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Today's Word of Life focuses on the importance of love for God and for others. We are reminded of the prophet Hosea's message to return to the Lord and trust in His forgiveness. In the Gospel of Mark, Jesus emphasizes the two greatest commandments: to love God with all our heart, soul, mind, and strength, and to love our neighbor as ourselves. These commandments are interconnected and reflect a genuine relationship with God. Through our love for God, we are called to show love and compassion to others. This reading encourages us to live out our faith not only in personal devotion but also in our relationships and actions towards others. Our fruitfulness comes from our communion with God, and it is through our works of love that we experience His presence in our lives. There is no greater commandment than these. Palabra de vida hoy, viernes tercero de Cuaresma, al pan por la palabra. Del profeta Oseas, tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor, decidle, tú quitas toda falta, pagaremos con nuestra concesión. Dice el Señor, curaré su deslealtad, los amaré generosamente, seré para Israel como el rocío, florecerá como el lirio, echará sus raíces como los cedros del Líbano, brotarán sus retoños. Yo soy quien le responde y lo vigila, yo soy como un adeto siempre verde, de mí procede tu fruto. ¿Quién será sabio para comprender estas cosas, inteligente para conocerlas? Porque los caminos del Señor son rectos, los justos los transitan, pero los traidores tropiezan en ellos. Del Evangelio según San Marcos. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó, ¿qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús, el primero es, escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo mandamiento es este, amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos. Por nuestra condición de cristianos de toda la vida, no nos llama la atención la afirmación de Jesús en el Evangelio de hoy cuando por primera vez en toda la historia de la revelación une el mandamiento del amor incondicional a Dios con el del amor al prójimo como la consecuencia natural del primero y el signo inequívoco de su vivencia y cumplimiento. Capítulos como el once, del profeta Oseas, nos alientan a retomar con vigor y entusiasmo el mensaje del Evangelio de hoy, disponiéndonos a vivir en relación de dependencia y comunión la parte más cultural e íntima de nuestra vida de fe con la parte relacional y social que no es menos vida de fe que el acto más sagrado del que podamos participar en un templo. Prestando ahora atención al fragmento del mismo profeta recogido hoy como primera lectura, somos claves bellamente expresadas para avanzar en la comprensión del amor a Dios en el prójimo, con tanta libertad en nuestras obras como humildad en nuestro corazón. El que nos invita a pagar por su misericordia confesando nuestros pecados, se hace semilla en nosotros, nuestro manantial y nuestro sol para que su siembra en nuestra libertad nos lleve a ser una prolongación fecunda de su presencia en beneficio del resto de la humanidad. Quizá las palabras de esta lectura que más alegría, gratitud y gratuidad engendren en nosotros son las de la frase, «De mí procede tu fruto». Es la comunión con Dios como correspondencia a su amor comprometido en nuestro favor lo que nos lleva a comprometernos con amor por el bien ajeno, pudiendo reconocer en cada obra buena la complicidad de Dios con nosotros que ha querido vincular la fecundidad de su providencia con la colaboración de esas manos nuestras, manos que ahora se mueven según la fuerza del corazón de Jesús palpitante dentro de nuestro pequeño corazón humano. No hay mandamiento mayor que estos. Paz y bien con afecto fraterno de parte de vuestros hermanos menores desde Toledo.