivir los recuerdos. Como que los recuerdos comenzaron a hacerse virales ahora sí en mí, a despertar sentimientos de amargura añejos, a recordar malos tratos hacia mi familia, malos tratos a nuestras personas, a despreciar familia, a despreciar amigos, a odiar ministros, a odiar iglesias, a sentir un fuerte recelo contra Dios y todo lo que tenía referencia con Dios. Yo quería borrar. Yo recuerdo que decía mi esposa, voy a borrar, voy a arrancarme 35, 30 años de mi vida. Quiero arrancar, quiero olvidar que fui creyente, que conocí creyentes, que mi familia fue creyente, que pastoreé, que tengo a mis amigos pastores. Quiero comenzar una vida ajena a Dios. Entonces comienzo a llenarme de esta rebeldía contra Dios. Y ahora, al final de cuentas, eso podemos decir que era prácticamente imposible, porque toda su vida, sus años, estaban rodeados de Dios, de palabra, de hermanos. O sea, aunque usted quisiera rechazarlo, vas a la puerta, a donde vayas, ahí estaba. Y al final son ellos mismos los que te van a ayudar, las mismas personas que comencé a rechazar o las personas que más me apoyaron, me ayudaron. Es que cuando estamos hablando de este tema, de la depresión, que la depresión te lleva a aislarte, a marginarte, y cuando haces de la tristeza tu bandera. O sea, tú te vas a morir con tu tristeza. Es un enemigo silencioso. ¿Y qué actitud toma usted ante toda esta situación? Esta magna entrega trae la participación de la hermana Santa González, quien es psicóloga. Nos traerá una breve, pero interesante disertación acerca de la salud mental en el liderazgo cristiano. Necesitas asumir responsabilidad acerca de tu condición emocional, de tu salud mental y tu vida ministerial. Señores, los púlpitos se han convertido en una plataforma para evidenciar las carencias emocionales y también que mucha gente esté haciendo catarsis en ciertos eventos. Es determinante que podamos analizar cómo está mi salud mental y cómo está mi vida espiritual. Si eres responsable, vas a poder asumir e entender que debes hacer una pausa. Pero cuando nosotros estamos enfocados solo en satisfacer las necesidades de otras personas, cuando tenemos el ego inflado, cuando tenemos carencias afectivas, cuando necesitamos el reconocimiento, hay mucha gente que en vez de buscar una ayuda terapéutica se está subiendo en altares sin tener la condición y la salud para hacerlo. Hoy más que nunca necesitamos una generación de ministros saludables. Si en este momento entiendes que necesitas hacer una pausa para cuidar tu salud mental, para comenzar a trabajar tu relación familiar, para comenzar a trabajar tu relación con tu pareja, es necesario que lo hagas. Porque ¿de qué sirve estar en diferentes lugares ayudando a otros cuando careces de las herramientas necesarias para ayudarte a ti mismo? Dios es un Dios de orden y ha establecido profesionales en diferentes áreas para que puedan acompañarte. Él es el que da el conocimiento. Él da la dirección a profesionales para que puedan ayudarte. Es momento de actuar con responsabilidad y que puedas entender que por ti, para ti y para la gloria de Dios necesitas buscar una ayuda profesional para que pueda acompañarte en ese proceso que estás viviendo. Es tiempo de cuidar tu salud mental. ¿Qué estás escuchando? Hasta que el día sea perfecto. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual y emocional. La depresión es un enemigo silencioso. Es que cuando estamos hablando de este tema, de la depresión, es un enemigo silencioso. Porque aquí usted cayó en un estado profundo de depresión. En un estado de tristeza. Hablábamos de que hay tristeza que te lleva al arrepentimiento. No, una tristeza que te hunde en la desesperación. Una culpa, una culpabilidad que te enajenaba. Yo me sentía tan mal que yo me decía esto a mí mismo. Yo debo pagar. Era un ministro de forma ilusa, porque es una locura, querer pagar. La consecuencia. La consecuencia de tu mal. Porque eso también es negar la gracia. Es despreciar la misericordia. Porque Dios siempre estuvo ahí. Pero el decir, yo tengo que pagar. Es decir, yo hice mal, debo pagar. O sea, aquí estoy. Yo cometí una falta o lo que haya sido. Ahora yo reconozco que yo tengo que pagar. Aquí estoy para pagar. No quiero ser un ministro de doble vida. Yo hice mal, debo pagar. Lo reconozco y aquí estoy. Y prediqué la justicia y justamente predicaba que esto, Dios era de ojos limpios. No puede ver el mal. Entonces yo hice mal. Yo debo pagar. Ahora esto es muy importante porque yo creo que hay muchas personas que han conocido de Dios, incluso ministros que están pasando por esta etapa. Exactamente. O sea, que han pasado esta etapa. Y usted lo decía hace un momento, que han despreciado la gracia de Dios, que aún sin merecerlo. Es un don que no merecemos, pero al fallarle a Dios a veces nos sentimos tan culpables que no podemos recurrir nuevamente. Tal fue el caso de Judas cuando le falló al Señor. Exacto, exacto. Judas que tiene remordimiento más no arrepentimiento. Ahí está. Y se ahorca. Pedro a la par también había tenido una crisis ministerial. Pedro falló igual que Judas. Y si usted mira las personalidades, Pedro negó tres veces. No hay ninguna diferencia en la traición. La diferencia es la actitud que tuvo Pedro de arrepentirse. ¿Y qué actitud toma usted ante toda esta situación? Yo tomo una actitud de rebeldía. No, nunca de arrepentimiento. O sea, haz de cuenta que yo quería pagar y me estaba autodestruyéndome, autoinfligiéndome dolor. Usted mismo era su mismo verdugo. Yo mismo era mi propio verdugo y lo hacía ver a veces en las redes sociales. Yo decía a la gente, debo pagar. Y si Dios quiere sangre, tiene la mía. Una forma brusca, tosca, ignorante, porque yo luego me puse a razonar cómo es posible querer decirle a Dios que quieres pagar lo que ya pagó. Ahora, no es suficiente. No podemos. Yo después razonaba. Un desprecio a la gracia de Dios. Porque mucha gente tiene esto. No me puedo acercar, soy muy malo. He hecho tanto mal. Yo no tengo cara para hablar con él, no quiero ir a la iglesia. Es una forma de querer seguir haciendo el mal. De rechazar la misericordia. De decir, no quiero acercarme a Dios porque soy muy malo. No, no quieres acercarte a Dios porque quieres seguir siendo mal. Y eso lo hablamos hace un momento. Que hay personas que disfrutan. Disfrutan sentirse mal. Te siente bien sentirse mal. Que la depresión te lleva a aislarte, a marginarte. Y cuando haces de la tristeza... Tu amiga. Te llevó a tu bandera. Tú te vas a morir con tu tristeza. Tú y tu soledad. Y la gente se siente orgullosa de eso. Y hacen un alarde como si fuera una virtud. Convertimos en virtud lo que nos está destruyendo. Lo que nos aísla, lo que nos margina. Entonces la depresión me llevaba a sentirme obviamente vacío. Pero sin ganas de convivir. Despreciando todo tipo de ayuda. En realidad la gente sí me quería ayudar. Tenía gente que quería ayudarme. Había amigos que querían ayudarme. Yo despreciaba esa ayuda. O sea, hubo personas, hubo gente que se acercó para ayudarle. Y decirle aquí estamos, ¿en qué podemos ayudarle? ¿En qué podemos ayudarle? ¿Y su reacción fue? Mi reacción siempre fue no, yo debo pagar. No hay nada para que... Con lo que podamos tapar el error de haber perdido yo una iglesia. De haber fallado. De haber vuelto otra vez a tener un contacto con la droga. Ahora con una droga de impacto muy fuerte que es el cristal. Entonces esa culpa, ¿no? Esa culpa y el enemigo obviamente toma ocasión de eso. Claro. Y meditando y calculando. No merezco yo. Si hay algo que ofende a la gracia es ese pensar. No merezco yo el perdón de Dios. Claro, el Señor a veces lo repite. De eso se trata. No lo merecemos. Pero aquí está. Pero lo está dando. Pero cuando el orgullo te ciega. No merezco yo ese perdón. Yo voy a pagar. Así es. No me gusta tu respuesta, Señor. La cruz. El arrepentimiento, el perdón. No, yo me invento mi propio camino. Y mi propio camino es el yoísmo, el humanismo. Porque al final es la idolatría al ego, hermano. Es la idolatría a uno mismo. Usted se puede ver hundido en el polvo. Y la idolatría del hombre a sí mismo. El hambre lo tumba, pero el orgullo lo levanta. Yo persisto en un estado de rebeldía. Persisto en un espíritu oscuro. Hago retos hacia Dios. Recuerdo que la gente a veces en las redes sociales, mis amigos algunos, estamos orando por ti, hermano, estamos. Yo les decía, pues grítenle más fuerte. A forma de parodeando a Elías. Cuando le dice a los bales, pues grítenle más fuerte. Tal vez está dormido. Yo fui brusco usando estas palabras como, pues grítenle a Dios más fuerte porque yo sigo en lo mío. Quiero morir. ¿Y en qué punto es cuando la depresión fue tan grande que lo llevó a caer nuevamente en las drogas? ¿Cuándo fue el punto en el que usted dijo, volvió, o sea, en el que recurrió nuevamente a aquello que había dejado? Yo recuerdo cuando yo pierdo una iglesia y me sumerjo en la crisis emocional y que no puedo manejar bien mis emociones, no puedo manejar bien en ese momento mis sentimientos. Soy como un confeti lleno de muchas cosas. En ese estado depresivo deja uno de orar y hablar con Dios porque la caída es periódica, es gradual. No cae uno de pronto, sino que uno poco a poco va descuidándose, uno de orar, tener comunión con Dios. Entonces no recuerdo en qué momento la pruebo, la inhalo, porque no la fumé, la inhalo, me la ofrecen como un potencializador para el trabajo porque yo estaba trabajando, dejo de ser pastor, me pongo a trabajar, me pongo a generar recursos materiales con mis manos, con mi oficio, pero con un espíritu negro. Yo no me voy a quedar, a mis hijos no les va a faltar porque viví siempre del ministerio. Y de pronto, yo voy a trabajar porque también sé trabajar, pero mi economía, lo que yo hacía, nada me resultaba, todo me fracasaba. Puse un taller, intenté una pequeña empresa, día, noche, domingo trabajé haciendo y deshaciendo, el dinero se me iba, nada me rendía, mi esposa, ella lo veía a la distancia y dijo te das cuenta que todo te va mal, vamos a refugiarnos, vamos a esperar, tal vez vuelvas a ser pastor, tal vez, porque dentro de la organización donde trabajaba pues había esa oportunidad, perdiste una iglesia, pero espera un poco, puede haber otra oportunidad, porque no perdí la iglesia por algún pecado inmoral o por alguna falta, simplemente fue alguna desaveniencia política administrativa, una frustración personal, una decepción con el movimiento, conmigo mismo, con la gente, entonces llego a ese estado en el que dejé de orar, dejé de tener comunicación, tengo un contacto, la inhalo, la sigo usando, en ese intervalo de un año o dos meses tuve dos pre-infartos a causa de la adicción, me metí a fuertes dosis de cristal, para mí era una droga desconocida, se vuelve, porque en la droga pasas de la intolerancia, no la toleras de primero, y luego pasas a la tolerancia, y luego pasas a la dependencia, entonces yo esas tres líneas las crucé pronto, no la toleré un día, el otro día la toleré, al siguiente día fui dependiente de ella, entonces encuentro en el cristal una forma de autoflagelación, yo no tenía placer al drogarme, yo no buscaba un éxtasis, obviamente el cristal te hace sentir con mucho vigor, no duermes, te mantiene despierto, alerta, pero yo sabía que el cristal te hacía daño físico, yo buscaba el daño físico, más que el beneficio placentero de un placer en la droga, yo buscaba el daño, estoy marcado en mis brazos, donde cada vez que fumaba cristal me hacía una quemada, este brazo lo tengo todo marcado, igual no se puede percibir, pero tengo marcas cicatrices de que yo intentaba pagar, yo tengo que morir, martirizar mi cuerpo, aumentando más mi crisis, aumentando más el prejuicio contra Dios, aumentando más el pecado y aumentando más mi destrucción social con mi familia. Ahora hablar de esta droga, hablar del cristal es un tema muy serio, ahorita lo platicábamos antes de comenzar el programa y usted decía algo muy importante, decía yo tenía en mi mente que yo tenía que pagar, pero al momento de yo estar drogado, ese pensamiento se exponenciaba. Sí, de forma superlativa, cada dosis era restarle un poco, era golpear la gran deuda que yo tenía con mi culpa, con Dios, con mi fallo, el perder a mi familia, porque perdí a mi familia, mi esposa me abandonó, mis hijos me dejaron, viví un tiempo en la calle, probé la vagancia, probé la indigencia, supe lo que era pasar muchos días sin bañarse, recoger botes en la basura para poder solventar, comer algo, o seguir drogándome, yo le digo a los compañeros del internado que yo no mordí el polvo, yo me lo tragué, yo llegué a niveles de mucha lástima, de una pena, la gente que me conoció siendo pastor era una pena, una verdadera pena, ¿por qué le pasó? La gente, incluso amigos que no eran creyentes, vecinos, es que es una pena, ¿por qué? Es una pena como usted, no puede ser posible. Ahora cambia completamente en su hogar, su esposa, sus hijos, al ver a un pastor, ahora a ver algo totalmente diferente. Sí, algo bizarro. ¿Y eso cómo pegó en su vida? No, la autoestima pues por los suelos, autoestima ya no existía, ya no había amor propio, yo mismo a veces a un pensamiento vago me decía a mí mismo ¿qué estás comiendo? mírate cómo estás, pero era más fuerte el yo como quiera voy a seguir adelante, ya no me importa quién me ve, me desinhibí, perdí la pena y la vergüenza por las supervivencias, el cristal se roba todo, el cristal se roba los sentidos, el cristal te hace perder la valía, tu propia persona, es la dignidad de persona, entonces la culpa se hacía más grande, tengo un muchacho mayor, 17 años, ver que ya no es un niño, sino que es un muchacho que razona, ver que es un muchacho que ya ya tiene sentimientos de desprecio hacia su padre, viendo que toda la vida de los niños aman a su padre, entonces ver que has perdido a tu hijo en su expresión de cariño, ver que te desprecia, ver que eres una vergüenza para tu propia familia, pero aún así el cristal, no puedes detenerte, la gente que nos está escuchando, si tienen familiares o amigos que están pasando por este hábito, esta adicción que es muy fuerte, hay que ayudar, necesita ayuda profesional, hay que hacer algo, ¿por qué? porque envuelto con la depresión y con el estado de ánimo por los suelos y el cristal, haz de cuenta que es ponención, haz de cuenta que lo hace ver más fuerte, la depresión, la tristeza, la culpa, el coraje, el enojo, entonces en mi caso, digo, lamentablemente el cristal me hizo perderlo todo, y aún viendo que lo había perdido todo, no podía detenerme. Ahora, ¿su esposa toma la decisión de negarle el acceso a su casa? Sí, mi esposa toma la decisión de hacerme una demanda por violencia verbal, violencia psicológica, física también, llegué alguna vez a tocarla, los dos, a llegar a grados de violencia frente a los niños, que era también lo que rompía mucho el espíritu, haz de cuenta que cada día le añadíamos una piedra, una loza, nada más a la culpa, una gran bola de nieve que se estaba extendiendo, cuando mi esposa decide echarme la casa porque no quería que sus hijos siguieran viendo esa escena de un padre desmoronándose, de un padre acabándose físicamente. Y que lejos de ayudar a la familia estaba abriendo un camino para los hijos. Exactamente, poniéndolos en peligro, haciendo un riesgo, digo, porque en el cristal, con las amistades y con todo lo que es el contexto de un mundo de drogas, la venta, el consumo, la gente que conoces, los movimientos, y lo que te causa el cristal como paranoia, delirios de persecución, sentimientos de terror, deseos de suicidio, todo eso junto con la depresión, todo eso junto con mi esposa me había abandonado. Llega usted a un punto de querer morir. Lo intenté, digo, lo estaba intentando poco a poco, cada vez que me drogaba, quitarme la vida, pero también tuve intentos de querer ahorcarme, intentos de querer colgarme. Por una u otra cosa, Dios me hacía, sé que es Dios, me hacía tener el miedo, el temor, que ese paso no era el correcto, y volvía a andar en la calle, volvía a andar en mis pasos, y volvía a pensar, tengo que volver, yo tengo que volver, tengo que volver a ver a mis hijos. Entonces sucede que ya no tenía yo gobierno, ya no tenía yo la voluntad. ¿Ahora pierdes el sentido del tiempo, de la razón? Pierdes el sentido del tiempo, no del espacio, porque sabes dónde estás, estás alerta, pero pierdes el sentido de la creencia propia, del afecto natural, pierdes tu dignidad, pierdes tu salud, o sea, pierdes el peso repentinamente, o sea, el cristal hace que seque tu cerebro, seque tu cuerpo, eres una hoja al viento, entonces no comes, no duermes, vives con delirios de persecución, yo tenía fuertes delirios de persecución, terror nocturno, no dormía la mayoría del tiempo, la mayoría del tiempo era estar despierto, dormía dos, tres horas al día solamente, escuchaba voces, sentía que me perseguían, también había sobre mi persona en la colonia un... me habían alertado, me habían alertado, me habían dicho que tuviera cuidado, que no saliera por las noches, que no me vieron mucho vagando, porque había una amenaza de muerte contra mi persona, contra tres personas en la colonia, y cuando yo refería, pero ¿por qué? pues fulano porque es ladrón, y mengano porque vende droga, digo, ¿pero yo por qué? dijo, ¿tú por qué eras pastor? ¿tú por qué eras pastor? porque no, no es aceptable, imagínese cuando yo te sigo una noticia como esa, que aún la misma sociedad no es aceptable, o sea, tú conociste todavía a la gente que no conoce de Dios, pero tú conociste de Dios y estás otra vez en ese mundo, entonces viene sobre mí un golpe muy fuerte otra vez de culpa, de ganas de morir, porque había una amenaza de muerte sobre mi persona por ser una persona no deseable, ¿no? no deseable en el sentido de que no es posible, tú lo tuviste, lo tuviste, y ahora no, lo perdiste. Otra vez me envuelvo en el mundo oscuro del suicidio, pues me drogo, me drogo, tengo mis últimos días antes de ser restaurado, o entrar a un centro de internamiento fueron días en búsqueda frenética por un shock, un paro, un paro respiratorio, un paro pulmonar, algo que detuviera ese camino que yo llevaba. Sabía en el fondo que necesitaba ayuda, no podía pedirla porque la depresión también tiene estas características de no pedir ayuda, de no querer ayuda. Y de darte el orgullo de decir tú no necesitas. De llenarte de orgullo porque por lo que fui, por el contexto de lo que viví, no me puedo dar el lujo yo de pedir ayuda. O sea, pierde la dignidad más aparte todavía hay un orgullo. Exactamente, o sea, te sabes necesitado pero desprecias la posible ayuda y te niegas, te niegas. Como decíamos al principio, se siente bien sentirse mal. Hay gente que está en estado depresivo que busca y alienta sentirse mal, que quiere seguir sintiéndose mal. Y eso es un círculo vicioso. Yo quiero sentirme mal para tener comiseración porque al sentirte tú mal hay una señal de placer que tú te das. Es decir, me siento mal, fui dañado, merezco algo. Tu sistema, ahora sí que desconozco el tema. Y si es físico es psicológico pero hay un tema de recompensa que tú mismo quieres darte. Me siento mal, merezco esto. Y te sientes bien por decir, por aceptar tu culpabilidad. Exactamente, y por según estar pagando, de alguna manera hay lógica estar pagando, estar pagando tu culpa de verte la cicuta, de verte el vaso del cáliz amargo y decir, yo merezco estar así, merezco estar en el hoyo, merezco estar en el fondo, merezco estar en pobreza, merezco estar perdido, sin salud, merezco estar abandonado porque hice mal. Entonces se va volviendo como un círculo vicioso que te arrastra a esa comiseración ¿para qué? Para poder justificar esos pequeños premios. Quiero drogarme. La gente me despreció me dio la espalda, quiero drogarme. El amigo no vino, no me ayudó, quiero drogarme. Aquel me dio la espalda, quiero drogarme. Mi esposa me cerró la puerta, quiero drogarme. Porque también se comenzaron a cerrar las puertas de mis amigos, de mis familiares, ya no querían recibirme porque también me interpretaron que la única manera de poder ayudarme era abandonarme, en cierta forma, ¿no? No estoy muy de acuerdo con eso, ¿no? Pero en cierta forma los entiendo y que siempre también debo reconocer que hubo gente que por más bajo que caí siempre estuvieron ahí. Yo debo agradecer que en el propósito de Dios, en el rescate, en la restauración que hizo de mi persona, siempre hubo gente presente. Porque ahora sí, como dijo Pablo en Romanos, él tiene misericordia de quien quiere tener misericordia y él endurece a quien quiere endurecer. Yo era un hombre, un ministro que merecía morir, que hice todo para merecer lo peor. Nadie hubiera cuestionado a Dios si yo hubiera seguido en una carrera delictiva o una carrera de adicciones. Nadie hubiera, porque todos hubieran dicho él se lo merece, él hizo mal. Ahorita comentaba usted algo y decía que usted esperaba, no sé cómo decir, retar a Dios. Usted esperaba que el Señor le apareciera en su encuentro. Esa ya era mi encuentro porque yo sentía un absoluto silencio de Dios desde mi crisis ministerial, desde que pierdo la iglesia, desde que me abandoné desde que me abandoné desde que me abandoné desde que me abandoné desde que pierdo la iglesia, desde que los manejos no resultan, desde que estoy hecho a un lado y desde que yo mismo me autoinfringí esa marginación. Siempre quise ver que Dios saliera, que Dios dijera algo, que Dios... Dentro de los problemas que viví políticamente en la iglesia donde yo trabajé, yo quería ver a un Dios que dijera aquí estoy contigo, voy a hacer cierta justicia, pero no había tal. Es decir, yo tenía que recapitular en mi vida y tenía que... Dios me dejó que yo reflexionara. Nunca llegó el Señor a mi encuentro. Yo si siempre, uno de mis frases repetitivas, Dios nunca salió a mi encuentro, Dios nunca salió a mi encuentro, a Dios no le interesó el asunto, un completo silencio. Y eso hacía... pues acentuaba más la depresión. Le sentí olvidado de todo y olvidado por Dios. ¿Y en qué punto es cuando viene ese quiebre de poder salir? ¿De qué manera fue que usted pudo ser libertado de todo esto? Le platico. Cuando yo le pedí a Dios que él saliera a mi encuentro, no lo hizo de la manera que yo esperaba. Sí salió, tardó mucho. Yo siempre lo recuerdo con mucha alegría de cómo es que Dios trabaja, cómo es que Dios ministra a sus hijos y tiene un plan de rescate. Siempre le pedí a Dios que saliera a mi encuentro. Yo esperaba que su encuentro conmigo fuera que me disciplinara, que me matara, que me enfermara, que me tumbara, que me hablara fuerte. No me daba cuenta cuán caído estaba y aún así no despertaba. Pero Dios permitió que un grupo de amigos, mi familia, mis hermanos, fueran ellos los que Dios usó para salir al encuentro. Porque ellos se movieron, ellos comenzaron a preocuparse y a ocuparse. ¿Qué vamos a hacer? No podemos dejar al hermano así, no podemos dejar al amigo así, no podemos dejar a una persona que es entrañable. Entonces mis amigos se juntan, ellos elaboran un plan de rescate. Lo digo ya porque ya luego me lo platicaron. De primero no me lo hicieron saber, no sabía yo de qué se trataba. Yo había perdido a mi esposo, vivía en la calle. Ellos se acercan a un centro, Casa Restauración Jiré. A mí sí me gustaría acentuarnos. Casa Restauración Jiré, el lugar donde Dios rompió mi estructura, aquí en Salinas Victoria, donde el pastor Jorge Rodríguez y la pastora Mari Carrillo se convirtieron en mis pastores en ese tiempo. Se convirtieron en mis mentores, en las personas que Dios puso en el camino para que yo pudiera vencer esta terrible adicción. Los hermanos, mis hermanos, mi familia, mis amigos, hacen lo que los amigos con el paralítico, que los suben al techo, abren un boquete en el techo y descienden al paralítico para presentárselo a Jesús. Yo prácticamente a la distancia lo miro así. Tuve muchos amigos que bajaron la cuerda, que me subieron a la cama, que me subieron al techo, que abrieron un boquete en el techo y yo siempre voy a bendecir la vida de mis amigos, a bendecir la vida de los pastores, porque siempre hay alguien, hermano, siempre. Alguien me decía, mi madre espiritual, Estela Villanueva, le mando un abrazo bien fuerte, porque ella me decía, hijo, Dios está entre los que te aman. Dios está entre los que te aman. Dios está presente con aquellos que no te olvidan, aquellos que te van a dar la mano, aquellos que están presentes. A veces nos ocupamos más de la gente que nos hizo daño y olvidamos a la gente que Dios nos tiene ahí. Yo, por ejemplo, olvidé a mi familia, olvidé el dolor de mi familia, olvidé la crisis de mi esposa. Pero yo siempre vi la mano de Dios a través de la gente. Y esos amigos, esos hermanos, esos pastores, esa familia, recubrieron al internamiento, a la Casa de Restauración Jiré. Ahora sí que, sin yo saberlo, me llevan de forma involuntaria. Llego allí, a este lugar, a una casa de rescate, y ahí tengo un golpe, ¿no?, a través de emociones encontradas y de conflicto. Estaba sumido en la cama, tratando de asimilar dónde estaba, y sentí la voz de Dios. Escuché la voz de Dios, hermano. A la gente que nos escucha, escuchar la voz de Dios es un asentamiento en tu mente y en tu corazón. No que escuché una voz audible, pero sentí la voz de Dios en este razonamiento en mi mente y en mi corazón. Dios me dijo, tú me pediste que saliera a tu encuentro. Esta es la respuesta. Esta es mi reacción. Este es mi encuentro contigo. Este es mi encuentro contigo, a través de tus hermanos y a través de esta casa de rescate. Esta es mi respuesta, esta es mi acción de salvación para ti. O sea, soy yo el que estoy actuando. Te dejé todo ese tiempo, porque ahora sí que el Señor permite que nosotros vivamos con la consecuencia de nuestros actos. Nos da libre al del río. Él me dejó gritar, me dejó expresarme, vamos a llamarlo así, me dejó expresarme, tirar patadas de ahogado, reclamar, cuestionar, y al final Él actuó. Cuando ya no pude más, lo miro así como a Dios de forma muy paternal, dejando que el niño grite y llore hasta que se canse, para luego Él actuar. Entonces Dios actúa de esta manera. Llego a este lugar, Dios ahí me da ese asentamiento en mi corazón de que es Dios actuando. Lucho los primeros días, porque no era la abstinencia, es algo difícil, es algo complicado físicamente, soportarlo y soportar también, ahora sí se acentuó más la ausencia de mi familia, quería verlos, ya tenía tiempo sin verlos, pero ahora al internarme, pues más quería verlos. Entonces los sentimientos fueron muy difíciles. Siete días estuve batallando, quería salir de ese lugar, no quería estar, pero a los siete días yo experimento nuevamente en mi vida la llenura del Espíritu Santo, estando encerrado, estando encerrado en aquel lugar, en aquella habitación, el Espíritu Santo desciende sobre mí, estando yo en adoración en algunos cantos, orando en mi espíritu de pie, desciende a mí el Espíritu Santo, comienzo a hablar en otras lenguas, comienzo a adorar al Señor, a llorar, a llorar pero ya no de tristeza ni de dolor, sino a llorar con una alegría y una paz en mi corazón de entender que esa era la respuesta, que había llegado a un buen lugar, que Dios me había rescatado y que Dios iba a romper todo eso, toda esa tristeza, que el problema, yo sentía así la respuesta de Dios, el problema para mí de quitarte tus adicciones no es nada, lo que voy a sanar es tu corazón, porque necesitamos, ahora sí que una operación a corazón abierto, los que padecemos hermanos de tristeza profunda, de depresión, porque ese enemigo silencioso que hoy tiene hundido a muchos cristianos, la iglesia, simplemente hay una tristeza profunda, viven de antidepresivos y ese enemigo silencioso, Jesucristo lo puede vencer, el mensaje que traemos es que Jesucristo venció, puede vencer toda depresión por oscura que sea, por muy interior, por muy del carácter personal que sea, Dios llega donde no llega, ahora sí que el mundo terapéutico, el mundo psicológico, de grupos de autoayuda, pues también están limitados, lo que necesitamos es una operación a corazón abierto profundamente, Dios a mí en ese internado, no le voy a decir las estrategias, los programas me ayudaron a mí, lo que me rompió fue Dios, los 7 días, el Espíritu Santo y lo demás fue algo añadido muy bueno, el desarrollo de la salud, el desarrollo de mis emociones, el acrecentar mi fe en aquel lugar, en disciplinar mi cuerpo, fue un tiempo maravilloso, que yo agradezco al Señor, mi vida yo la cuento antes de la casa de restauración de Jiré y después, porque allí fue el parteaguas en el cual Dios rompió muchas estructuras en mí, rompió la raíz de amargura, la culpa que me tenía asumido como un terrible cáncer, como un veneno, un amor propio denigrante, porque no era un amor propio que yo tuviera y que me hiciera salir adelante, era un amor propio que me hacía sentir más conmiseración por mi propia persona y me hacía sentirme bien haciéndome más daño, entonces comienzo a despertar en ese lugar, Dios rompe todo mi esquema, mi estructura, me perdona, yo me siento restaurado y comienzo el desarrollo de recuperar lo que había perdido, porque estamos hablando de un tema complicado porque a veces nosotros le ponemos el precio muy alto a la gracia, no podemos, a veces vemos la historia de las personas y decimos no, no merece el perdón, no merece otra oportunidad, fue pastor, porque otra vez, imagínese la reputación, con qué carácter moral va a predicar y yo me hacía a veces ese tipo de cuestionamiento, señor, pero es que no merezco, ya no... Desarrollando un liderazgo saludable Pero Dios ha cambiado mi forma de pensar incluso en el servicio, porque ya no, ya no aspiro a una carrera ministerial, es decir, no que no aspire a servir al Señor, pero ya no aspiro a, yo quiero ser pastor de una gran iglesia, yo quiero, mi aspiración es pastorear a mi familia, pastorear a mi esposa, pastorear a mis hijos, recuperar lo que perdí, recuperar el espacio paternal que dejé vacío, llenar de cariño a la vida de mis hijos, darle un lugar digno a mi mujer, a mi esposa, yo creo que ahí comienza todo el ministerio, cuando comenzamos a pastorear nuestra propia casa, yo fui un pastor que me llené de trabajo pastoral, pero que si algo descuide fue el pastorear mi propia casa, el no cuidar mi corazón, porque cuando se administra a veces no se cuida el corazón, a veces está tanto metido, las manos están metidas tanto en los trabajos, en las necesidades de la iglesia, que olvidas tu vida, olvidas a los tuyos, entonces mi deseo hoy es, y ahora que el Señor me ha perdonado, que me ha restaurado mi corazón, que ha sanado mi corazón, porque hoy leí una frase de un pastor amigo, un pastor muy buen amigo sin agraviar, que decía un corazón sano, un corazón pacífico, es decir que cuando el corazón está sano, libre de raíces de amargura, libre de resentimientos del ayer, del pasado, es un corazón que está en paz con Dios, y en paz con las personas, ya no hay ese conflicto social, ese conflicto emocional cuando tenemos un corazón sano, entonces esa frase, hoy la leí de mi amigo, de un amigo pastor, un corazón sano, es un corazón pacífico, Dios sanó mi corazón, pude perdonar las pérdidas que tuve siendo un ministro, y todo lo que estaba involucrado, todo lo que estaba involucrado, pude perdonar a los que yo amarré, porque a veces encadenamos a las personas, a nosotros, pude perdonarme a mí mismo, perdonarme a mí mismo, de que, ahora lo puedo decir con todas las palabras, fue un ministro que fracasó, un ministro que fracasó, en su ministerio, como muchos hombres de Dios, fracasaron, pero tuvieron la interés a devolver, y mientras hay vida, hay la oportunidad de volver, porque aquí predicamos a un Cristo de oportunidades, y la gracia no tiene límites, a veces queremos ponerle un precio muy alto a la gracia, pensamos quién califica y quién no, y la verdad, yo he aprendido que no hay persona muy alta en los caminos de Dios que no pueda caer, y no puede haber una persona que haya caído tan bajo que Dios no pueda levantar, entonces, en ese parámetro, creo que como dijo Pablo, el que mire que está fuerte, el que piensa que está fuerte, mire que no caiga, cuidando nuestra salvación con temor y con temblor, ahora cambió mi estructura, tuve una carrera ministerial, hoy quiero tener una carrera en el servicio al Señor, pero con un enfoque distinto, con un manejo de mi corazón diferente. Ya nosotros hemos llegado, y usted se enteró, a lo que es la finalización del programa de esta serie que nosotros hemos estado presentando, que trata de identificar, que trata de buscar, que trata de señalar ese mal que pudiese usted, quizás, acarreándose a usted mismo, y le está llevando al agotamiento, hay miles de razones, y eso lo vamos a ir escuchando a través de que se esté ejecutando esta serie, le invitamos encarecidamente, formalmente, para que usted escuche lo que fue nuestra primera entrega, a través de nuestros podcast, usted puede escucharnos, y puede encontrarnos, y bueno, es mucho lo que nosotros queremos hacer para ayudar. Ojalá que lo que estemos o estamos haciendo nosotros, ayude, contribuya, colabore con lo que es su liderazgo pastoral. Esa es una de nuestras intenciones. Me pregunto yo, y usted se responderá a la distancia, ¿para qué le sirvió? ¿En qué se identificó usted con el testimonio que usted acaba de escuchar? Si esa persona estuviese frente a usted, ¿qué usted le diría? ¿Cómo usted trabajaría con esa persona? ¿Cuál sería su consejería bíblica para ese pastor que se siente desanimado, que se siente desilusionado o cansado? Yo creo que es importante que nosotros nos hagamos esta pregunta reflexiva, objetiva, como para poder ayudar a otros, y más aún, para ayudarnos a nosotros mismos, para que en algún momento pudiésemos estar pasando por el desánimo, por el desaliento, por el agotamiento. Así es que yo espero que sí, que los pastores, que de hecho ya han recibido aplausos si se quiere, ya han recibido palmadas sobre los hombros, ya han recibido apoyo de varios pastores, que ya más luego usted estará escuchando los testimonios de esos pastores que están contentos o alegres por esta serie que nosotros estamos haciendo. Mis condiciones a cada uno de ustedes, gracias por estar otra vez escuchando la programación, hasta que el día sea perfecto. Yo soy su hermano Reinaldo Nisbet, que está altamente agradecido con cada uno de ustedes, y eso será hasta que el día sea perfecto. El pastor navegando por las aguas del agotamiento espiritual y emocional. Todos los contenidos de nuestro programa ya están disponibles en diferentes plataformas de podcast. Hasta que el día sea perfecto, gritaremos hasta aquí nos ayudó Jehová. Algo más, y esto siempre en Cristo Jesús, Señor nuestro. Hasta aquí contamos con su gran compañero. En un mundo de bondad nos obtuvo su bondad. Hasta aquí nos ayudó Jehová. Muchas gracias. Dios las bendiga.

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