JUEVES XXXIII TO

In this transcription, we hear a reading from the book of Maccabees and the Gospel of Luke. It talks about the importance of staying true to one's faith and morals, even in the face of pressure. It emphasizes the significance of the moral values that shape a community's identity and how deviating from them can lead to a loss of identity. It also raises the question of whether we are aware of how our moral choices impact our faith and commitment to the teachings of Jesus. The message encourages constant conversion and reminds us to strive for peace. Palabra de vida hoy, jueves dirigísimo tercero del Tiempo Ordinario, al pan por la Palabra. Del primer libro de los Macabeos. En aquellos días los funcionarios reales encargados de hacer apostatar por la fuerza llegaron a Modín y muchas israelitas acudieron a ellos. Matatías se reunió con sus hijos y los funcionarios del rey le dijeron. —Eres un personaje ilustre y estás respaldado por tus hijos y parientes. Adelántate el primero, haz lo que te manda el rey. Tú y tus hijos recibiréis el título de amigos del rey. Os premiarán con oro y plata y muchos regalos. Pero Matatías respondió en alta voz. Aunque todos los súbditos del rey le obedezcan apostatando de la religión de sus padres y aunque prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres. Dios me libre de abandonar la ley y nuestras costumbres. No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión a derecha ni a izquierda. Del Evangelio según San Lucas. En aquel tiempo al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando. Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz, pero no, está escondido a tus ojos. A lo largo de la historia de piedad e infidelidades en el pueblo de Israel, junto con abundantes ejemplos de degradación y perversión brillan numerosos personajes dentro de todas las instituciones del pueblo por su fidelidad a la alianza con Yahvé y a la identidad recibida y a transmitir que se concretaba en la liturgia y en los usos y costumbres del pueblo, todo lo comprendido dentro de la palabra moral, frente a la de los pueblos circunvecinos. La palabra moral, del latín mos moris, viene de la raíz ma, medida. Así, la moral sería propiamente la regla de vida que mide o guía, de ahí proviene manera en el sentido de modo, uso o práctica. De este modo la moral de un colectivo concreto con una identidad determinada es la doctrina del obrar humano que regula el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican. La faceta del obrar libre del individuo por esa libertad es dotada de una calificación moral, es un acto moral o inmoral en cuanto se hace y se podría hacer de otro modo o bien no hacerlo. Donde hay libertad no existe el acto amoral, indiferente moralmente, pues cuanto hacemos voluntariamente puede ser bueno o malo según el fin y según los medios empleados para alcanzarlo. La moral es la articulación y aplicación de todas las creencias, prácticas y valores que conforman la identidad de un pueblo, su concepción del mundo. La moral expresa nuestra identidad como pueblo y nuestras convicciones sobre lo que creemos que permite o promueve una mejor relación con los demás. Separarse de la moral recibida de los ancestros significa fundar una nueva identidad, distinta y distante de la de quienes nos precedieron por una serie de creencias diferentes a las que ellos profesaron y por una concepción de la religión y de la sociedad, del bien y la justicia o de sus contrarios, que ya no es la que fue ayer. Los israelitas piadosos tenían clara la importancia de respetar todo lo que conformaba su moral porque su vida era su fe en la alianza con Yahvé. La pregunta a hacerse es si somos nosotros conscientes de lo que dice de nuestra fe y de nuestra fidelidad a la alianza de Jesucristo los cambios morales que con tanta facilidad reclamamos, buscamos o practicamos. Todos esos cambios conducen a la paz o serán hoy también motivo de llanto y de congoja para Jesús como lo fueron los habitantes de Jerusalén. Con esos deseos encendidos de conversión permanente que nunca se nos pueden apagar, vuestros hermanos menores desde Toledo os saludamos con la paz y el bien.