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Elizabeth Andrea Gigena

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The speaker discusses the way teenagers speak in a school environment that is not classified as rural but has rural elements. The students use informal language and often speak loudly, making it difficult to distinguish nuances in their speech. They also mix up the order of information and use interjections and slang. The use of cellphones and social media further influences their language. The speaker suggests that teachers should not try to change the way students speak, but rather use it to generate a deeper understanding of their practices. The school should work alongside the community to develop strategies for meaningful learning. Muy buenas tardes, querida audiencia. Gracias por acompañarme una vez más en este podcast inspirado en la realidad de las aulas de nuestras escuelas. Bienvenido, y espero disfruten de… ¿Qué es lo que decís? Mucho de lo que acá se va a decir pertenece a una de las escuelas en las que doy clases, y es que no les voy a hablar de lo que dicen que dicen de los alumnos de hoy, sino más bien, les voy a contar un poco de cómo es la oralidad vista desde unos adolescentes insertos en una escuela que no está catalogada como rural, pero tiene un entorno tal que la diferencia de otras más urbanas. Una escuela que se ubica a menos de un kilómetro del fin del éxido municipal. Después del cartel verde, ese que te dice, hasta acá llegué, solo hay más verde y kilómetros de verde, y aún así, no es rural. Algo a tener muy en cuenta es que no podemos olvidar que cada escuela es un mundo al igual que cada casa, y por ello es que desde este pequeño espacio voy a intentar contarles algunas de esas realidades teñidas con la marca propia de esta comunidad. ¿Qué nos dicen los chicos cuando nos hablan? A veces, esto es un misterio, porque sus modos de hablar distan mucho de cómo lo hacemos nosotros. Entonces, quizás habría que reformular la pregunta. ¿Cómo hablan los chicos en el aula? Por eso, la propuesta para hoy es develar el entramado entreverado del habla de nuestros jóvenes estudiantes. Pero vamos por partes. Los alumnos emplean un registro informal para comunicarse. Por regla general, esto es así, salvo alguna rara excepción. Esto es, en diversos ámbitos se comunican siempre con el mismo registro, y frente a esa informalidad, ni los docentes nos salvamos. Algo que me sorprendió hace unos años es que me trataron de vos en lugar de usted. En mi época, eso no sucedía porque, ¿cómo le íbamos a decir a un profe? –Sí, profe, ¿vos me podés explicar esto? –No, de ninguna manera. Había que tratarlo de usted porque así nos lo habían enseñado en casa y en la escuela. Ahora, atrás quedó esa distancia que marcaba cada pronombre. Recién usé el CHE para ejemplificar el modo de hablar de los chicos. Bueno, este modismo, junto con otros como VOLÁ, ES UNA BANDA o el famoso EN PEDO, son algunos de los ejemplos que aparecen en el aula. Muchas veces, no todas, por supuesto, el tono de voz suele ser alto. No importa si estamos al lado, ellos nos van a decir algo importante y nos van a aturdir. Y eso no tiene nada que ver con el desgaste ni la edad. Finalmente, PONELE, como dicen ellos, a veces no se distinguen los matices en el habla porque el tono elevado se confunde entre queja, acusación e enojo. Es decir, se observan muchos casos en que hablan todo de la misma manera y hay que prestar mucha atención para descifrar si solo nos están contando algo o están criticando. Esa especie de linealidad en el tono hace que no se perciban algunos matices. ¿Ahora entienden por qué hablaba de entramado entreverado? Y eso que no se terminó acá, no. La lista todavía sigue. Teniendo en cuenta las máximas de conversación de Paul Griset, y pese al trabajo aúlico, algunos jóvenes no siempre las cumplen. Así es, y los ejemplos son de los más variados, veamos por caso la máxima de cantidad. Así como tenemos al chico que te cuenta vida y obra de todos los santos para responder a una pregunta en apariencia simple, del tipo, ¿hiciste la tarea? ¿También está el que te dice a secas? No. Pasemos a la máxima de claridad. Los chicos se manejan con una veracidad propia de la información, sacan conclusiones de todo tipo que explican todo aquello que les sucedió a otros, y eso lo toman como una fuente confiable y verdadera. Bueno, en cuanto a las máximas de relación y claridad, en poco tiempo y sin importar de lo que se esté hablando, sueltan temas de lo más variados, temas que algún otro relaciona con lo que se le vino a la mente y que también es plausible de ser contado. Si la historia comienza por el final, después se le van agregando algunas cuestiones que pueden ir desde el nudo hasta el comienzo y o rotando el orden cronológico. Si los temas se relacionan, ya sea con el de la clase o con lo que dijo otro, es algo independiente, porque lo importante es contar algo tan primordial que hay para decir, aun cuando haya más de una voz. ¿Dialogando? Y los ojos de la docente van y vienen casi moviéndose al ritmo de las oraciones que se entremezclan y a todas hay que prestarle atención. Y más o menos hay que tratar de entender todo o tratar de seguir la corriente. Hace poco, estaba dando una clase sobre el lenguaje oral y el escrito y cómo estos se mezclaban y funcionan con el uso de las redes sociales. En la mitad del tema, un alumno interrumpe preguntando si podía decir algo. Cuando se le dio la palabra, contó que había visto la película de un chino que llegó a la Argentina, otra persona le ayudó porque estaba solo y cuando vivía en China una vaca le cayó encima a la novia y la amaba. Bueno, hasta que pude atar cabos, me acordé de la película Un cuento chino con Ricardo Darín y de inmediato tuve que ver cuál era la relación del tema con el relato y después explicar al curso esta relación, porque todos estaban perdidos. En fin, la facilidad con la que pueden entrecruzar su relato con la de otro es realmente maravilloso, porque de algún modo hay que analizarlo y encontrar el punto de partida al tema que se inserta. Y es que sus pensamientos e intereses van muchísimo más allá de una clase en la que tienen que prestar atención y de repente sienten la necesidad de despejar una duda o participar de alguna manera. A todo lo anterior, hay que agregarle las marcas de la oralidad. Sí, señoras y señores, escucharlos hablar es una oda al dolor de cabeza. No, no, no, mentira, mentira. Escucharlos es la excusa justa para tomar un cuaderno y hacer anotaciones acerca de cómo hablan, las palabras que emplean y cómo acompañan su discurso con un lenguaje no verbal que les es propio. Esto último también juega un papel muy importante. Lo gestual y corporal dice y hace a su esencia. Pero volviendo a lo verbal, es muy claro el uso inconsciente, claro está, de las interjecciones. Oh, vino la de lengua. Ojalá salgamos temprano. Uy, no hice la tarea. Eh, ¿viste cómo sos? Las muletillas. ¿Viste, profe, cuando me fui al patio? Y, ¿viste qué? Y las troncaciones. Bueh, boh, nah. Entre otras. Estas son las más usadas por ellos y por supuesto que hay muchísimos más ejemplos. Incluso, ustedes pueden dejar algunos en los comentarios. Y como si todo esto fuera poco, creo que ya dije esto antes, si no lo vuelvo a decir y ratificar, usan celulares. WhatsApp, Instagram y Facebook son las redes sociales con las que más están familiarizados. No solo escriben, también mandan audios, videos y stickers. Y todo lo hacen aún con más soltura que si estudian cara a cara con otro. En las redes se evidencian las características del aula, tanto en la oralidad como en la escritura, mensajes cortos, sin desarrollo y sin ninguna estructuración. Hace unos años me llamó muchísimo la atención cuando dos alumnos de distinto curso emplearon palabras como rodilla y abuelo en lugar de abuelo. Claramente, en el entorno familiar de cada uno utilizaban estas palabras para hacer referencia a esa persona y a esa parte del cuerpo. Rodríguez sostiene que el niño cuando ingresa a la escuela ya sabe hablar, puede interactuar con relativo éxito en distintos contextos de comunicación y ha aprendido en forma espontánea algunas de las normas que rigen los usos de la lengua oral habituales en su entorno familiar y social. Esta cita me confirma esa experiencia con mis alumnos. Sus primeras palabras las aprenden en sus hogares y con las personas más allegadas. Esos son sus primeros aprendizajes de la lengua oral. Cuando ingresan al sistema educativo podríamos suponer que esas verbalizaciones, esas palabras maldichas se van a corregir, pero lo cierto y en mi experiencia es que eso no siempre es así. No podemos presuponer cosas como estas porque ellos traen consigo un aprendizaje que comenzó mucho antes. Cuando nuestros alumnos se insertan en una comunidad donde no siempre ven o se les presentan las oportunidades, se aferran a lo que tienen, saben, conocen, porque eso es lo seguro. Así lo aprendieron y así es como lo hacen todos en su familia. Rodríguez también dice esto cuando afirma, no todos los niños han tenido las mismas oportunidades de tomar contacto con los diferentes formatos del habla. No todos han estado en contacto con los mismos modelos de verbalización. Recordemos solamente la gran capacidad de verbalizar que exigen las culturas urbanas de las clases media y alta frente a las pocas palabras de las culturas del silencio. No todos los niños han podido encontrar los recursos lingüísticos adecuados para expresar sus intenciones fuera del entorno más cercano. Familia, vecindario. Pese a los esfuerzos que se hagan por mejorar las habilidades en la oralidad, la lectura y la escritura, la escuela como tal no puede ni debe desconocer las características que poseen los miembros de la comunidad educativa que la conforman. Debe trabajar a la par de ellos, primero conociendo a los miembros de ese entorno, sus cualidades y costumbres. Luego, diagramar las estrategias necesarias para trabajar en el aula y que esos aprendizajes sean verdaderamente significativos. Entonces, ¿debemos los docentes intentar cambiar esas maneras de hablar o podríamos usarlas en nuestro favor para generar un profundo conocimiento que implique reflexionar sobre las propias prácticas? La segunda opción parece ser la más acertada y respetuosa, porque no rechaza ni desconoce cómo es y funciona esta oralidad que se mueve y convive en una comunidad. Hasta aquí llegamos, querida audiencia. Les agradezco muchísimo su compañía y nos estaremos reencontrando con otro podcast la siguiente semana. ¡Nos vemos!

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