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Summary: Jesus goes to the temple and drives out the sellers and money changers, declaring it should not be a marketplace. He talks about destroying the temple and rebuilding it in three days, referring to his own body. This is a lesson on true religiosity versus the superficiality and exploitation of religious practices. False religious leaders exploit the faithful for personal gain. The story of the withered fig tree symbolizes the consequences of fruitlessness. All believers, especially leaders, should bear good fruit and not abuse their position. Support genuine pastors and correct those who exploit others. Palabra de vida hoy, tercer domingo del tiempo de Cueresma, al pan por la palabra, del Evangelio según San Juan. Se acercaba la pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén, y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas de monedas sentados, y haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes, y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas, y a los que vendían palomas les dijo, quitad esto de aquí, no convirtáis en un mercado la casa de mi padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito, el celo de tu casa me devora. Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron, ¿qué signos nos muestras para orar así? Jesús contestó, destruid este templo y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron, ¿cuarenta y seis años ha costado construir este templo y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Todo este episodio, que continúa con el descubrimiento de la higuera seca de raíz por unos discípulos que es entonces cuando entienden a Jesús y se llenan de temor, es una instrucción llena de pedagogía con que el divino Maestro enseña a los que quieren permanecer siendo suyos cómo han de entender la verdadera religiosidad frente a la fatuidad de una religión de apariencia, frente a la vacidad del culto sin justicia y desconectado de la realidad de la vida o lo atroz que resulta a los ojos de Dios la mercantilización de lo religioso como una forma más de abuso de poder contra la vulnerabilidad de los sencillos. Los religiosos oficiales de Israel se vanagloriaman y se llenaban de satisfacción por las apariencias externas de sus signos de distinción, por la fastosidad del templo y el lujo de la construcción o la riqueza de los esbotos que los fieles ofrecían y de los que ellos hacían acopio en su propio beneficio, el cual aumentaban por el cambio de moneda romana por la hebrea que se realizaba en los atrios del templo para la compra de los animales ofrecidos en los sacrificios rituales. Los fieles eran explotados por sus dirigentes sin que estos les atendieran o pastoreaban como los profetas les exigían de parte de Dios desde hacía largos siglos. Esos falsos pastores eran la higuera frondosa y aparente más sin fruto alguno para yacear a quien se cobijara a su sombra, y por eso terminaron secos, de raíz, sin vida, como la higuera de la escena siguiente al Evangelio de hoy. Aunque para el árbol hay tiempos que no son de frutos, para cualquier creyente del pueblo de Dios y mucho más para los pastores y consagrados oficiales, el tiempo de dar fruto es todo tiempo, y si todo queda en apariencias frondosas y molicia acomodada, entonces llega el momento de temer y temblar ante el más que posible repudio de Dios. En tiempos agitados para el clero, como estos, por la torpe y reflexiva locuacidad de algunos, no hagamos el caldo gordo a quienes se pastorean a sí mismos y han convertido su ministerio en su fuente de sustento y de autoafirmación. Más bien, corrijámosles con tanta fraterna caridad como firmeza, y sostengamos a los pastores que sí se entregan a la causa de nuestro bien integral, y estos son una amplísima mayoría. Por sus frutos los conoceréis. Un abrazo franciscano de paz y bien de parte de vuestros hermanos menores desde Toledo.