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The main ideas from this information are: - The readings from this Sunday echo the recent celebrations of the Sacred Heart of Jesus and the Immaculate Heart of Mary. - Those who live without the Spirit of the Lord are troubled by worldly temptations and their own guilt, seeking to blame others instead of taking responsibility. - The book of Genesis tells the story of Adam and Eve, highlighting the first promise of redemption and hope in the Scriptures. - The Psalms remind us of God's commitment to humanity's salvation and the importance of personal and collective responsibility. - Jesus, through His sacred heart, carries the weight of everyone's guilt so that we can be freed from the need to blame others. - Adhering to the Spirit of the Lord brings freedom, relief, healing, and reconciliation with others. - Rejecting the Spirit leads to a broken humanity and a world in chaos. - The choice is ours, but it will affect many. Summary: The readings from this Sunday emphasize the importanc Palabra de vida hoy, domingo décimo del tiempo ordinario. Corpus Christi en San Juan de los Reyes. Al pan por la palabra. Del libro del Génesis Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre, ¿Dónde estás? Él contestó, La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí. El Señor dijo a la mujer, ¿Qué es lo que has hecho? Ella respondió, La serpiente me engañó y comí. El Señor Dios dijo a la serpiente, Por haber hecho eso serás maldita. Establezca hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya. Ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón. Del Salmo responsorial. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿Quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes temor. Del Evangelio según San Marcos. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres, los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás. Cargará con su pecado para siempre. Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo, Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Descontestó. ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Mucha, mucha tela que cortar nos ofrecen las lecturas de este domingo como en un eco profundo de las solemnidades eucarísticas recién celebradas del sagrado corazón de Jesús y del inmaculado corazón de María. Tratemos de hilvanar algunos de tan abundantes argumentos buscando una aplicación vital y práctica para nuestra vida. Quienes viven al margen del Espíritu del Señor viven atribulados por las tentaciones del mundo y de su propio ego, sumidos en el desasosiego por las propias culpas acumuladas y doloridos ante las consecuencias de las culpas ajenas que se ciernen sobre ellos, hiriéndolos injustamente, como injustamente hacen sus propios pecados con otros. Cuando nos separamos del Espíritu del Señor y de la rectitud de una conciencia noble y sincera, los seres humanos las hacemos dobladas, no encarando nunca la propia responsabilidad sino buscando otro a quien señalar. La culpa siempre es de otro. Esto es tan viejo como nuestra especie como nos cuenta hoy el libro del Génesis y al margen del primer anuncio de esperanza que Dios nos da en el llamado Proto-Evangelio, en Génesis 3.15, como primer anuncio de redención y esperanza en toda la Sagrada Escritura. Sin este anuncio, sin esta promesa, ante las consecuencias del pecado propio y del ajeno no tendríamos otra salida que ser globos unos para otros desde un sálvese quien pueda que partiría el mundo en mil pedazos, más o menos como está hoy, en llamas. Desde los Salmos, particularmente desde el Salmo de hoy, se nos recuerda el compromiso arquetípico de Dios con la salvación de la humanidad cuando justo después de protagonizar el espectacular acto de la creación, tras haber impuesto brilletes a su divina omnipotencia por dotar de una libertad al ser humano con la que él y ella le negaron, el Creador compromete a un más dicho omnipotencia en favor de su única criatura traicionera, la más querida, la única amada como un fin por sí misma y no en función de ninguna otra, vinculándose Dios mismo con la descendencia de una mujer prometida como manantial de nuestra esperanza y sede de la sabiduría. De esa mujer nueva Eva y de su inmaculado corazón nos llega el fruto sagrado de su vientre, el nuevo Adán, el esperado de las naciones, el príncipe de la paz que nos reconciliará a cada uno con Dios desde nuestra propia conciencia personal y en una pertenencia al colectivo del que somos parte la entera humanidad, al que ya no grabaremos más con el peso de un pecado no reparado ni con el de la hipocresía cobarde de señalar a otros para que carguen con el peso de nuestras malas acciones. Jesús desde la omnipotente ternura de su sagrado corazón carga sobre sí el peso de la culpa de todos para que liberados todos ninguno tenga la necesidad cobarde de buscar un chivo expiatorio entre sus hermanos. Si nos adherimos al Espíritu del Señor por buscar y hacer siempre lo más cercano a la voluntad del Padre, Él será para nosotros libertad, alivio y sanación, reconciliación fraterna y convivencia serena, gozo compartido y alegría de vivir con los demás. Si rechazamos al que nos puede dar todo eso, lo rechazaremos todo con Él y no nos quedará nada más que una humanidad rota y un mundo en llamas por no aceptar ser como Dios con los demás, ser misericordiosos y pacíficos, mansos y buenos. La elección es nuestra, de cada uno, pero las consecuencias de esa decisión influirán sobre muchos. Admirámonos al Espíritu Santo viviendo lo que el sacramento del Corpus Christi contiene, significa y realiza en y entre nosotros, si consentimos, si le dejamos. Paz y bien, desde nuestro Corpus Minor en San Juan de los Reyes.