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Vivir en Pentecostés _ Pra Marisa Ramirez de Ruiz.mp3  TDA

Vivir en Pentecostés _ Pra Marisa Ramirez de Ruiz.mp3 TDA

TIEMPO DE ADORARTIEMPO DE ADORAR

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The main ideas from this information are: - The speaker emphasizes the importance of being in agreement and seeking God's presence. - They express gratitude for being able to gather in the house of God and emphasize the blessings of being there. - The speaker encourages the audience to be thankful and to greet and bless one another. - They discuss the challenges of the pandemic but highlight the victory and the ability to gather in person. - The focus of the day is on the Holy Spirit and the importance of being open to receive God's word. - They pray for various needs, including healing, forgiveness, and deliverance from mental oppression. Summary: The speaker emphasizes the importance of unity, gratitude, and seeking God's presence. They discuss the challenges of the pandemic but highlight the victory and the ability to gather in person. The focus of the day is on the Holy Spirit and they pray for various needs. Tenemos que entender que este es el plan de los señores, y Dios no quiere que ninguno se equivoque. La masa va a vivir, ven ahora, ven ahora, sobre este lugar y sobre cada vida. Llegarán contra ti, pero no se vencerán, porque yo soy Jehová tu Dios. Sí, Señor, sí, Señor, sí, Señor. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! Señor, les bendiga en esta mañana. Estamos agradecidos, ¿verdad?, con lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Y agradecer por estar juntos en esta mañana. La Palabra de Dios dice que donde hay dos o tres reunidos en su nombre, Él está en medio de ellos. Obvio que somos más que dos o tres, pero fíjense cuán poderosa es esta promesa, que solo estando dos personas en acuerdo, orando al Señor, buscando su rostro, Él ya se manifiesta, Él ya está escuchando. Así que lo que Dios busca es rendición en nuestras vidas. Que contemos con Él, porque Él está dispuesto a bendecirnos. Él siempre está dispuesto, pero necesita una oración de acuerdo. Así que hoy, en esta mañana, estamos de acuerdo. ¡Amén! ¡Gloria a Dios! ¡Denle un aplauso al Señor! ¡Sí, Señor, Él se lo merece! ¡Él se lo merece! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! Necesitamos vivir bajo la bendición de Dios. Necesitamos vivir bajo la bendición de Dios. Porque sin Él, nada somos. Sin Él, nada podemos lograr. Y el hecho de venir hoy a la casa del Señor, nos está demostrando que buscamos de Él. ¡Amén! Sé que no es fácil venir un domingo a la mañana, pero aquí estamos. Acá me dicen, ¡amén, amén! Hace bien, es saludable, pero es una bendición. Nosotros hace más de 20 años que estamos viniendo los domingos a la mañana, y es una bendición. Parece un sacrificio, y bueno, sí, pero qué bendición cuando llegamos a la casa del Señor. No importa el horario, se importa la disposición de nuestro corazón. ¡Amén! Así que, vamos a orar, vamos a orar. Levante sus manos ahí donde están, y vamos a decirle al Señor lo agradecidos que estamos. Señor, gracias, gracias por esta oportunidad. Gracias Señor, porque en Tus manos yo me siento seguro, me siento segura. Yo declaro que necesito de Ti, que hoy vine a Tu casa a encontrarme contigo. Que hoy vine a Tu casa a celebrar lo mucho que has hecho por mí, y también proféticamente lo mucho que vas a hacer en mi vida. Señor, yo hoy declaro que mejor es estar un día en Tus atrios que estar mil fuera de Él. Señor, yo necesito estar en Tu presencia. Mi alma lo necesita, mi cuerpo lo necesita, pero mi espíritu lo necesita más, y te doy gracias por esta oportunidad. Señor, Señor, necesito de Ti. Aleluya, Espíritu Santo. Aleluya, dele gracias, dele gracias al Señor. Nunca, nunca es poco agradecer al Señor. Nunca es poco. Gracias Espíritu Santo por esta gran, gran oportunidad. Gracias por renovar Tu misericordia a mi favor en esta mañana. Señor, gracias porque delante de Ti reconozco, Señor, que sola no puedo, que solo no puedo, que sin Tu bendición yo no puedo vivir. Gracias Espíritu Santo, te bendecimos, te damos gracias. Amén. Gloria a Dios. Gloria a Dios. Aleluya. Gracias Señor, gracias. Y también al estar acá, estamos en acuerdo, pero yo le voy a invitar a que salude a su hermano, a su hermana que está a su derecha, que está a su izquierda, atrás, adelante. Decir qué bueno que vinimos a la casa del Señor. Qué bueno, qué bueno que hoy me encuentro en ese lugar. Te bendigo. No le cuentes su vida, solo bendíganos. Porque ahí nosotros empezamos. Que Dios te bendiga cómo estás. Estoy bien, estoy bien. Amén. Gloria a Dios. Gloria a Dios. Gracias Señor. Mire, sé que a veces no es fácil cuando decimos saluda a su hermana, a su hermano. Uy, otra vez, porque ya nos saludamos, ¿no? El otro día en una reunión nos saludamos como cuatro veces. Pasaba uno, salúdese. Pasaba otro, salúdese. Bueno, ya estaría, ¿no? Pero me acuerdo en el tiempo de pandemia, ¿dónde estábamos? En casita, ¿eh? En casita. Solo el pastor Rubén y el pastor Omar y el pastor Sergio estaban acá, y la gente de televisión y algunas personas, y yo anhelaba estar en la casa del Señor. ¿Cuántos anhelaban estar en la casa del Señor? Entonces no nos quejemos, porque pasamos un tiempo de prueba, pero hemos salido calificados, porque Dios nos ha dado la victoria. Y estamos en la casa del Señor. Hemos pasado la prueba. Y si vos y yo, gloria a Dios, si vos y yo hemos pasado una pandemia, no nos para nadie. Decirle, no nos para nadie. A mí no me para nadie. No hay pandemia que... Y es verdad, porque muchos hermanos o familiares no están entre nosotros, ¿verdad? Y se hizo difícil. Pero ¿cuánto anhelábamos estar en la casa del Señor? Y luego que empezamos a volver poco a poco, ¿cuánto nos costó? Sé todos los estados. ¿Cuánto nos costó? ¿Qué abrimos? ¿Qué nos abrimos? Pero evidentemente el Señor nos quiere unánime. Fue un tiempo de prueba, que estábamos de otra manera en acuerdo, y Dios se manifestaba. Vimos el mover de Dios de otra manera. Vimos el mover de Dios a través del Internet, a través de las redes sociales, sentado en mi casa frente a una pantalla. Hemos visto milagros. Hemos visto sanidades. Hemos visto que gente se ha salvado. Dios no tiene límites. Dios no tiene techo. Dios no tiene espacio o tiempo. No tiene problema. Él quiere que estemos en acuerdo para poder bendecirnos. Amén. Así que denle un aplauso al Señor. Sí, Señor, gracias. Porque dondequiera que estemos, Él va a derramar su bendición. Aleluya, aleluya. Y poder valorar lo que tenemos. Y poder valorar. Cuando uno pasa por un tiempo de prueba que no te podés llegar a la casa del Señor, decís, ay, ¿cómo? A mí me ha tocado estar cuidando a nuestra mamá, a nuestro papá, internados, y ver la reunión por YouTube. Qué bendición. Y vos decís, ay, qué ganas de estar en ese lugar. Y cuando estoy acá, pero empiezo a ver todo lo que no veo. No, no, no. Debemos dar gloria a Dios de poder tener esta preciosa casa y las puertas abiertas donde acá se derrama el poder de Dios, donde la palabra de Dios nos edifica, donde yo tengo comunión con mi hermana y con mi hermano. Y lo beso, y lo abrazo, y lo bendigo. Amén. Gloria a Dios. Aleluya. Así que estamos dispuestas y dispuestos a recibir lo que Dios tiene en esta mañana. Así que contenta de estar en este lugar, agradecida a nuestros pastores, a mi esposo y a todas las personas que están orando por mi vida. Es una hermosa oportunidad, una bendición y un privilegio. Amén. Le doy gloria al Señor. Gracias, Señor. Gracias, Espíritu Santo. Así que en esta mañana tenemos una mañana de bendición, un día de bendición. El tema que vamos a tratar es el tema del Espíritu Santo, del Pentecostés, de la bienvenida, del derramar del Espíritu Santo. Así que hoy va a ser un día poderoso. Yo quiero que estés conectado, que estés conectada, que te enfoques a lo que Dios te quiere hablar hoy. Todos los días donde la palabra es soltada, la semilla es soltada en nuestras vidas, en cualquier lugar, en una reunión, en las células, donde quiera que se suelte la palabra de Dios, ese día y ese momento es importante. Cada uno de nosotros tenemos una semilla, que es la palabra de Dios. Tenemos a Jesús en nuestro corazón y cada vez que vos soltás una palabra de Dios, esa semilla va a tener su cosecha. Dice la palabra que al treinta, al sesenta y al ciento por uno, porque es un proceso en la semilla. Pero también, el estar aquí y soltar la palabra significa que Dios tiene algo para mí. Pone tu mano en tu corazón y dice, Señor, hoy tenés algo para mí. Yo abro mi corazón, abro mi corazón y me preparo a recibir tu palabra. Señor, abro mi corazón, abro mi espíritu. Aún mi cuerpo se prepara para lo que va a recibir. En el nombre de Jesús, Señor, bendice mi vida. Amén y Amén. Gloria a Dios. Gracias, Jesús. A través de la palabra. Preparen su corazón, preparen su espíritu, porque hoy el Espíritu Santo es el protagonista. Amén. Y vamos a orar por las necesidades. Levante su mano. Quizás alguno allí en sus hogares o algunos de nosotros están con una necesidad puntual. Señor, en esta mañana queremos presentarte todas las peticiones, todas mis necesidades, mis carencias, todo lo que yo en esta semana he acarriado y no lo puedo solucionar. Señor, pasa mis límites, sobrepasa mis límites y hoy entiendo que aquí en tu presencia yo voy a encontrar la respuesta. Señor, si hay alguien que está pasando por un problema de enfermedad, si hay algún familiar que está internado, si hay alguien que está postrado en su cama, Señor, ahora en el nombre de Jesús reprendemos todo espíritu de enfermedad que está atacando nuestros cuerpos. Señor, ahora declaramos palabras de sanidad sobre ellos donde quieran que estén. Señor, ahora soltamos tu palabra que dice que por tus llagas todos hemos sido sanados. Señor, soltamos esta promesa y esta palabra es sembrada. Esta palabra va a llegar a destino y cumplirá su propósito. Declaramos que estamos sanos. Declaramos en el nombre de Jesús. Señor, también rogamos. Señor, si hay algún problema en el corazón. Señor, si hay heridas. Señor, si hay ansiedad. Si estás con ataques de pánico, con depresión. En esta mañana oramos a favor de tu vida para que el Espíritu Santo poderoso comience a sanar toda herida. Aleluya. Y si es necesario soltar perdón para que esa sanidad sea completa. Yo perdono, Señor. Yo perdono a todos aquellos que me resisten, que no me quieren o que hablan mal o dicen mal de mí. Yo suelto perdón en esta mañana. Señor, obra en sus vidas como obras también en mí. Señor, te damos gracias porque podemos en este momento contar contigo. Señor, también si hay alguien que está pasando por algún tipo de opresión mental, psicológica, en el nombre de Jesús reprendemos estos demonios que atacan la mente, que atacan el sistema nervioso. Ahora los echamos fuera en el nombre de Jesús y declaramos que en Cristo somos verdaderamente libres en el nombre poderoso de Jesús. Gracias, Señor. Gracias, Señor. Gracias, Espíritu Santo, porque tú haces la obra completa. Me sanas el cuerpo, me sanas el alma y sanas mi espíritu. Aleluya. Señor, me aliño al Padre, me aliño al Hijo y al Espíritu Santo y nos sometemos a su soberanía. Y te damos gracias por esta gran, gran oportunidad. En el nombre de Jesús lo recibimos y decimos amén y amén. Gloria a Dios. Él es poderoso. Él es poderoso. Aleluya. Tome su asiento. Estamos un ratito parados, ¿no? Ahora yo estoy de este lado parada. Cuando estoy allí, le hago miradas a mi esposo y le digo, dale, sentémonos. Yo quiero que sepa, que yo sé lo que... Es verdad, es verdad, los que están al lado mío saben que digo eso. Ay, menos mal. Ahora no se duerma. Porque son muy cómodas estas butacas, amén. Así que el Señor tiene grandes cosas en esta mañana para nosotros. Y como tenemos aquí el título, vamos a comenzar vivir en Pentecostés. Necesitamos vivir un Pentecostés. No sé si todos saben lo que es el Pentecostés. Y ahora vamos a ver qué significan nuestras vidas. Y vamos a comenzar con la importancia de las fiestas. Porque Pentecostés es una fiesta. Nosotros como latinos, como gente del occidente, quizás no le damos tanta importancia. Pero Dios estableció fiestas para su pueblo, para el pueblo judío. Y tiene muchas fiestas importantes a lo largo del año. Pero hay tres fiestas que son las más importantes para ellos, que es la Pascua. La Pascua la celebramos. La segunda fiesta es el Pentecostés, del cual vamos a hablar hoy. Y la tercera fiesta es la fiesta de los Tabernáculos. Y después tienen la fiesta del Janucá, tienen la fiesta de las Palmas, muchas fiestas. Tienen muchas fiestas. Aproximadamente siete, nueve fiestas ellos festejan durante todo el año. Y yo cuando miraba eso digo, Señor, Vos vivís de fiesta en fiesta. ¡Qué maravilloso! ¿Quién vive de fiesta en fiesta? Bueno, es tiempo de empezar. Es decir, que estar en la presencia de Dios es una fiesta. Así que Él estableció, dice, Dios instauró fiestas para su pueblo y cada fiesta tenía un propósito. La Pascua, ¿qué celebramos en la Pascua? En la Pascua celebramos la muerte de Jesús y su resurrección. Jesús murió, pero el tercer día resucitó y está sentado a la derecha de Dios intercidiendo por tu vida y por mi vida. Y después que Él resucitó, dice que Él estuvo cuarenta días con los discípulos. Dice que hay pruebas que son indubitables, o sea, que no hay duda de que Jesús vivió en la tierra cuarenta días con sus discípulos comiendo, hablando, dándoles las últimas instrucciones antes de subir al cielo. Cuarenta días. Y ahí es donde Jesús les dijo que tenían que esperar la promesa del Espíritu Santo. Y ahí entra la fiesta de Pentecostés. O sea que Jesús tuvo su pasión, todo lo que pasó Él, murió, al tercer día resucitó y a partir de ahí, contó cuarenta días, estuvo con ellos. Diez días después llegó Pentecostés. Que ahora vamos a ver que Pentecostés significa cincuenta días. Nada más que eso significa. Cincuenta días. Quiere decir que el Pentecostés se celebra cincuenta días después de la Pascua. ¿Sí? ¿Vamos bien? Cincuenta días después de la Pascua. Así que yo les sacaba cuenta, es muy fácil, lo mío no es la matemática, pero saqué cuenta, que los discípulos estuvieron esperando la promesa del Espíritu Santo unánimes, en oración, diez días. ¿Diez días orando juntos? ¡Qué prueba! Ahora vamos a ver, porque nosotros no podemos ni orar ni media hora juntos a veces, ni una hora juntos. Y ellos estuvieron diez días esperando la promesa, la Pascua, la fiesta de Pentecostés. Y la otra fiesta es la fiesta de los tabernáculos. La fiesta de los tabernáculos es, ellos celebran todo su peregrinaje en el desierto, donde vivían como en carpas, en chozas. Entonces, ellos durante una semana, y literalmente lo hacen hoy en día en Israel, hacen como unas casitas de madera, la adornan muy bien y celebran siete días ahí adentro la fiesta de los tabernáculos. Los judíos más ortodoxos lo hacen literalmente, otros no tanto, pero sí festejan esa fiesta, recordando su peregrinaje en el desierto, que fueron cuarenta días. ¿Estamos? Las fiestas las instituyó Dios. ¿Por qué Dios se le ocurrió instituir fiestas? Yo me lo pregunté. Y Dios instituyó fiestas para estar cerca del pueblo, para tener comunión en el día a día con su pueblo. Cuando Él dio las fiestas, en el libro de Levítico, Dios había dado las tablas de la ley y el pueblo se había desenfrenado mientras Moisés estaba en el monte. O sea que lo que Dios se dio cuenta es que necesitaba al pueblo tenerlo cerca, o mejor dicho, que el pueblo esté cerca de Él. Entonces, estableció las fiestas para decir, bueno, la fiesta le va a gustar. ¿A quién le gusta la fiesta? Viste que cuando haces un asado, ¿quién va? ¿Quién quiere ir a un asado ahora cuando termina? ¿Viste? Y así evangelizás. Los hombres hacen asado, las mujeres hacemos té, brunch, ahora invitamos algún amigo a algún amigo. Yo creo que a Dios le encanta celebrar. A Dios le encanta celebrar y quiere estar cerca tuyo, quiere estar cerca mío. Y eso hizo con su pueblo. Y estableció ciertas fiestas para estar en comunión, para estar con su pueblo y para que su pueblo no se aleje mucho de Él y de sus caminos. Así que Él estableció estas fiestas y también, vamos a ver acá, Pentecostés se celebra 50 días después de la Pascua y es el inicio ¿de qué? De la iglesia. También Pentecostés es llamada la fiesta de las cosechas porque es el tiempo de cosecha en el pueblo de Israel. Y también se le llama la fiesta de los primeros frutos porque los primeros frutos son consagrados al Señor. Así que si usted empieza a estudiar este tema, es hermoso, pero a veces le van cambiando los nombres. También Pentecostés, luego de ser llamada la fiesta de las cosechas, también se le llamó, se celebra cuando Dios le da la ley de los mandamientos a Moisés en el monte Sinaí. Así que no le falta celebración, digamos. Le ponen su tema y Dios se manifiesta a través de ello. Y eso sí, ellos cumplen a rajatabla esta celebración. Y literalmente ellos dedican ese día a estudiar la Biblia, a celebrar juntos y a buscar el rostro de Dios. Amén. ¿Cuánto necesitamos esto en nuestras vidas? Porque a veces decimos, no tengo tiempo ni para orar, ni para leer la Biblia. No es lo que Dios quiere. ¿Querés que te haga una fiesta al Señor para poder estar con Él? Nosotros necesitamos estar con Él, porque Él quiere estar con nosotros. Amén. Él quiere, Él quiere. ¡Aleluya! ¡Dale un fuerte sí, Señor! Él quiere estar con nosotros. Y debemos ser sinceros con nosotros mismos y decir, Señor, yo cada vez que estoy con Vos quiero vivir una fiesta. De verdad, a veces lo paso por alto. Tengo tantas actividades, tengo tantas cosas en el día que empiezo mal. Empiezo ya apurada, desayuno ni desayuno y ya salgo a la vida y a lo que el día me deparé. No, empecemos tomados de la mano del Señor. Amén. Porque Él está esperando que nosotros lo busquemos. Amén. Ahora Pentecostés, estos 50 días después de la Pascua, fue el inicio de la Iglesia. Los discípulos esperaron 10 días en ese lugar unánime, ahora vamos a leer esa palabra, juntos, en acuerdo esperando la promesa. Porque Jesús, el día 40, se fue al Monte de los Olivos con algunos discípulos y les dijo, tienen que esperar la promesa, tienen que esperar al otro Consolador. Dice que Él no los iba a dejar solos, sino que tenían que esperar el otro Consolador. ¿Cómo otro? Porque Él era el Consolador. Recuerden que nosotros creemos nuestra fe está basada en un Dios trino, Dios Padre, Dios Hijo, que es Jesús, y Dios Espíritu Santo. Así que ese otro Consolador era el Espíritu de Dios, que se iba a manifestar por primera vez sobre todas las personas. Entonces, y ahí comenzó la Iglesia. Hermano, hermana, Dios comienza algo nuevo en tu vida en esta mañana, porque el Pentecostés es real en este lugar, porque el Espíritu Santo se va a manifestar de una manera poderosa. Amén. Gloria a Dios. Aleluya. Seguimos. También fue profetizado por los profetas. En este caso el profeta Joel. En Joel 2.28 y 29 dice, Amén. Gloria a Dios. Aquí, en el libro de Joel, en este capítulo, previamente a estos versículos Dios está hablando de juicio sobre la tierra, sobre los últimos días. Usted lee ese capítulo. Y anterior a eso, el profeta comienza a hablar de lo que la oruga, el revoltón, la langosta, en cada uno de sus estados, había arrebatado al pueblo de Dios. Y dice que Él les iba a restituir. Dice que Él les iba a restaurar. ¿Cuándo? Cuando venga el derramamiento de su espíritu. Quiere decir que el Espíritu Santo es el primer, es el protagonista y el más preocupada para que vos y yo estemos restaurados en todas las áreas de nuestras vidas. Él nos quiere dar restauración. ¿Cuántos necesitan restauración en alguna área? ¿En la familia? ¿En la salud? ¿En la economía? ¿En las relaciones familiares? Entonces el Espíritu Santo te dice hoy, yo te quiero restaurar. Él quiere restaurar tu familia, Él quiere restaurar tu matrimonio, Él quiere restaurar tu economía, aún en medios de tiempos difíciles, la promesa que es para todos está abierta. Amén. Y dice también que va a ser sobre todas las personas. Vos y yo nacimos en el tiempo de la Iglesia, en el tiempo de la gracia, nacimos y nacimos en el Señor, nuestro nuevo nacimiento cuando recibimos a Jesús, en tiempo de avivamiento. Entonces no conocemos el otro tiempo de vivir sin el Espíritu Santo. Y en el Antiguo Testamento el Espíritu Santo caía y era derramado sobre algunos, sobre los reyes, sobre los jueces, sobre los profetas, sobre algunas personas, pero no todas las personas, solo aquellos que tenían una tarea de parte de Dios. Entonces nosotros que nacimos en un avivamiento, yo me convertí al Señor en la campaña del 84 del pastor Carlos Anacondia, el evangelista. Amén. ¿Cuántos se convirtieron en esa campaña? Y los demás son más nuevitos todavía, ya somos viejos los de Anacondia. Amén. Y después a lo largo de los años, decían que hace como 40 años que estamos en el Señor y nos gozamos en Él. Yo decía, ¿cómo es vivir sin avivamiento? Sin el mover del Espíritu Santo, sin las señales, sin las canciones, sin la alabanza, no sé, porque yo nací ahí y muchos nacimos ahí. Y si naciste acá entre nosotros en la iglesia, es lo mismo, porque aquí se mueve el Espíritu Santo, porque aquí hay milagros, porque acá el Señor suelta la palabra y te trae vida. Y no conocemos otra cosa. Pero hubo un tiempo donde no era tan común. Imagínese sin la presencia de Dios en sus vidas, dependiendo de un sacrificio, dependiendo de un sacerdote. Usted y yo tenemos pleno acceso a la presencia de Dios, pero antes no era así. Entonces, evidentemente el Espíritu Santo en esta mañana nos quiere enseñar a que valoremos lo que tenemos. Señor, yo quiero valorar tu gracia, quiero valorar el sacrificio, porque lo hizo Jesús, Él nos dio libre acceso a la presencia de Dios, que no es poca cosa. Cuando nosotros como cristianos decimos, me voy a la reunión de oración, o voy a hablar, o voy a la iglesia, quiero que Dios me hable, o decimos, Dios me dijo tal cosa, el que no tiene al Señor, no entiende, uy, a este le habla Dios. ¿Sí o no? A esta le habla Dios. Pero si Dios nos habla, ¿por medio de quién? Del Espíritu Santo. Necesitamos del derramar del Espíritu Santo en nuestras vidas. Amén. Seguimos. También Jesús, estos versículos nos afirman que no es algo descolgado, Jesús prometió el Espíritu Santo, en Hechos 1.8 dice, pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes y serán mis testigos y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes. En Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos. Amén. Jesús prometió al Espíritu Santo. Él dijo, yo les voy a mandar otro Consolador. Y los discípulos, evidentemente estaban con incertidumbre, ¿y por qué? Vos te vas a ir, como que todavía no entendían toda la obra de Jesús. Y le dijo, no los voy a dejar huérfanos, yo les voy a mandar al Consolador, el Espíritu Santo. Yo sé que muchos saben esto, pero hoy es un día especial para reafirmarlo. El Espíritu Santo es el que nos guía. Amén. El Espíritu Santo es el que nos fortalece cada mañana. El Espíritu Santo es nuestro Maestro. Si vos algo no entendés, si vos necesitás entender algo, pedile al Espíritu Santo que Él te va a enseñar. Las obras que hizo Jesús en la tierra, Jesús tenía naturaleza divina y naturaleza humana, como vos y yo. Todo lo que vivió como ser humano, como hombre natural, lo vivió en el poder del Espíritu Santo. ¿Cuántos tienen el Espíritu Santo aquí? Lo que vos vivís en tu carne, como persona, y lo que vos realizás en el nombre de Jesús es a través del Espíritu Santo. Quiero decir que Jesús nos dejó el ejemplo de que se puede vivir sin pecado, sin maldad en esta tierra, porque el Espíritu Santo está en nuestras vidas. Es posible, es posible que Dios te use como lo usó a Jesús, que sanó enfermos, que liberó personas, que miles y miles de personas escucharon sus enseñanzas. Y es más, dice la Palabra, y Él dijo que cosas aún mayores que Él íbamos a hacer. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo está en nuestras vidas. Amén. Gloria a Dios. Gloria a Dios. Sí, Señor. El Espíritu Santo en griego significa paracleto. Muchos lo saben. Pero significa que es uno que está al lado nuestro como un tutor, que nos dice por acá sí, por acá no. ¿Avanzá o te dice detenete? Que es lo que en el desierto, la nube de la gloria de Dios, de fuego de noche y nube de día, era la presencia del Espíritu Santo, y donde se detenía la nube de día, el campamento se detenía. Y cuando de noche estaba la presencia, era porque la presencia de Dios estaba ahí con ellos. Los guiaba. Ahora avance, ahora se detiene. Eso es lo que el Espíritu Santo quiere hacer en nuestras vidas. Si lo escuchamos. Amén. Él está dispuesto. Él te va a guiar. Y yo sé que vos escuchás al Espíritu Santo, pero en esta mañana Dios quiere afilar nuestro oído. Decirle a tu lado, el Señor va a afilar tu oído en esta mañana. Amén. Atención, atención. El Espíritu Santo en hebreo significa ruaj, que significa soplo, aliento de Dios. Eso es lo que el Espíritu Santo fue derramado en el Libro de los Hechos. El soplo de Dios, el aliento de Dios. Así que aquellos que tienen el Espíritu Santo, lo que está en tu vida es el aliento de Dios. El soplo de Dios. El soplo de Dios, el que le dio vida al hombre, a Adán. Él sopló. Él sopló vida. Y hoy el Señor va a soplar vida en tu vida. Hay resurrección. Hay vida. Hay resurrección. Hay vida. Hay aliento de vida de parte de Dios. Para un nuevo tiempo. Para un nuevo tiempo. Aleluya. Así que Él trae restauración a nuestras vidas. Y en Efesios 4.30 dice que además el Espíritu Santo, muchas cosas tenemos para hablar de Él, pero algunas cosas que quería tocar, dice que el Espíritu Santo es un sello en nuestras vidas. Un sello. Él pone, al tener el Espíritu Santo, estamos sellados como pertenencia de Dios. Dice que cuando Él, aleluya, gloria a Dios, que cuando Él venga a buscar a la iglesia, va a buscar a los sellados. El Espíritu Santo es el que marca la diferencia entre el creyente y el no creyente. Así que, ¿cuán importante es? Porque usted sabe que Jesús viene a buscar a la iglesia. No sólo que murió por nosotros en nuestro lugar, resucitó, estuvo 40 días, sino que va a volver así como vino. Y yo quiero irme con Él. Yo quiero estar sellada con el Espíritu Santo. Hoy nos vamos a asegurar de estar sellados con su presencia. Amén. Aleluya. Gloria a Dios. Seguimos. Confiar en el tiempo y en los planes de Dios. Necesitamos confiar en Dios y en sus planes. Había un plan para los discípulos. Había un plan, que lo vemos en el Libro de los Hechos, ya al final del Evangelio de Juan, ya el evangelista Juan decía que Jesús ya los venía preparando, que confiaran. Pero ellos no entendían hasta que Jesús murió. Y es más, cuando Jesús murió, ya vamos a ver, estaban con miedo, con incertidumbre de qué iba a pasar. Pero acá en Hechos 2, 1 al 8, vemos lo que el Señor dice. El día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar, así como nosotros en este lugar. De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Estamos sentados. Preparate, porque de repente viene el Espíritu Santo y va a llenar tu vida. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad. En esa ocasión, había judíos devotos de todas las naciones que vivían en Jerusalén. Cuando oyeron el fuerte ruido, todos llegaron corriendo y quedaron desconcertados al escuchar sus propios idiomas hablados por los creyentes. Estaban totalmente asombrados. ¿Cómo puede ser? exclamaban. Todas estas personas son de Galilea y aún así las oímos hablar en nuestra lengua materna. ¡Aleluya! ¡Denle un fuerte aplauso a su palabra! Propiamente, estos son los versículos que hablan del Pentecostés. Ahí cayó la presencia de Dios, el poder de Dios. Dice que en el día de Pentecostés, confiando en que Dios iba a enviar la promesa, confiar en los planes de Dios, Jesús les dijo, tengo un plan para ustedes, yo me voy, pero esperen al Espíritu Santo. Había un plan. Todos no lo entendían. Nosotros muchas veces, Señor, dame y decime cuál es el propósito de Dios para nuestras vidas. ¿Usted sabe cuál es su propósito? ¿Cuántos saben cuál es su propósito? Levante su mano si sabe. ¿Cuántos no saben el propósito de Dios para sus vidas? Levante sin miedo. No, a usted no lo filman, me filman a mí, así que no va a salir. Hoy Dios te va a dar el propósito. Hoy Dios te va a hablar y te va a dar el propósito para tu vida. ¡Aleluya! Porque donde está el Espíritu de Dios, hay propósito de Dios. Había un propósito de Dios para el derramamiento de su Espíritu, pero dice que el día de Pentecostés, había un día que Dios se había preparado de antemano para que el Espíritu Santo sea derramado, y fue ese día. Y hoy es el día donde Dios va a derramar de su Espíritu. Así en tu casa donde estás, en las redes, y aquí en este lugar. Hoy no es cualquier día. Hoy es el día donde el Espíritu Santo va a ser derramado sobre tu vida. Y si vos ya tenés el bautismo, el Señor te va a renovar para un nuevo tiempo. ¡Escuchá lo que el Espíritu te está hablando! Yo muchas veces oro por el Espíritu Santo, aquí ustedes me han visto. Si algo caracteriza a nuestra iglesia es que oramos por el Espíritu Santo. Y nuestros pastores nos han enseñado, primero, recibir a Cristo, segundo, que reciban al Espíritu Santo. Porque es fundamental. Eso nos marca como creyentes. Yo sé que lo saben. Todo esto lo sabemos, pero lo vivimos. Cuando el Señor quiere, trae un tema, una vez y otra vez, no, pero esto ya lo vi en el ABC hace 20 años, hace 10, hace 5. La Palabra de Dios no pasa. No está de moda. La Palabra de Dios es viva, es eficaz. ¡Aleluya! Y es la que hace la obra en cada uno de nosotros. ¿Amén? Ese día fue el que Dios decidió. Dijo, hoy voy a derramar de Espíritu. Y ellos se prepararon. Había un plan de parte de Dios. Y dice también que de repente llegó el viento. Un viento impetuoso, como un viento. No sabemos si era un viento. Era como un viento. Pero fue de repente. Quiere decir que de repente Dios puede cambiar tu vida. En un abrir y cerrar de ojos. Dios, estas son palabras que están en la Biblia. Los tiempos de Dios, las temporadas de Dios. Cómo Dios quiere intervenir en tu vida y en mi vida. De repente, en ese día, llegó el Espíritu Santo. El viento, como el viento llegó. Y dice que llenó ese lugar de ese viento impetuoso. En algunas películas que habla de esto, se ve que no había ventanas, que había como cortinas. Y las cortinas iban y venían. Un viento impetuoso llenó ese lugar donde estaban 120 reunidos en acuerdo, esperando la promesa, el plan de Dios para sus vidas. Algo iba a pasar. Ellos no sabían de qué manera. Vino ese viento como viento y el viento significa el poder invisible de Dios. ¿Quién vino? Vino Dios. Vino Dios como un viento impetuoso. El poder de Dios se tiene que manifestar poderosamente. Valga la redundancia. Tiene que haber un antes y un después. Algo tiene que pasar cuando se manifiesta el poder de Dios. Y también dice que vinieron como lenguas de fuego sobre las personas, sobre todos los discípulos, los que estaban ahí. Hasta la madre de Jesús estaba esperando el plan de Dios. Hasta la madre de Jesús estaba en acuerdo esperando la promesa. Y como el fuego, como lenguas de fuego sobre ellos, también fue la manifestación. El fuego significa la pureza de Dios y la presencia misma de Dios. Cada vez que Dios se manifiesta en fuego es porque Él es fuego consumidor, dice la palabra. Así que la presencia del Espíritu Santo en nosotros tiene que ser poderosa. Por eso nosotros creemos que la manifestación del bautismo del Espíritu Santo también tiene que venir con el hablar en lengua. Y ahora vamos a ir a ese punto más adelante. Hablar en otras lenguas. Tiene que haber muchas denominaciones. No creen en eso. Dicen que se quedó en la época de Jesús y es respetable su posición. Pero nosotros, como buenos pentecostales, fíjense que pentecostales viene de pentecostés, como buenos pentecostales necesitamos la manifestación del poder de Dios en nuestras vidas. Amén. Yo necesito ese fuego. Necesito ese viento impetuoso en mi vida. Algo que produzca un cambio. A veces decimos, ¿tenés el Espíritu Santo? Sí. ¿Y hablás en lengua? Algo. O sea, quizás lo habló cuando se bautizó. ¿El pastor en el ABC qué hace? Ora por el Espíritu Santo antes de bautizarte. ¿Se acuerda? ¿Se acuerda de cuando se bautizó usted? Bueno, hacemos toda la tarea. Y queda ahí. Y nunca más hablo en lengua. Y nunca más busco del Espíritu. Tenemos que buscarlo todos los días. Se tiene que renovar el Espíritu Santo en nuestras vidas. Amén. Seguimos. Dios nos habla, acá vamos con el idioma del corazón. En Hechos 2.11 dice, tantos judíos como convertidos al judaísmo, cretenses, árabes, y todos oímos a esta gente hablar en nuestro propio idioma acerca de las cosas maravillosas que Dios ha hecho. Amén. Denle un fuerte aplauso a la palabra. Gloria a Dios. Dios nos habla con el idioma del corazón. ¿Qué pasó aquí? Dice que vino el Espíritu Santo con el fuego, con el viento, y los discípulos y los 120 que estaban ahí comenzaron a hablar en otros idiomas. Pero mire cómo comenzó la iglesia. Dice que estaban en el aposento alto, todos juntos esperando. Diez días estuvieron ahí. También en esos diez días nombraron otros discípulos que tomaron lugar de los que habían fallecido. O sea, tuvieron una tarea de búsqueda del Espíritu Santo y de lo que Dios quería hacer en sus vidas. Pero luego que vino el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otro idioma, salieron de ese lugar. Salieron del aposento alto. ¿Por qué? Porque estaban personas de todas partes del mundo conocido que habían ido a la fiesta de la Paz. A la Pascua y a la fiesta de Pentecostés. Acuérdense que en estas fiestas establecidas por Dios, por lo menos los hombres tenían que ir a Jerusalén tres veces al año a estar en esas fiestas. Era costumbre y Dios les pedía que fueran por lo menos a la Pascua. Y no había autos, aviones. Muchos iban en carretas o muchos iban caminando. Así que era algo muy especial para el pueblo de Israel. Así que habían ido de todas partes, de Egipto, de lo que ahora es Irán, de todos los países alrededor de Israel. Estaban en esa fiesta. ¿Y qué comenzaron a hablar los discípulos? Comenzaron a hablar en egipcio. Comenzaron a hablar en latín, que era del lado de los romanos. Comenzaron a hablar en el idioma de los que estaban allí, de los partos, de los menos. Comenzaron a hablar en otro idioma. Como que si acá juntos viene el Espíritu Santo, nos saca fuera, y aquí hay un congreso internacional, y hay gente de Francia, de Alemania, de Inglaterra, de China, de Japón, y salimos hablando chino, y salimos hablando en japonés. ¿Qué hablaban? Las maravillas de Dios. Quiere decir que todo el mundo escuchó lo que Dios estaba comenzando a hacer. Ese es el propósito de Pentecostés. Ese es el propósito de derramar el Espíritu Santo. No se quedaron adentro gozándose con eso nuevo, sino que el Espíritu Santo los impulsó hacia afuera y comenzaron a hablar. De hecho, decían así, estos son galileos. ¿Qué hablaban los galileos? Los galileos, los discípulos y Jesús hablaban en arameo. Ah, difícil todavía. Entonces, los conocían que eran de Galilea. Es como si un argentino está hablando en alemán fluidamente, sin haber estudiado. ¿Es un milagro? ¿Es posible eso? Y yo lo creo. Yo creo que Dios no puede capacitar sobrenaturalmente para hablarle a alguna persona de otro país por el poder del Espíritu Santo, porque es lo que hizo en Pentecostés. ¿Cuántos lo creen? Así que donde Dios quiera que te lleve, capacitate, estudiá, pero el Espíritu Santo lo va a hacer. Voy a contar algo, que Rubén sube a reír. Cuando estuvimos en Israel, imagínense, no entendíamos nada en hebreo. ¿Inglés? Así. Pero nos comunicamos. Íbamos con los celulares, con el traductor de Google, con eso nos sentíamos re seguros. Y es seguro, la verdad, que te comunican. Pero había árabes, hablaban en hebreo, en inglés, exactamente. Pero nosotros, como buenos marplandeses y argentinos, fuimos. ¿Qué pasa? No nos achicamos. Vamos, de alguna manera nos vamos a comunicar. Y fue así. Y todos más o menos entendían. Yo, un poquito más de los cuatro que íbamos, como que entiendo más el inglés y algunas palabras, pero sueltas. No hablo fluidamente, ¿no? Y lo que nos sorprendió, que después nos dimos cuenta, es que nos pudimos comunicar, hablaba yo más, con todo el mundo. Aún con los judíos, con los que hablaban inglés, con los árabes, a través del inglés, yo entendía todo. ¿Sí o no, Rubén? Acá, no me deja mentir. Entendía todo y hablaba casi fluidamente inglés, que nunca fui a aprender, mal, porque me encanta. Y yo después decíamos, ¿cómo? Pero qué bien, Mari, me decían, qué bien nos pudimos, porque a veces nos encontramos en situaciones, necesitamos comunicarnos. Y yo me di cuenta que era esto, que era el Espíritu Santo capacitándonos en una necesidad. ¿Amén? Así que yo no creo, yo no viví. Es el idioma del espíritu. Y es el idioma del corazón. Muchas veces nuestro pastor nos ha contado que él se comunicaba con el pastor Lee Cho Soo de Corea, un coreano, imagínense, y él lo cuenta y nos matamos de la risa, que él hablaba con Lee Choo así. Él tampoco se iba a chicar, ¿no? Lo amamos. Entonces, pero es el idioma del espíritu. Él dice que lo entendía y el otro también se entendía. ¿Qué es? El Espíritu Santo. Y el idioma del corazón de las personas es el idioma nativo. Nuestro idioma del corazón es el español. Nosotros, o el argentino, ¿no? Porque le ponemos nuestra impronta. Pero cada una de estas personas escuchaba hablar las maravillas de Dios, lo que Dios les quería comunicar en su idioma, en su idioma del corazón. ¿Qué nos dice el Señor en esta mañana? Que debemos prepararnos para escuchar y hablar el idioma del corazón de la gente. Amén. No sólo que la manifestación del Espíritu Santo nos llena, también la palabra dice que el que habla en lengua se edifica a sí mismo, nos edificamos nuestro edificio espiritual, vamos creciendo, vamos madurando en las cosas del Señor, sino que es para dar, es para bendecir, es para hablar del Señor y sus maravillas y lo que Él puede hacer sobrenaturalmente a través del Espíritu Santo. Hablarle a tu corazón. Amén. Seguimos. Pasamos del miedo a la incertidumbre a la fe. En el Salmo 55.22 dice, entregale tus cargas al Señor y Él cuidará de ti. No permitirá que los justos tropiecen y caigan. Amén. Gloria a Dios. Los discípulos estaban con miedo, yo lo mencioné antes, con incertidumbre. ¿Qué es lo que va a venir? ¿Cuál es la promesa? ¿Qué es el Espíritu Santo? Ellos estaban inquietos, ansiosos. ¿Qué es lo que va a venir? Estaban sin su Maestro, sin su Señor. Sin embargo, cuando vino el Espíritu Santo, ¿qué pasó? Se activó la fe. Se activó la fe. Dios tenía un plan para ellos. Era verdad la promesa y Él se llevó todas sus cargas. Cuando la presencia del Espíritu Santo está en nuestras vidas, tenemos donde dejar las cargas. Espíritu Santo, te dejo mis cargas. Amén. Eso es lo que el Señor nos quiere decir. Y es un regalo de Dios. Es un regalo de Dios. Dice en Lucas 11.13. Así que si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuanto más su Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan. Gloria a Dios. Gloria a Dios. A quienes lo pidan. ¿Cuántos quieren pedir el Espíritu Santo? Aleluya. Póngase de pie. Póngase de pie. Aleluya. Vamos a pedir el Espíritu Santo. Señor, en esta mañana. Gloria a Dios. Gloria a Dios. Ese es un regalo de parte de Dios. Y dice el Señor que lo hará a aquellos que lo pidan. Aquellos que lo pidan. Porque hay un propósito de parte de Dios para tener el Espíritu Santo. Para que este derramar sea real en nuestras vidas. Para poder vivir en santidad, yo necesito llenarme de su Espíritu. Para tener las herramientas necesarias para que Dios me use y recibir los dones, necesito el Espíritu Santo. Cierre tus ojos y reciba. Aleluya. Yo recibo, Señor. Yo te pido este derramamiento de tu Espíritu en mi vida. Aleluya. El propósito de tener el Espíritu Santo es para ser testigos y hablar de las maravillas de Dios. Hablar de que Dios existe. Hablar que Jesús murió por vos, por mi. Hablar que Dios puede sanar tus heridas más profundas. Hablar de que el perdón es posible. Eso es lo que tanto te cuesta. Oh, sí, Señor. En esta mañana queremos recibir tu regalo. Aleluya. Oh, Espíritu Santo, gracias. Gracias. Recibimos el regalo de Dios. Yo recibo este regalo en el nombre de Jesús. Nos preparamos, nos preparamos, nos preparamos para recibir en el nombre de Jesús. Aleluya. ¿Estás preparado? Espíritu Santo, ven a mi vida. Ven a mi vida en esta mañana. Comienzo a abrir mi corazón en el nombre de Jesús. Gracias, Espíritu Santo, gracias. Recibo, recibo, recibo, recibo. Recibo el derramamiento. Estamos en acuerdo, estamos en acuerdo. Recibo en el nombre de Jesús. Y diga conmigo, Señor, en esta mañana, yo te pido este regalo para mi vida. Yo entiendo, Señor, que sin el Espíritu Santo yo no puedo vivir. Yo quiero ser fechado con esta promesa. Yo quiero vivir en tu propósito, ser tu testigo. Lléname de dones, lléname de talento. Quiero hacer milagros, quiero hacer tu voluntad y necesito el Espíritu Santo. Amén y amén. Gloria a Dios. Amén. Gloria a Dios. Aleluya. Y vamos a hacer una declaración de fe en esta mañana. Gloria a Dios. Declaración de fe del CCDA. ¿Estamos listos? Uno, dos, tres. Y se declaramos que Dios está haciendo cosas nuevas, derramando de su Espíritu Santo para esta nueva temporada en mi vida y en la iglesia. En el nombre de Jesús. Amén y amén. Amén. Gloria a Dios. Aleluya. Sí, Señor. Adoremos al Señor. Gracias, Espíritu Santo.

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