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This is a podcast episode discussing philosophy, specifically the ideas of ancient Greek philosophers. The episode starts by talking about the importance of understanding the projects of philosophers in order to better understand their thinking. It also mentions the male-dominated history of philosophy and the lack of recognition for women philosophers. The focus then shifts to the first philosophers in Greece, known as the philosophers of nature, who were interested in understanding the processes of nature and how things change. Three philosophers from the city of Miletus are discussed: Thales, who believed water was the origin of everything; Anaximander, who believed the world was one of many that arise and perish in the indefinite; and Anaximedes, who believed air or mist was the origin of everything. The podcast also briefly mentions Parmenides, who believed in the eternal existence of everything and the limitations of the senses, and Heraclitus, who believed in constant change and Buenos dĂas, buenas tardes, buenas noches, soy Violeta y estamos acĂ¡ en un podcast Preguntas sin Respuestas, en el cual vamos a hablar de filosofĂa, que es un tema bastante flashero, si se lo podrĂa decir asĂ. AsĂ que nada, espero que guste. Dado que otros filĂ³sofos vivieron en otros tiempos, y quizĂ¡s en una cultura completamente diferente a la nuestra, resulta prĂ¡ctico averiguar cuĂ¡l fue el proyecto de cada uno, y con esto quiero decir que debemos intentar captar quĂ© es lo que precisamente ese filĂ³sofo tiene tanto interĂ©s en solucionar. Un filĂ³sofo puede interesarse por el origen de las plantas y los animales, otro puede querer averiguar si existe un dios o si el ser humano tiene un alma inmortal. Cuando logremos extraer cuĂ¡l es el proyecto de un determinado filĂ³sofo va a ser mĂ¡s fĂ¡cil seguir su manera de pensar, ya que un filĂ³sofo no estĂ¡ obsesionado por todas las preguntas filosĂ³ficas. Nos referimos a Ă©l cuando hablo de los filĂ³sofos y se debe a que la historia de la filosofĂa estĂ¡ marcada por los hombres, ya que a la mujer se la reprimiĂ³ como ser pensante debido a su sexo, y es una lĂ¡stima porque con eso se perdiĂ³ una serie de experiencias importantes, y hasta nuestro siglo la mujer no entrĂ³ de lleno en la historia de la filosofĂa. Pero bueno, empezamos con los primeros filĂ³sofos de Grecia, los cuales se les suelen llamar filĂ³sofos de la naturaleza. Ante todo se interesaban por la naturaleza y sus procesos. Ya nos preguntamos de dĂ³nde procedemos y muchas personas hoy en dĂa se imaginan mĂ¡s o menos que algo habrĂ¡ surgido en algĂºn momento de la nada. Esta idea no era tan corriente entre los griegos y por alguna razĂ³n daban por sentado que ese algo habĂa existido siempre. Vemos que la gran pregunta no era cĂ³mo todo pudo surgir de la nada. Los griegos se preguntaban mĂ¡s bien cĂ³mo era posible que el agua se convirtiera en peces vivos y la tierra inerte en grandes Ă¡rboles o en flores de colores vivos, por no hablar de cĂ³mo un nene puede ser concebido en el seno de su madre. Los filĂ³sofos veĂan con sus propios ojos cĂ³mo constantemente ocurrĂan cambios en la naturaleza, pero cĂ³mo podĂan ser tales cambios y cĂ³mo podĂa pasar de ser una sustancia para convertirse en algo completamente distinto, como por ejemplo en vida. Los primeros filĂ³sofos tenĂan en comĂºn la creencia de que existĂa una madera prima, que era el origen de todos los cambios. No resulta fĂ¡cil saber cĂ³mo llegaron a esa conclusiĂ³n, solo sabemos que habĂa tomado fuerza la idea de que tenĂa que haber una sola materia prima que mĂ¡s o menos fuese el origen de todos los cambios sucedidos en la naturaleza. TenĂa que haber algo de lo que todo procedĂa y algo de lo que todo volvĂa. Lo mĂ¡s interesante para nosotros igual no es saber cuĂ¡les fueron las respuestas a las que llegaron esos primeros filĂ³sofos, sino quĂ© preguntas se hacĂan y quĂ© tipo de respuestas buscaban. Nos interesa mĂ¡s el cĂ³mo pensaban que precisamente lo que pensaban. Podemos constatar que hacĂan preguntas sobre cambios visibles en la naturaleza, intentaron buscar algunas leyes naturales constantes y querĂan entender los sucesos de la naturaleza sin tener que recurrir a los mitos tradicionales. Ante todo intentaron entender los procesos de la naturaleza estudiando la misma naturaleza. Es muy distinto explicar algo con rayos relĂ¡mpagos y los truenos en invierno y en la primavera con sucesos mitolĂ³gicos como los nĂ³rdicos. De esta manera la filosofĂa se independizĂ³ de la religiĂ³n. Podemos decir que los filĂ³sofos de la naturaleza dieron los primeros pasos hacia una manera cientĂfica de pensar desencadenando todas las ciencias naturales posteriores. Ya la mayor parte de lo que dijeron y escribieron los filĂ³sofos de la naturaleza se perdiĂ³ para la posterioridad. Lo poco que conocemos encontramos en los escritos de AristĂ³teles que viviĂ³ un par de siglos despuĂ©s de los primeros filĂ³sofos. A AristĂ³teles sĂ³lo se refiere a los resultados a los que llegaron los filĂ³sofos que precedieron, lo que significa que no podemos saber siempre cĂ³mo llegaron a sus conclusiones, pero sabemos suficiente como para consultar que el proyecto de los primeros filĂ³sofos griegos abarcan preguntas en torno a la materia prima y a los cambios de la naturaleza. Vamos a hablar de los tres filĂ³sofos de Mileto. El primer filĂ³sofo del que debemos hablar es Tales, de la colonia de Mileto, en Asia Menor. ViajĂ³ por el mundo, se cuenta de que Ă©l midiĂ³ la altura de una pirĂ¡mide en Egipto, teniendo en cuenta la sombra de la misma en el momento en que su propia sombra medĂa exactamente lo mismo que Ă©l. TambiĂ©n se dice que supo predecir mediante cĂ¡lculos matemĂ¡ticos un eclipse solar en el año 585 a.C. Tales opinaba que el agua era el origen de todas las cosas. No sabemos exactamente lo que querĂa decir con eso. Opinaba que toda clase de vida tiene su origen en el agua y que toda clase de vida vuelve a convertirse en agua cuando se disuelve. Estando en Egipto es muy probable que viera cĂ³mo todo crecĂa en cuanto las aguas del Nino se retrevan a las regiones de su delta, y quizĂ¡s tambiĂ©n viera cĂ³mo tras la lluvia iban apareciendo ranas y gusanos. AdemĂ¡s es probable que Tales se preguntara cĂ³mo el agua puede convertirse en hielo y vapor y luego volver a ser agua de nuevo. Al parecer Tales dijo que todo estĂ¡ lleno de dioses. TambiĂ©n sobre este particular solar podemos hacer conjeturas en cuanto a lo que quiso decir. QuizĂ¡s se refiere a cĂ³mo la tierra negara que pudiera ser el origen de todo, desde flores y cereales hasta cucarachas y otros insectos, y se imagina que la tierra estaba llena de pequeños e invisibles gĂ©rmenes de vida. De lo que sĂ podemos estar seguros al menos es de quien estaba pensando en los dioses de Homero. El siguiente filĂ³sofo del que se nos habla es el de Anaximandro, que Ă©l tambiĂ©n viviĂ³ en Mileto. Pensaba que nuestro mundo simplemente es uno de los muchos mundos que nacen y perecen en algo que llamĂ³ lo indefinido. No es fĂ¡cil saber lo que entendĂa por lo indefinido, pero parece claro que no se imaginaba una sustancia conocida como Tables. QuizĂ¡s fuera de la opiniĂ³n de aquello de lo que se ha creado todo, precisamente tiene que ser distinto a lo creado. En ese caso la materia primaria no podĂa ser algo tan normal como el agua, sino algo indefinido. TambiĂ©n tenemos un tercer filĂ³sofo de Mileto, el cual fue Anaximedes, que opinaba que el origen de todo era el aire o la niebla. Es evidente que Anaximedes habĂa conocido la teorĂa de Tales sobre el agua, pero ¿de dĂ³nde viene el agua? Anaximedes opinaba que el agua tenĂa que ser aire condensado. Vemos como el agua surge del aire cuando llueve, y cuando el agua se condensa aĂºn mĂ¡s, se convierte en tierra, pensaba Ă©l. A lo mejor habĂa observado como la tierra y la arena provenĂan del hielo que se derretĂa. Asimismo pensaba que el fuego tenĂa que ser aire diluido. SegĂºn Anaximedes, tanto la tierra como el agua y el fuego tenĂan como origen el aire. No es largo el camino desde la tierra y el agua hasta las plantas en el campo. QuizĂ¡s pensaba Anaximedes que para que surgiera la vida tendrĂa que haber tierra, aire, fuego y agua, pero el punto de partida en sĂ era el aire o la niebla. Esto significa que compartĂa con Tales la idea de que tiene que haber una materia primaria que constituye la base de todos los cambios que suceden en la naturaleza. Es una mezcla de preguntas como ¿quĂ© vino primero, el huevo o la ballena? BĂ¡sicamente Anaximedes estĂ¡ pensando en ¿quĂ© vino primero, el agua o el aire? Los tres filĂ³sofos de Miletus pensaban que tenĂa que haber una insulisor, solo una materia primaria de la que estaba hecho todo lo demĂ¡s. Pero ¿cĂ³mo era posible que una materia se alterara de repente para convertirse en algo completamente distinto? Este problema lo podemos llamar problema del cambio. Desde aproximadamente el año 500 a. C. vinieron unos filĂ³sofos de la colina griega de Elea en el sur de Italia y estos filĂ³sofos se preocuparon por cuestiones de ese tipo. El mĂ¡s conocido era ParmĂ©nides. ParmĂ©nides pensaba que todo lo que hay, ha existido siempre, lo que era una idea muy corriente entre los griegos. Estaba mĂ¡s o menos porcentado que todo lo que existe en el mundo es eterno y nada puede surgir de la nada. Algo existe y tampoco se puede convertir en nada. Pero ParmĂ©nides fue mĂ¡s lejos que la mayorĂa. Pensaba que ningĂºn verdadero cambio era posible. No hay nada que se pueda convertir en algo diferente a lo que es exactamente. Desde luego ParmĂ©nides creĂa que precisamente la naturaleza muestra cambios constantes. Con los sentidos observaba cĂ³mo cambiaban las cosas pero esto no concordaba con lo que le decĂa la razĂ³n. No obstante, cuando se vio forzado a elegir entre fiarse de sus sentidos o de su razĂ³n, optĂ³ por la razĂ³n. Conocemos la expresiĂ³n, si no lo veo no lo creo. Pero ParmĂ©nides no lo creĂa ni siquiera cuando lo veĂa. AdemĂ¡s, que los sentidos no ofrecen una imagen errĂ³nea del mundo, una imagen que no concorda con la razĂ³n de los seres humanos. Como filĂ³sofo consideraba que era su obligaciĂ³n descubrir toda clase de ilusiones. Esta fuerte fe en la razĂ³n humana se llama racionalismo. Un racionalista es el que tiene una gran fe en la raciĂ³n de las personas como fuente de sus conocimientos sobre el mundo. Al mismo tiempo que ParmĂ©nides viviĂ³ HerĂ¡clito, de Efeso en Asia Menor. Él pensaba que precisamente los cambios constantes eran los rasgos mĂ¡s bĂ¡sicos de la naturaleza. PodrĂamos decir que HerĂ¡clito tenĂa mĂ¡s fe en lo que decĂan sus sentidos que ParmĂ©nides. Todo fluye, dijo HerĂ¡clito. Todo estĂ¡ en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo rĂo. Cuando desciendo al rĂo por segunda vez, ni yo ni el rĂo somos los mismos. HerĂ¡clito tambiĂ©n señalĂ³ el hecho de que el mundo estĂ¡ caracterizado por constantes contradicciones. Si no estuviĂ©ramos nunca enfermos no entenderĂamos lo que significa estar sano. Si no tuviĂ©ramos nunca hambre no sabrĂamos apreciar estar saciados. Si no hubiera nunca guerra no sabrĂamos valorar la paz y si no hubiera nunca invierno no nos darĂamos cuenta de la primavera. El bien y el mal tienen un lugar necesario en el todo, decĂa HerĂ¡clito. Si no hubiera un constante juego entre los contrastes el mundo dejarĂa de existir. Dios es dĂa y noche, invierno y verano, guerra y paz, hambre y saciedad. Emplea la palabra Dios pero es evidente que se refiere a algo muy distinto a los dioses de los que hablaban los mitos. Para HerĂ¡clito Dios o lo divino es algo que abarca todo el mundo. Dios se demuestra precisamente en esa naturaleza llena de contradicciones y en constante cambio. En lugar de la palabra Dios emplea a menudo la palabra Logos que significa razĂ³n. Aunque las personas no hemos pensado siempre en el mismo modo, ni hemos tenido la misma razĂ³n. HerĂ¡clito opinaba que tiene que haber una especie de razĂ³n universal que dirige todo lo que sucede en la naturaleza. Esta razĂ³n universal o ley natural es algo comĂºn para todos y por lo cual todos tienen que guiarse y sin embargo la mayorĂa vive segĂºn su propia razĂ³n. En general es muy buena opiniĂ³n de su prĂ³jimo. Las opiniones de la mayor parte de la gente pueden compararse con los juegos infantiles decĂa. En medio de todos esos cambios y contradicciones en la naturaleza HerĂ¡clito veĂa una unidad o un todo. Este algo que era la base de todo que le llamaba Dios o Logos. En cierto modo las ideas de ParmĂ©nides e HerĂ¡clito eran todos completamente contrarios. La razĂ³n de ParmĂ©nides le decĂa que nada puede cambiar pero los sentidos de HerĂ¡clito decĂan con la misma convicciĂ³n que en la naturaleza suceden constantemente cambios. ¿QuiĂ©n de ellos tenĂa razĂ³n y si debemos fiarnos de la razĂ³n o de los sentidos? Tanto ParmĂ©nides como HerĂ¡clito dicen dos cosas. ParmĂ©nides dice que nada puede cambiar y que las sanciones por lo tanto no son de fiar. Por el contrario HerĂ¡clito dice que todo cambia o todo fluye y que las sanciones son de fiar. DifĂcilmente dos filĂ³sofos pueden llegar a estar en mayor desacuerdo. ¿Pero cuĂ¡l de ellos tenĂa razĂ³n? EmpĂ©docles de Sicilia serĂa el que lograra salir de los enredos en los que se habĂa metido la filosofĂa. Opinaba que tanto ParmĂ©nides como HerĂ¡clito tenĂan razĂ³n en una de sus afirmaciones pero que los dos se equivocaban en una cosa. EmpĂ©docles pensaba que en cada gran desacuerdo que se debĂa a los filĂ³sofos habrĂan dado por sentado que habĂa un solo elemento. De ser asĂ, la diferencia entre lo que dice la razĂ³n y lo que vemos con nuestros ojos serĂa insuperable. Es evidente que el agua no puede convertirse en un pez o en una mariposa. El agua no puede cambiar. El agua pura sigue siendo agua pura para siempre. De modo que ParmĂ©nides tenĂa razĂ³n en decir que nada cambia. Al mismo tiempo EmpĂ©docles le daba la razĂ³n a HerĂ¡clito en que debemos fiarnos de lo que nos dicen nuestros sentidos. Debemos creer lo que vemos y vemos precisamente cambios constantes en la naturaleza. EmpĂ©docles llegĂ³ a la conclusiĂ³n de que lo que habĂa que rechazar era la idea de que hay un solo elemento. Ni el agua ni el aire son capaces por sĂ solos de convertirse en un rosal o una mariposa. RazĂ³n por la cual resulta imposible que la naturaleza solo tenga un elemento. EmpĂ©docles pensaba que la naturaleza tenĂa en total cuatro elementos, o raĂces, asĂ como Ă©l los llama. Se llaman esas cuatro raĂces tierra, aire, fuego y agua. Todos los cambios en la naturaleza se deben a que estos cuatro elementos se mezclan y se vuelvan a separar. Todo estĂ¡ compuesto de tierra, aire, fuego y agua, pero en distintas proporciones de mezcla. Cuando muere una flor o un animal, los cuatro elementos vuelven a separarse. Este es un cambio que podemos observar con los ojos, pero la tierra y el aire, el fuego y el agua quedan completamente inalterados con todos esos cambios en los que participan. Es decir que no es cierto que todo cambie. En realidad, no hay nada que cambie. Lo que ocurre es simplemente que cuatro elementos diferentes se mezclan y se separan para luego volver a mezclarse. PodrĂamos compararlo con un pintor artĂstico. Si tiene solo un color, por ejemplo el rojo, no puede pintar Ă¡rboles verdes. Pero si tiene amarillo, rojo, azul y negro, puede obtener hasta cientos de colores mezclĂ¡ndolos en distintas proporciones. Un ejemplo de cocina demuestra lo mismo. Si solo tuviera harina, tendrĂa que ser un mago para poder hacer un bizcocho. Pero si tengo huevos y harina, leche y azĂºcar, entonces puedo hacer un montĂ³n de tatas y bizcochos diferentes con esas cuatro materias primas. No fue por casualidad que Empedocles pensara que las raĂces de la naturaleza tuvieran que ser precisamente tierra, aire, fuego y agua. Antes que Ă©l, otros filĂ³sofos habĂan intentado mostrar por quĂ© el elemento bĂ¡sico tendrĂa que ser agua o aire, o fuego y tierra. Tales y anĂ¡ximes ya habĂan señalado el agua y el aire como elementos importantes en la naturaleza. Los griegos tambiĂ©n pensaban que el fuego era muy importante. Observaban, por ejemplo, la importancia del sol para todo lo vivo de la naturaleza y evidentemente conocida en el calor del cuerpo humano. QuizĂ¡s Empedocles vio cĂ³mo ardĂa un trozo de madera. Lo que sucede entonces es que algo se disuelve. OĂmos cĂ³mo la madera cruje y gorgotea. Es el agua. Algo se convierte en humo. Es el aire. Vemos ese aire. Algo que queda cuando el fuego se apaga, es la ceniza o la tierra. Empedocles señala, como hemos visto, que los cambios en la naturaleza se deben a que las cuatro raĂces se mezclan y se vuelven a separar. Pero queda algo por explicar. ¿CuĂ¡l es la causa para que los elementos se unen para dar lugar a una nueva vida? Y por quĂ© al disolverse la mezcla, por ejemplo, una duflor. Empedocles pensaba que tenĂa que haber dos fuerzas que actuasen en la naturaleza. La llamĂ³ amor y odio. Lo que une las cosas es el amor y lo que la separa es el odio. Tomemos nota de que el filĂ³sofo distingue aquĂ entre elemento y fuerza. Incluso hoy en dĂa la ciencia distingue entre los elementos y las fuerzas en la naturaleza. La ciencia moderna dice que todos los procesos de la naturaleza pueden explicarse con una interacciĂ³n de los distintos elementos y unas cuantas fuerzas en la naturaleza. Empedocles tambiĂ©n estudiĂ³ quĂ© es lo que pasa cuando observamos algo con nuestros sentidos y cĂ³mo puedo ver una flor. ¿QuĂ© sucede entonces? Empedocles pensaba que nuestros ojos estaban formados de tierra, aire, fuego y agua, como todos los demĂ¡s en la naturaleza. Y la tierra que tengo en mi ojo capta lo que hay dentro de la tierra en lo que veo el aire. Capta lo que es el aire. El fuego de los ojos capta lo que es el fuego. Y el agua lo que es el agua. Si yo hubiera carecido de uno de los cuatro elementos, yo tampoco hubiera podido ver la naturaleza en su totalidad. Otro filĂ³sofo que no se contentaba con la teorĂa de un solo elemento, por ejemplo el agua, pudiera convertirse en todo lo que vemos en la naturaleza, fue AnaxĂ¡goras. Tampoco aceptĂ³ la idea de que tierra, aire, fuego o agua pudieran convertirse en sangre y hueso. AnaxĂ¡goras opinaba que la naturaleza estĂ¡ hecha de muchas piezas minĂºsculas invisibles para el ojo. Todo puede dividirse en algo todavĂa mĂ¡s pequeño, pero incluso en las piezas mĂ¡s pequeñas hay algo de todo. Si la piel y el pelo no se han convertido en otra cosa, tiene que haber piel y pelo tambiĂ©n en la leche que bebemos y en la comida que comemos, opinaba Ă©l. A lo mejor un par de ejemplos modernos pueden ilustrar lo que se imaginaba AnaxĂ¡goras. Mediante la tĂ©cnica lĂ¡ser se pueden hoy en dĂa hacer los llamados hologramas. Si el holograma muestra un coche y ese holograma se rompe, veremos una imagen de todo coche. Aunque observemos solamente la parte del holograma que muestra el parachoques, es porque todo el motivo estĂ¡ presente en cada pececita. De alguna manera tambiĂ©n se puede decir que es asĂ como estĂ¡ hecho nuestro cuerpo. Si separa una cĂ©lula de la piel, de un dedo, es el nĂºcleo de esa cĂ©lula. Contiene no solo la receta de cĂ³mo es mi piel, sino que en la misma cĂ©lula tambiĂ©n estĂ¡ la receta de mis ojos, del color de mi pelo, de cuĂ¡ntos dedos tengo y de quĂ© aspecto tengo, etc. En cada cĂ©lula del cuerpo hay una descripciĂ³n detallada de la composiciĂ³n de todas las demĂ¡s cĂ©lulas del cuerpo. Es decir, que hay algo de todo. En cada una de las cĂ©lulas, el todo estĂ¡ en la parte mĂ¡s minĂºscula. Esas partes mĂnimas que contienen algo de todo, AnaxĂ¡goras las llamaba gĂ©rmenes o semillas. Recordemos que para EmpĂ©docles era el amor lo que unĂan las partes en cuerpos enteros. TambiĂ©n AnaxĂ¡goras imaginaba una especie de fuerza que pone orden y crea animales humanos, flores y Ă¡rboles. A esta fuerza la llamĂ³ espĂritu o entendimiento. AnaxĂ¡goras tambiĂ©n es interesante por ser el primer filĂ³sofo de los Atenas. Vino de Asia Menor, pero cediĂ³ a las dos Atenas cuando tenĂa unos 40 años. En Atenas lo acusaron de ateo y al final tuvo que marcharse de la ciudad. Entre otras cosas, habĂa dicho que el sol era un dios, sino una masa ardiente mĂ¡s grande que la penĂnsula del Peloponeso. AnaxĂ¡goras se interesaba en generar por astronomĂa. Opinaba que todos los astros estaban hechos de la misma materia que la tierra. A esta teorĂa llegĂ³ despuĂ©s de haber estudiado un meteorito. Puede ser, decĂa, que haya personas que en otros planetas. TambiĂ©n señalĂ³ que la luna no lucĂa por sus propias fuerzas, sino que recibe su luz de la tierra, ademĂ¡s del porquĂ© de los eclipses del sol. Gracias por su atenciĂ³n. Puede que tengan que escuchar y reescuchar este podcast para que lo entiendan todo, pero la comprensiĂ³n tiene que ser necesariamente que constar algĂºn esfuerzo. Seguro que no admiran mucho a una amiga que entendiera todo sin que le hubiera constado ningĂºn esfuerzo. La mejor soluciĂ³n de la cuestiĂ³n de la materia primaria y los cambios de naturaleza tendrĂ¡n que esperar hasta mañana. Gracias por su atenciĂ³n. Puede ser que tengan que leer... Gracias por su atenciĂ³n. Puede ser que tengan que escuchar y reescuchar este capĂtulo antes de que lo entiendan todo, pero la comprensiĂ³n tiene que ser necesariamente... Gracias por su atenciĂ³n. Puede ser que tengan que escuchar y reescuchar este episodio antes de que lo entiendan todo, pero la comprensiĂ³n tiene que ser necesariamente que constar algĂºn esfuerzo. Seguro que no admiran mucho a una amiga que entendiera todo sin que le hubiera costado ningĂºn esfuerzo. Seguimos en el siguiente episodio y nos vemos.