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In today's Gospel, Jesus reminds us that not everyone who calls Him Lord will enter the kingdom of heaven, but only those who do the will of His Father. Many will say they did great things in His name, but Jesus will tell them He never knew them. This reveals the importance of living out our faith and building our lives on the foundation of Christ. Jesus wants us to have a close and intimate relationship with Him, allowing Him to transform and enrich us. Being a Christian is not just about religious practices, but about truly belonging to Christ and following His will. It means being children of God and loving others as He loves us. Let us live in such a way that when Jesus looks at us, He recognizes us as His own. Palabra de vida hoy jueves decimosegundo del tiempo ordinario, al pan por la palabra del Evangelio según San Mateo. No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán, Señor, Señor, no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre he echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros. Yo entonces les declararé, nunca os he conocido, alejaos de mí, malvados. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa, pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. Desde el Evangelio de hoy recordemos el pasaje sobre el juicio final de Mateo 25, 32 y siguientes. Nunca os conocí. Este detalle de las palabras de Jesús hacia los que dicen ser de los suyos, pero no lo son, por no vivir buscando por amor la voluntad del Padre, para con amor ponerla por obra, nos revela mucho de lo que nuestra vida de fe le da a la vida. Es fundamental pararse a reconocer lo que nos da vivir siendo de Cristo, poniendo en Él el cimiento de nuestro pensar, de nuestro elegir, de nuestro obrar, para podernos llamar cristianos por permanecer unidos a Él y poder así llevar un estilo de vida cada vez más semejante al Suyo. Nunca os conocí. El verbo conocer en la Sagrada Escritura tiene un significado que va mucho más allá de la mera dimensión intelectual o cognoscitiva cuando involucra a dos personas. El significado hebreo de esta palabra cuando se refiere a una persona manifiesta que se establece una relación estrecha incluso íntima con esa persona a la que queremos conocer. Cuando las personas se conozcan en esa intimidad del encuentro propicia que algo de cada una pase a la otra transformándola, enricociéndola, fecundándola podríamos decir. Nunca os conocí. Es una queja del Señor, una denuncia. Nunca me dejasteis conoceros, entrar en relación con vosotros formando parte de lo que sois. Nunca me dejasteis sembraros de mi vida para haceros más grandes, mejores y más felices de lo que sois hoy, para haceros míos como yo quiero ser vuestro. Y por ello, cuando os miro yo, o os mira mi Padre, no vemos nada nuestro en vosotros, no os reconozco como de los míos. Apartaos de mí para siempre, ya que cuando me llegué a vosotros tantas veces, no quisiste sino apartarme, ignorarme, ningunearme. Ser cristiano no consiste simplemente en estar bautizado y santiguarse amagando una medio genuflexión cuando entramos casualmente a un templo. Tampoco consiste en el mero cumplimiento a la letra de todos los preceptos, normas y mandamientos. Ser cristiano es ser de Cristo. Es creer que por nuestro bautismo somos hijos de Dios, y por ello nos nutrimos del cuerpo y la sangre del Hijo Jesucristo para ser cada vez más mejores hijos, por nuestro amor al Padre y al resto de los que Él llama para que sean así hijos Suyos en Jesucristo, hermanos del resto de la humanidad. Entregarse por amor y con amor cumplir la voluntad del Padre, tan bellamente aquilatada en el Padre nuestro, es lo que nos hace cristianos, como Cristo, el Hijo primogénito, el que no tenía dónde reclinar la cabeza sino en el corazón de Su Padre, ni tenía otro tesoro que entregarse, entregándolo todo al Padre por amor a Él y a nosotros, por quienes entregaba. Y así nos hace parecidos a Cristo, cristianos, porque Él se siembra en nosotros y nosotros le acogemos, le secundamos y correspondemos con nuestro amor y entrega a los Suyos. Así seremos de aquellos que escuchan en lugar de esas terribles palabras, nunca os conocí, otras bien distintas. Venid, benditos de mi Padre. Con estremecimiento, pero con un amor apasionado a Jesucristo y a vosotros, os saludamos desde Toledo, franciscanamente, con la paz y el bien.