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LUNES XXII  TO

LUNES XXII TO

VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Transcription

The transcription is a reflection on the importance of ecological awareness and justice in the Christian faith. It emphasizes that caring for the Earth and its creatures is not only a central value but also a fundamental aspect of our identity as disciples of Jesus. It highlights the need for a holistic approach that promotes the common good, justice, and peace. The text also reminds us that the poor are our masters and that our treatment of all creatures, including the Earth, reflects our love for God. It concludes with a call for renewed conversion and sends greetings of peace and goodwill from the Franciscan brothers in Toledo. Palabra de vida hoy, lunes vigésimo segundo del tiempo ordinario, celebrando el tiempo de la creación. Al pan por la palabra. De la primera carta a los fesalonicenses. Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con Él. Del Salmo responsorial. Alegrece el cielo, goce la tierra, retumba el mar y cuanto lo llena. Gritoreen los campos y cuanto hay en ellos. Aclamen los árboles del bosque delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. Del Evangelio según San Mateo. El Espíritu del Señor está sobre mí porque Él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor. El Papa Francisco instituyó este tiempo de la creación en el que nos encontramos para que las comunidades cristianas pudieran tomar opciones desde la profundización progresiva en el sentido cristiano de ecología, que no es un valor central, sino más aún, un valor transversal que atraviesa y afecta todos los núcleos que conforman nuestra identidad como discípulos de Jesucristo y como Iglesia. Desde un sentido evangélico de ecología, comprendemos con facilidad, en línea con toda la revelación desde el mismo Génesis, cómo la entera creación ha sido puesta en el Ser por Dios para el ser humano. Las comunidades formadas por varones y mujeres han de servirse de las criaturas de la tierra para trenzar una vida buena desde la comunión con los integrantes de cada comunidad entre sí y con todas las otras comunidades. Dicha vida buena está íntimamente ligada al bien común de todos, a la justicia en materia de distribución y uso de los recursos del planeta, así como a la paz que brota de esa justicia fraterna, una paz hecha de equilibrio y armonía que se extenderá hacia el modo de mirar a las criaturas que nos sostienen, con un uso y disfrute de las mismas revestido de respeto y racionalidad. La mirada creyente y ecológica es tan religiosa como razonable, racional, y todo atentado contra la ecología y la justicia social es un pecado de irracionalidad bestial, inhumana. Esta forma de mirar, de comprender y tratar al resto de personas y a todas las criaturas es un acto de culto, pues reconoce el Señorío de Dios por encima del Señorío que el Creador ha entregado al ser humano y comparte la divina benevolencia y el afán de bien integral, de salvación terrena y eterna para cada miembro de la humanidad. La fe en la resurrección de la carne es fruto de una mirada integral sobre el misterio de Dios revelado para desentrañar el misterio del hombre ante el propio hombre en Jesucristo y por él. Esa mirada integral posibilita vivir la vida como una ocasión de rendir culto a Dios con esa esperanza inquebrantable y deseos de plenitud, de santidad, como humanización ascendente y progresiva hacia un Padre que nos enseña a vivir como hijos Suyos, hermanos de los demás en Jesucristo, Señor del Universo y Maestro que nos revela el rostro de la divinidad en cada una de sus criaturas, y recibe nuestro amor o nuestro desdén en la forma en que tratamos a cada una de ellas, en particular a cada ser humano. Los pobres son nuestros señores, decía San Francisco de Asís, y la Santa Madre Teresa de Calcuta añadía, los pobres son maravillosos. Si Jesucristo ha sido enviado para anunciar la buena noticia a los pobres, no seamos nosotros una mala noticia para ellos por nuestra forma inhumana de tratar a las criaturas que también a ellos deben sostener y alimentar, aunque por nuestros excesos, muchas veces ellos queden ayunos de la herencia que les ha entregado ese Dios amor, que también será juez para cada uno de nosotros. No dejemos de mirar a Dios considerando todos sus rasgos, por pereza o por un burgués, pagano y letal interés. Con deseos siempre renovados de conversión, vuestros hermanos franciscanos desde Toledo os saludan con la paz y el bien.

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