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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS
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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS
Palabra de vida hoy, Domingo 18º del Tiempo Ordinario Solemnidad de la Transfiguración del Señor Al pan por la Palabra Desde que el Hijo de Dios asumió nuestra naturaleza en su encarnación, todo lo que es verdaderamente humano atañe directamente a Dios, es propio de Dios. Igualmente, todo lo que acontece en la vida de Jesucristo nos ataña a nosotros y cada misterio de su vida entre nosotros nos habla de nuestra dignidad y vocación. El misterio de la Transfiguración manifiesta quién es Jesús desde el primer momento de su existencia entre nosotros en el vientre de María. La luz y la belleza que irradia situarse en el centro de la ley y los profetas entre Moisés y Elías, dice hoy a los tres apóstoles quién es Él, para que la verdad de Cristo les rescate del momento de mayor fracaso humano de su causa, ver a Jesús muerto en cruz e infamado. Este refuerzo para la fe de los apóstoles y de todos los discípulos de Jesús es además un recordatorio de la finalidad última de la misión de los bautizados y de la meta a la que ha de tender nuestra vida, vivir según la gracia de Dios. Esto consiste en secundar las mociones del Señor para que Él sea cada vez más el motor interior y el principio de transformación y transfiguración de nuestra propia humanidad. Vivir transparentando e irradiando al Dios que nos inhabita a través de nuestra forma de vivir en justicia y paz, en armonía y fraternidad, es nuestra misión y renovará todas nuestras relaciones humanas. Si secundamos las iniciativas de la gracia de Dios, nuestra presencia en la sociedad a través de la familia, el estudio, el trabajo, la convivencia, se verá transformada en un principio de renovación de la misma sociedad. La transfiguración de Jesús es el icono más acabado de nuestra vocación como bautizados, una vocación a la belleza, a la armonía y a la comunión con toda humana criatura. Cuanto más pinten vastos la realidad nacional y la nuestra cotidiana, más importante y atrayente se manifiesta nuestra vocación cristiana. No nos dejemos amilanar y jamás nos conformemos con menos. Vuestros hermanos franciscanos desde Toledo saludan con gran afecto con la paz y el bien. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!