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In the south of the country, a man named Tomás Gutiérrez traveled to the town of Coyhaique in the 1960s to investigate paranormal activity. He stayed in a haunted house and had strange experiences with duendes (gnomes) and other creatures. After spending the night, he disappeared and was never heard from again. His journal was later found, describing his encounters and his journey into a magical forest. Hola, que tal? Nuevamente con otro tema de interés, de mi interés por supuesto. Bueno, esto sucedió en el sur del país, en la región de Coyhaique. Es otro evento que no queda registrado tampoco en la prensa local, pero queda así en la memoria colectiva y va pasando de una generación a otra, hasta que alguien le toma interés y lo escribe, lo deja por escrito. Fue algo interesante de leer, fue bastante breve la anécdota por así decirlo o el relato, pero lo interesante es lo que sucedió después. Se trata de el señor Tomás Gutiérrez, ha vecindado en la ciudad de Rancagua, que muy acido investigador de cosas paranormales, decide viajar a la localidad de Coyhaique, allá en el sur. Esto es por allá por la década del 60, años 1960. Como buen investigador, él reunía mucha información a través de los periódicos de la época y iba dejando en su agenda, en un pequeño diario de vida, todo lo que le era digno de ser anotado, de ser estudiado, de ser guardado y registrado por su propio puño y letra. Por lo tanto, viajó a la ciudad de Coyhaique porque había escuchado de una casa, de una casa muy bonita, muy llamativa, con sus años ya por supuesto, ya media derruida, pero que seguía generando suspicacias de todo tipo relacionada con cosas de misterio. Básicamente relacionada con duendes, hadas y espíritus. Y él decide entonces viajar hacia la ciudad de Coyhaique y él le toca conocer en esa primera noche a los señores dueños de casa. Y ahí comenzó una muy hermosa amistad y empezó a conocer los detalles de la región, los mitos, las leyendas, todas las cosas que suceden en una pequeña ciudad como es Coyhaique, con una muy baja población por aquel entonces, pero muy rica en tradiciones y costumbres y lo que más a él le fascinaba eran los relatos, los cuentos. Y básicamente ahí se va enterando, se va empapando de muchas cosas y ahí escucha el famoso tema de la casa, que no es una casa embrujada, tampoco es una casa de misterio, pero es una casona por así decirlo, que está abandonada, muy retirada de la ciudad de Coyhaique hacia la cordillera. Y él recoge toda esta información, al día siguiente decide ir con algunos lugareños, van a ese lugar bien apertrechado, sacan fotografías, con una pequeña grabadora de cassette, en aquel tiempo era muy extraño el asunto del cassette, por lo tanto fue una gran algarabía de saber que había un periodista de Santiago con una tecnología fabulosa, que era una cámara fotográfica y una grabadora con cassette, imagínense. Y bueno, poco a poco va recogiendo información y decide pasar una noche en ese lugar, en la casa. Y las personas que lo fueron a dejar le insistieron que por favor no ingresara, que no se quedara, pero él igualmente agradeció el interés por la seguridad de él, pero ingresó a la casa, redacta ahí en su pequeña bitácora que el lugar estaba totalmente desordenado, destruido, el piso prácticamente no existía, las ventanas rotas, el techo también a mal traer, olor a humedad, a putefacción, en fin, todos los negativos de una casa abandonada tiene. Y decide quedarse ahí, decide quedarse para poder recoger impresiones de lo que le habían dicho de esa casa, de lo que él había escuchado. Y bueno, pasó la noche y al otro día cuando él regresa a casa, regresó con una actitud totalmente distinta con sus anfitriones. Y no pasaron ni dos horas y se despidió, se fue. Y ellos quedaron extrañados porque ni siquiera había ahí permitido un día, llegó, estuvo con ellos, escuchó la historia y listo, decidió ir de inmediato al otro día, pasó una noche y se fue. Y se perdió el rastro, se perdió el rastro de nuestro estimado amigo y no se supo en realidad qué fue lo que sucedió con él. Algunos pensaron que había regresado a su ciudad natal, se había ido al norte. Allá fueron pasando los días, pensando que él se encontraba en el sur, pues había ido a Coyhaique. Pero lamentablemente fueron pasando los días, las semanas y no hubo ninguna carta que llegara desde el sur indicando cómo estaba y si es que había logrado su objetivo y llegar allá, aquella zona vieja donde se hablaba de muchas cosas y eventos extraños que sucedían. Por lo tanto, ante la nula, absoluta, nula información respecto a su estado llamaron a carabineros para hacer una denuncia por posible desgracia, por desaparición. Y bueno, se informó luego a la policía local, la policía local indagó, había un registro de todas las personas que llegaban a esa región, porque es una región, para quien no sepa, en aquel tiempo era un lugar muy inhóspito, tal vez no muy distinto a lo de ahora, ahora tenemos más tecnología, pero en aquel tiempo era muy, muy, muy complicado llegar allá. Y resulta que sí había sido registrado cuando él llegó y se le siguió el rastro hasta ubicar la casa de huéspedes a la cual él había estado solamente un día, y luego se visitó la casona a la cual, a la cual él asistió para pernoctar, para pasar la noche ahí, en ese lugar. Fue algo extraño, no encontraron indicios de nada, y desde ese día no se supo más que nuestro explorador, hoy día podríamos llamarlo explorador urbano, y esta historia se transforma en una especie de creepypasta de hoy, es decir, esto fue el año 1962. Ahora, ¿qué era el registro? Pues, él manifestó su intención. Tiempo después, lugareños, lugareños que se encontraban realizando actividades de ganado, encontraron una bitácora, una agenda. Esta agenda fue encontrada como a los cuatro o cinco meses después. Y llegó a poder de esta familia, de esta familia que arrendaba habitaciones, y ellos hicieron llegar esto a carabineros. Carabineros hacen las pericias pertinentes y solamente encuentran los escritos de este caballero. Y al leer esta bitácora, ahí fueron comprendiendo un poco más qué es lo que había sucedido con él. Ahí está el relato de su llegada a la ciudad de Coyhaique, a las 14, 30 horas, algo así. Luego, horas después, a la casa de sus anfitriones, quien los reciben. Ahí él redacta la conversación fantástica que había tenido con ellos sobre cosas misteriosas. Y ahí manifiesta su decisión de ir a esa casa. También él redacta las sugerencias de quienes estaban ahí en esa pequeña plática, que no les recomendaban asistir a ese lugar, porque era muy peligroso. Él insiste, lo deja ahí y va. Hasta ahí es la historia conocida. Después de oídas de parte de las personas que lo vieron ese día, desaparece. Lo interesante empieza ahí. De ahí para adelante hay varias páginas escritas. Suponemos que las escribió también durante esa noche, o durante ese día, o durante el momento en que él decidió regresar a la ciudad, a su ciudad natal, a la cual no llegó nunca. Se perdió el rastro. Pero ahí se va relatando lo que sucedió. Y ahí dice claramente que, habiéndose preparado para dormir aquella noche en esa casa, buscó un lugar, había una llena, le tocó una noche maravillosa, un cielo extraordinario, de acuerdo al texto, decide pernoctar y dormir en ese lugar. No pasan ni 10, 15 minutos, siempre pisadas, cerca de él, de donde él se había puesto con su saco de dormir y todo bien apestuchado, con una gruesa parcha, un gorro, una bufanda, un poncho, etcétera, botas bien puestas para soportar el frío y tener que caminar por algún terreno complicado. Y siente ruidos, piensa que son ratas, toma su linterna, dirige el haz de luz hacia el lugar desde donde viene y queda anonadado por lo que ve. Un duende, una criatura pequeñita que lo está observando. Se hace notar y rápidamente se escabulle por entre unas latas, unos caltones o trozos de madera ya ahí tirados en un rincón. Entonces él rápidamente sale, se pone de pie y avanza hacia ese rincón de aquel lugar, de aquella pieza donde él se encontraba y descubre que hay un agujero, un hoyo, como aquellos agujeros que hacen los perros para sacar un hueso o enterrar un hueso, pero bastante profundo. Y desde ahí escuchaba arañazos, como que esta pequeña criatura se iba bajar, deslizando mucho, mucho, mucho más abajo. Luego siente ruidos fuera y con su linterna sale y afuera, como a unos dos metros desde la puerta donde él estaba, ve pequeñas criaturitas de distintos tamaños, no superior a los 50 o 60 centímetros que está escrito, que lo observan y sus ojitos brillan con el haz de luz que él le lanza para recorrer sus rostros, muy pálidos, con unas orejitas un poco puntiagudas y con vestimentas como muy sutiles, como transparentes, y le hacen señas como que para que se aproximen. Y él avanza, avanza hacia ellos y tropieza con algo que estaba ahí en el suelo y se va de bruces y cae como cerro abajo. Pero tuvo la suerte de no soltar su linterna y fue rodando, pasando por arbustos, ramas y piedras. Él calcula que a lo mejor cayó a unos dos metros abajo, pero no así de golpe, sino rodando hacia abajo. Y ahí encuentra un pequeño camino, así como iluminado, pero como fosforescente, y comienza a descender. Y abajo, mucha floresta también. Y como veía luna llena, se veía realmente iluminado, bordeando los bordes, o sea, el borde de las hojas, de las ramas, se veían luminosos, como si estuvieran escarchados y fosforescentes. Y la luz de la luna producía un efecto ya mucho mayor de luminosidad. Y ahí se veían que iban caminando, unos que entraban, se iban por ese caminete, por ese sendero y otros venían de vuelta, yendo con paquetitos o viniendo, con bolsitas repletas de hojas, semillas, frutas. Y él quedó maravillado. No tuvo su máquina fotográfica a mano, se le había quedado ahí en ese rincón, pero avanzó un poco más allá. Pero más allá, este sendero, muy bien delineado, comenzaba a descender. Y ya un poquitito más allá abajo, no se veía muy bien. Una especie de neblina lo cubría y como había en una llena, era como una neblina algo luminosa que impedía poder atravesarla con la mirada, con la vista. No podía ver más allá. Por lo tanto decide regresar. Mientras regresa, estas pequeñas criaturitas lo toman, tratan de jalar sus ropas para que no se vayan, pero él les dice que debe ir, que va a volver y que lo esperen ahí. Por lo tanto sale y recoge todas sus cosas. Y en eso ya lo pilla el amanecer y cuando va a regresar, frente a la puerta, ese desnivel del piso que lo hizo caer, colina abajo, por así decirlo, ya no está, no existe. Es tierra plana. Hay arbustos, piedras, pero no está. Entonces ahí escribe eso que va a pasar otra noche, pero se va a despedir y va a dar aviso. Y ahí explica la conversación que tuvo con los dueños de casa, con sus anfitriones. La conclusión es que a lo mejor él regresó ese día para quedarse ahí y poder ir. Pero en la casa no había ninguna de sus perteneces. Esa es la gran conclusión a la que se llegó, es decir, no se encontró su cuerpo, si hubiera sido asaltado, si hubiera sido muerto. No se sabe nada. No se supo nada más que él. En conclusión, posiblemente él deseó escudriñar ese mundo de misterio y bajó. Tal vez a la noche siguiente, nuevamente, este desnivel frente a las puertas de esa casa se abrió. Y él decidió avanzar por ese pequeño sendero empedrado, semiluminoso, para ir a conocer este otro lugar, este otro mundo, esta otra dirección. Esa es la historia. ¿Habrá sido verdad? Esto quedó registrado en un pequeño diario de la época. Y pasó ahora a formar parte del folclore de ese lugar, de esa casa, que se encuentra a las afueras. Si aún está ahí, cierra Trigal, dicen, de acuerdo al texto. Cierra Trigal. ¿Será verdad? ¿Será mentira? No lo sé. Ese fue el relato del día. Gracias por escuchar. Y estamos en contacto. Bye, bye.