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VIERNES V  TO

VIERNES V TO

VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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Palabra divina hoy, viernes quinto del tiempo ordinario, día nueve de febrero, al pan por la Palabra, del Evangelio según San Marcos. En aquel tiempo dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que además apenas podía hablar. Y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo suspiró y le dijo, Éfeta, esto es, ábrete. En este Evangelio se ponen de relieve importantísimos aspectos sobre el modo en que Dios aplica su misericordia en bien de todos aquellos sometidos por el tentador y el pecado. Prestemos atención en la proclamación del Evangelio porque quizá el Espíritu Santo nos ponga de relieve a cada uno el matiz que más necesita para salir del encierro en sí mismo por el autorreproche o la vergüenza que el demonio nos quita a la hora de pecar y nos devuelve a manos llenas a la hora de confesarnos. El pecado no confesado y expiado nos somete a un confinamiento que nos aliena y nos aísla a cerrarnos en primer lugar a Dios y, consecuentemente, a todos aquellos que de alguna manera nos hagan presente al Señor. Como sordomudos espirituales nos cerramos a escuchar toda palabra que no justifique o excuse la razón de nuestro encierro y apenas podemos decir otra cosa, que aquello que nos haga más llevadero ese estado de vergüenza y ocultación en el torpe y grosero pecado que no queremos afrontar y reconocer para superarlo o por salir de la mano de Dios de esa caída que nos revuelca cuesta abajo arrojándonos por el resbaladero de la mentira. Como vemos en el Evangelio de hoy, el Señor se acerca a nosotros sirviéndose de mediaciones que nos acerquen a Él para trabar contacto con nosotros íntimamente y con confianza, para poder rescatarnos a través de esa llamada que hemos de secundar si queremos ser salvados por el único Salvador de los hombres. Ábrete y sal, Lázaro. Sal de la situación que te está robando la vida y ven a mí, para que haga que te suelten las manos y que tú mismo puedas arrancar de ante tus ojos el sudario cadavérico que te has impuesto a ti mismo por optar por la tiniebla de la mentira y la injusticia mientras cerrabas cada vez con mayor fuerza tus ojos a la luz. Sírvete del colirio de la fe recta que en mi iglesia yo te ofrezco para dejarte tocar por mí y ser sanado. Ábrete, deja que te toque con la misericordia del Padre de quien yo soy rostro y sal de esa vida encerrada para vivir como sabes que mereces, como tú sueñas, porque mi Padre te ha soñado grande, noble, libre y santo, y te ha sembrado dentro dicho divino sueño para exaltar tus deseos. Déjate guiar por el hambre de felicidad y la sed de paz y de justicia que llevas dentro para que yo te sacie, y lo haré gratuitamente, con superlativa misericordia, por una única razón, porque eres precioso a mis ojos y yo te amo. Con deseos de conversión, con una voluntad empeñada por buscar cada día más el sendero del Evangelio en el que encontramos a Jesucristo, vuestros hermanos franciscanos, caminamos a vuestro lado, mientras os abrazamos estrechamente con la paz y el bien.

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