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Palabra de Vida Hoy, Jueves 5º del Tiempo, Ordinario Día 8 de Febrero Santa Josefina Vaquita, Jornada Mundial contra la Trata de Personas Al pan por la Palabra Del Evangelio según San Marcos Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscar a Jesús y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Jesús le dijo. —Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. Pero ella replicó. —Señor, pero también los perros debajo de la mesa comen las migajas que tiran los niños. Él le contestó. —Anda vete, que por eso que has dicho el demonio ha salido de tu hija. En varias escenas evangélicas percibimos una especie de dureza en la forma de tratar Jesús a personas paganas que se dirigen a Él solicitando una curación milagrosa. Descartando la dureza de carácter como explicación, porque desde su encarnación el Señor no tuvo más propósito que hacer de su humanidad lugar de encuentro con todos y altar de su propio sacrificio entregado con tal de salvar a muchos. Hagamos una segunda lectura buscando comprender esos episodios. Como los friseos a quienes Jesús dirigió abundantes y durísimas sentencias, a la mujer sirofenicia del Evangelio de hoy Jesús la pone en su sitio. Le hace reconocer que nunca ha querido entrar en relación con el Dios de la alianza y que no puede pretender derechos cuando no ha querido adherirse a dicha alianza y a las obligaciones que ésta comporta. La mujer reconoce la verdad, el lugar donde le han colocado sus opciones y pasa a implorar misericordia desde esa, su propia verdad, obteniendo misericordia. Solo desde la asunción honesta de la verdad sobre la propia vida es como se puede alzar cualquier persona de su postración, levantando las manos hacia el Dios que hace tanto tiene las suyas tendidas hacia ella para ahuparla, pero solo si se deja. Solo desde la humildad, andar en verdad, como decía Santa Teresa de Jesús, se puede sintonizar con el corazón de Dios para hacer audible nuestra súplica. La verdad sobre Dios nos permite abrir los ojos a nuestra propia verdad sin censuras, sin excusas ni reproches tampoco, para, reconciliados con Él y con nuestra propia conciencia, poder aspirar al pan de los hijos, a esa Eucaristía que nos hace ser carne de la carne del Hijo de Dios humanado y sangre de Su sangre, consumación de la más íntima y fecundante unión esponsal iniciada por el bautismo, y de la que el matrimonio natural que apunta al sacramento del matrimonio que se instaurará por Cristo, ya puesto en escena desde el relato de la creación, es signo e imagen. Aspiremos a comer dignamente el pan de los hijos, sentados a la mesa en la que la verdad hermana a todos los comensales, y no nos conformemos con las migajas que anhelan los perritos. Vivamos en la verdad. Aspiremos con nobleza y gallardía la excelencia, cada día, con todos, en todos.